​​Cuando alguna acción toma lugar, hay un agente (Quién lo hace); hay un medio usado (Cómo se hace); y hay un fin en mente (el Qué o el resultado final). Por ejemplo, nosotros escogemos cómo haremos algo (los medios) conforme a qué es lo que queremos lograr (el fin). Entonces podemos decir que el fin es la razón por la que llevamos a cabo los medios. Y si hemos escogido los medios correctos, el fin es cierto. Obviamente si el agente que se propone hacer algo, ha escogido lo medios correctos para hacerlo, entonces no puede fallar.
Podemos aplicar estos principios a nuestro propósito de por quién murió Cristo. Primero veremos quién es el agente que pretende redimirnos. Después veremos qué medios fueron usados para redimirnos. Y finalmente veremos cuál fue el resultado de los medios usados.

 Según la Biblia el agente que propuso nuestra salvación, es el Dios Trino. Todas las otras agencias fueron solamente instrumentos en sus manos. (Hch.4:28). El agente principal es la Santa Trinidad.

DIOS EL PADRE:  AGENTE DE NUESTRA SALVACIÓN
Para contestar a la pregunta ¿Fue Dios el Padre el agente de nuestra salvación? Damos la respuesta de dos maneras: Fue el Padre quien envió al Hijo para que muriera, y fue el Padre quien castigó a Cristo por nuestros pecados. Podemos examinar estas dos cosas en forma más detallada.

1. Está claro en muchos textos bíblicos que el Padre envió al Hijo al mundo. Por ejemplo: “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. (Gál.4:4-5). El enviar al Hijo incluyó al Padre en tres cosas:

a. Primero, hubo el propósito original que Dios siempre tuvo en mente. (1Pe.1:20)
b. Segundo, hubo el acto de darle al Hijo todas las capacidades necesarias para la obra que fue enviado a realizar. (Jn.3:34-35) (Como el Hijo de Dios, ya estaba perfecto en su deidad, pero como el Hijo del hombre le fueron concedidos los dones necesarios.)
c. Tercero, se le prometió al Hijo toda la ayuda necesaria para asegurar el éxito de su obra. (Is. 53:10-12, Sal.2, Jn.17).

2. Queda claro por muchos textos de la Biblia que el Padre castigó a Cristo Jesús por nuestros pecados. Por ejemplo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor.5:21). Podemos decir que Cristo sufrió y murió en nuestro lugar. Siendo esto cierto, ¿No es extraño que Cristo sufriera en lugar de los que acabarían sufriendo por sus propios pecados? Podemos plantear el asunto de la siguiente manera:

a. Cristo murió por todos los pecados de todos los hombres
b. Cristo murió por todos los pecados de algunos hombres
c. Cristo murió por algunos pecados de todos los hombres.

Si la última declaración es cierta, entonces todos los hombres han sido dejados todavía con algunos pecados y nadie será salvo.

Si la primera declaración verdadera, entonces ¿Por qué no son librados todos los hombres del pecado? Si alguien responde que es a causa de su incredulidad, entonces yo pregunto, ¿La incredulidad no es un pecado? Si no es un pecado, entonces ¿por qué razón son castigados los hombres por ser incrédulos? Si es un pecado, entonces tiene que ser incluido entre los pecados por los cuales Cristo murió. Entonces la primera declaración no es cierta. Queda claro entonces que la única posibilidad que permanece, es que Cristo sufrió por todos los pecados de algunos hombres. Es decir, solamente por los pecados de los elegidos.

DIOS HIJO: EL AGENTE DE NUESTRA SALVACIÓN
Puesto que Dios Hijo acordó voluntariamente hacer lo que el Padre decretó, podemos decir que El también fue un agente en nuestra salvación. Jesús dijo: “mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Jn.4:34). Hay tres maneras en que Cristo demostró su voluntad de ser un agente de nuestra salvación:

1. Estuvo dispuesto a dejar la gloria de su naturaleza divina y aparecer como un hombre. “Así que por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo” (He.2:14). Nótese que no dice que El hizo esto porque toda la raza humana estaba compuesta de carne y sangre, sino más bien porque “los hijos que Dios me dio” (He.2:13) fueron humanos. Entonces su voluntad dispuesta fue en relación con aquellos hijos, y no para toda la raza humana.
2. Estuvo dispuesto a darse a sí mismo como una ofrenda. Es cierto que Cristo sufrió muchas cosas de una forma pasiva. No obstante es también cierto, que se dio a sí mismo activa y voluntariamente a esos sufrimientos. Sin su consentimiento voluntario, estos sufrimientos no habrían tenido valor alguno. Así El podía decir verdaderamente: “Por esto me ama el Padre, porque yo pongo mi vida… nadie me la quita sino que yo de mi mismo la pongo” (Jn.10:17-18).
3. Sus oraciones a favor de sus hijos demuestran su deseo de ser un agente en su salvación. Ahora, Cristo ha entrado al lugar santísimo en el cielo (He.9:11-12). Su obra ahí es la de un intercesor. Fíjense que no ora por el mundo (Jn.17:9), sino por aquellos por quienes murió (Rom.8:34). Pide que aquellos que le han sido dados, vengan a donde El está y vean su gloria (Jn.17:24). Entonces queda claro que no pudo haber muerto por todos los hombres.

DIOS EL ESPÍRITU, EL AGENTE DE NUESTRA SALVACIÓN
La Biblia habla de tres cosas en las cuales el Espíritu Santo obra con el Padre y con el Hijo para redimirnos. Estas actividades muestran que el Espíritu Santo es también un agente en nuestra salvación.
1. El cuerpo humano que Cristo tomó cuando se hizo hombre fue creado por el Espíritu Santo en la matriz de María “y se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mt.1:18).
2. La Biblia dice que cuando Cristo se ofreció a sí mismo como un sacrificio, que lo hizo por el Espíritu Santo. “Cristo el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (He.9:14). Aquí queda claro que el Espíritu Santo fue en alguna manera el instrumento que hizo posible la ofrenda de Cristo.
3. Hay declaraciones también en la Escritura que muestran que la obra de levantar a Cristo de los muertos fue la obra del Espíritu Santo. “Siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en espíritu” (1 Pe.3:18).

No hay duda de que el Espíritu Santo hizo cosas importantes al cooperar con el Padre y con el Hijo en el propósito de nuestra redención. Hemos visto que cada persona de la Trinidad puede ser llamada un agente de nuestra salvación. Es importante guardar en mente que, aunque para el propósito de nuestro estudio hemos distinguido entre la obra de cada persona divina, sin embargo no son realmente tres agentes en nuestra salvación, sino solo uno, porque Dios es uno. Entonces, podemos decir que la Trinidad al completo es el agente de nuestra redención.

…Continuará…..

Extracto del libro: la muerte de la muerte por la muerte de Cristo, de John Owen

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