​"No hablarás contra tu prójimo falso testimonio" (Ex. 20:16).

Cuando hablamos del robo de la reputación de los demás en la última sección ya estábamos anticipando el noveno mandamiento: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio» (Ex. 20:16).

Este es el último de una serie de mandamientos relacionados con el respeto a los derechos de los demás, como una expresión del mandamiento a amar. Cuando insultamos a una persona le estamos hurtando su buen nombre y su reputación social. «Este mandamiento no es solamente válido en las cortes de justicia. Si bien incluye el perjurio, también están implícitas todas las formas de escándalo, toda conversación ociosa y charlatanería, todas las mentiras y las exageraciones deliberadas y las medias verdades que distorsionan la verdad. Podemos hablar falso testimonio cuando atendemos a ciertos rumores maliciosos y luego los seguimos transmitiendo, o cuando usamos a otra persona para burlarnos de ella, creando impresiones falsas, o cuando no corregimos afirmaciones falsas, tanto por nuestro silencio como por nuestro discurso».

Nuestro deber hacia las demás personas es sólo la mitad del cuadro. No solamente estamos dañando a otra persona cuando damos un falso testimonio o juramos en falso. Nuestra infidelidad a la verdad también deshonra a Dios. Él es el Dios de la verdad y odia la mentira (Is. 65:16; Jn. 14:6). La Biblia nos dice: «He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo» (Sal. 51:6). Nos dice que la persona que es obediente a Dios «no se goza de la injusticia, mas se goza en la verdad» (1 Co. 13:6). Y también dice: «Hablad verdad cada uno con su prójimo» (Ef. 4:25).

Esto no es fácil de llevar a cabo, como cualquiera que esté preocupado de su integridad personal puede reconocer. En algunas situaciones, mentir o al menos no decir toda la verdad, parece ser el curso de acción debido. En otras situaciones, el decir la verdad parece imposible. Para los hombres bien puede ser imposible; pero con Dios todo es posible(Lc. 18:27). ¿Cómo podemos comenzar a crecer en esta área? El primer paso radica en tomar conciencia de que «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt. 12:34) y que el corazón solamente puede cambiar cuando el Señor Jesucristo toma posesión del mismo. Si nuestros corazones están llenos de nuestro ego, entonces inevitablemente siempre usamos la verdad en beneficio nuestro. Pero si la verdad inunda nuestro corazón, como lo hará cuando Cristo lo controle, entonces lo que digamos será la verdad y crecientemente será de edificación para los demás.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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