Cualquier evangelio que hable sobre el amor de Dios sin señalar que su amor lo llevó a pagar el precio más caro por el pecado, en la Persona de su Hijo sobre la cruz es un evangelio falso.


Podemos llegar a varias conclusiones a partir de esta explicación de la Encarnación. Primero, de acuerdo con las Escrituras, el Calvario y no Belén constituye el centro del cristianismo. En algunos círculos teológicos existe la idea popular que la Encarnación es lo más importante, o sea, Dios identificándose a sí mismo con el hombre, y que la expiación es algo casi secundario. Pero de acuerdo con las enseñanzas bíblicas, la razón de un Dios-hombre es que un Dios-hombre era quien debía morir para nuestra salvación. Por lo tanto, «el significado crucial del pesebre de Belén radica en el lugar que ocupa en una serie de pasos que conducen al Hijo de Dios en la cruz del Calvario, y no es posible entenderlo hasta que se considere en este contexto». Enfocar el tema la Encarnación sin considerar la cruz conduce a una falsa sentimentalidad y negligencia del horror y la magnitud del pecado humano.

Segundo, si la muerte de Cristo en la cruz es el verdadero significado de la Encarnación, entonces no puede haber ningún evangelio sin la cruz. La Navidad por sí sola no es el evangelio. La vida de Cristo no es el evangelio. Ni siquiera la resurrección, con toda la importancia que tiene en el esquema final de toda obra, es el evangelio por sí sola. Porque las buenas noticias no son sólo que Dios se hizo hombre, ni que Dios habló para revelarnos la vida que deberíamos seguir, ni siquiera que la muerte, esa gran enemiga, ha sido conquistada. Las buenas noticias son que se ha conquistado al pecado (la resurrección es prueba ello); que Jesús ha sufrido su castigo como nuestro representante, para que nosotros nunca tengamos que sufrirlo; y que por lo tanto todos los que creen en Él pueden esperar el cielo. Además, los demás temas bíblicos deben ser vistos en este contexto, como ya hemos visto en el caso de la Encarnación. Emular la vida de Cristo y sus enseñanzas sólo es posible para aquellas personas que han entrado en una nueva relación con Dios mediante la fe en Jesús como su sustituto. La resurrección no es simplemente la victoria sobre la muerte (si bien trata de esto también) sino la prueba que la expiación fue una expiación satisfactoria a la vista del Padre (Ro. 4:25), y que la muerte, el resultado del pecado, ha sido abolida sobre esa base.

Cualquier evangelio que sólo hable del acontecimiento de Cristo, entendiendo por esto la Encarnación sin la expiación, es un evangelio falso. Cualquier evangelio que hable sobre el amor de Dios sin señalar que su amor lo llevó a pagar el precio más caro por el pecado, en la Persona de su Hijo sobre la cruz es un evangelio falso. El único evangelio verdadero es el de «un Mediador» (1 Tim. 2:5-6), quien se dio a sí mismo por nosotros.

Por último, del mismo modo que no puede haber un evangelio sin la expiación como razón de la Encarnación, tampoco puede darse una vida cristiana sin ella. Sin la expiación el tema de la Encarnación se torna fácilmente en una especie de deificación de lo humano y conduce a la arrogancia y al provecho propio. Con la expiación, el verdadero mensaje de la vida de Cristo, y por tanto también el significado de la vida de los hombres y mujeres cristianos, es la humildad y el sacrificarse para suplir las necesidades de otros. La vida cristiana no consiste en la indiferencia frente a aquellos que padecen hambre, o están enfermos, o están sufriendo alguna limitación. No es el contentamiento con la propia abundancia, ni la abundancia de una clase media con casas y automóviles y ropa y vacaciones, ni la abundancia de una buena educación, ni siquiera la abundancia de buenas iglesias, Biblias, enseñanza bíblica o amigos y conocidos cristianos. Se trata de tomar conciencia de que no todos tienen estas cosas y que por lo tanto nosotros debemos sacrificar muchos de nuestros propios intereses para poder identificarnos con estas personas y así traerlas paulatinamente a la misma abundancia de la que disfrutamos.

Pablo escribió con respecto a la Encarnación: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Co. 8:9). Esta es también una afirmación sobre la expiación y la vida cristiana. En realidad ocurre en un capítulo en el que Pablo está hablando sobre las obligaciones que los cristianos de Corinto tenían de dar dinero para suplir las necesidades de los menos afortunados que vivían en Judea. Sólo podremos vivir plenamente para Cristo cuando estemos dispuestos a ser empobrecidos, si así fuese necesario, para que otros puedan ser ayudados.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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