​​  En la obra particular de nuestra salvación hay dos acciones específicas que Cristo ha realizado.   Los dos hechos históricos de Cristo son:
1. Ofrecerse a sí mismo en el pasado.
2. Su intercesión por nosotros ahora. Al ofrecerse a sí mismo incluye todo lo que estaba involucrado en su venida para morir: El despojarse a sí mismo de su gloria celestial, ser nacido de mujer, su humillación y obediencia a la voluntad del Padre a lo largo de su vida y su muerte en la cruz.

Y también en la intercesión de Cristo por nosotros se incluye su resurrección y su ascensión, puesto que estas son la base de ella. Sin estas, la intercesión no sería posible.

Los beneficios propuestos por estos dos hechos son para las mismas personas; Cristo ora por aquellos por quienes Él murió (Jn.17:9). Sabemos que su intercesión es eficaz; “Yo sabía que siempre me oyes”, dijo Cristo en Juan 11:41. Por consiguiente, todos aquellos por quienes el murió, tienen que recibir todas las cosas buenas obtenidas por su muerte. Y esto a su vez, destruye la enseñanza de que Cristo murió por todos los hombres.

Es importante notar que en las Escrituras, el sacrificio de Cristo y su intercesión están vinculados. Por ejemplo:

1. Cristo justifica a aquellos cuyas iniquidades Él llevó (Is.53:11).
2. Cristo intercede por aquellos cuyos pecados Él llevó (Is.53:12).
3. Cristo fue resucitado de entre los muertos para justificar a aquellos por quienes Él murió (Rom.4:25).
4. Cristo murió por los elegidos de Dios y ahora ora a favor de ellos. (Rom.8:33-34).    

Por consiguiente, es obvio que Cristo no pudo haber muerto por todos los hombres; porque si lo hubiera hecho, entonces todos los hombres serían justificados, cosa que evidentemente no existe.  Sacrificar e interceder son dos deberes de un sacerdote. Si el sacerdote fracasa en alguno de ellos, entonces falla en su fidelidad como sacerdote a favor de su pueblo. Jesucristo es señalado tanto como nuestra propiciación (sacrificio), como también nuestro abogado (representante). (1 Jn.2:1-2) La Biblia habla de Él como ofreciendo su sangre (He.9:11-14) y también como intercediendo por nosotros (He.7:25). Puesto que Él es un sacerdote fiel, tiene que realizar ambos deberes perfectamente. Así dado que sus oraciones siempre son escuchadas, no puede estar intercediendo por todos los hombres porque no todos son salvados. Por lo tanto, debe estar claro que no pudo haber muerto por todos los hombres tampoco. Siempre debemos acordarnos de la manera en que Cristo intercede ahora por nosotros. La Escritura dice que es por medio de presentar su sangre en el cielo. (Heb.9:11,12,24) En otras palabras: Él intercede presentando sus sufrimientos al Padre. Por lo tanto, los dos actos, sufrimiento e intercesión deben estar relacionados con las mismas personas, de otro modo sería en vano usar el uno como la base del otro. Cristo mismo une su muerte y su intercesión como el único medio de nuestra redención en su oración en Juan 17. En esta oración se refiere al ofrecimiento de sí mismo en la muerte y ora por los suyos, los que el Padre le había dado. Nosotros no podemos separar estos dos actos puesto que Cristo mismo los une. El uno sin el otro sería inútil de todas maneras, como Pablo lo argumenta: “si Cristo no resucitó, (y por lo tanto no estaría intercediendo) vuestra fe es vana; y aún estáis en vuestros pecados” (1Cor.15:17). Entonces no hay ninguna seguridad de salvación para nosotros si separamos la muerte de Cristo de su intercesión. ¿De que serviría decir que Cristo murió por mí en el pasado, si no intercede por mí en el presente? Somos salvos de la condenación de nuestros pecados sólo si Cristo nos justifica ahora. Yo podría ser condenado todavía si Cristo no rogara ahora por mí. Así, está claro que su intercesión debe ser por las mismas personas por quienes Él murió y por lo tanto, no podría haber muerto por todos    

  Para asegurar que el resultado que uno quiere se lleve a cabo, hay que usar los medios correctos; si se hace una cosa correctamente, eso asegura la realización del propósito. Las Escrituras afirman más allá de cualquier duda, que el Dios trino (Padre, Hijo y Espíritu) tiene la intención de salvar hombres. La obra de Cristo es el medio usado para lograr este fin. Puesto que Dios siempre hace las cosas correctamente, tenemos que decir que todos los que son realmente redimidos, son aquellos que Él se propuso (que Él quiso) redimir. De otro modo Dios habría fallado en la realización de su propósito. Podemos decir que hubo dos propósitos en la muerte de Cristo, uno principal y otro secundario. El propósito principal de la muerte de Cristo fue el de glorificar a Dios. En todas las cosas que Dios hace, su primer propósito es mostrar su propia gloria. Todas las cosas existen principalmente para glorificar a Dios. (Ef.1:12, Fil.2:11, Rom.11:36). Pero la muerte de Cristo tuvo también un propósito secundario, el de salvar a los hombres de sus pecados y llevarlos a Dios. Entonces vamos a demostrar que la muerte de Cristo ha comprado, para todos por quienes murió, todo lo necesario para que gocen de dicha salvación con total seguridad.
 …. Continuará….

 Extracto del libro: la muerte de la muerte por la muerte de Cristo, de John Owen

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