En BOLETÍN SEMANAL
​La oración - necesaria para la salvación¿Cómo puede alguien recibir el perdón de sus pecados sin haber antes elevado su corazón con aquella oración de, "Señor: dame la salvación y el perdón"? No puedo encontrar en la Biblia el que alguien se salve por sus oraciones, pero tampoco puedo encontrar el que alguien se haya salvado sin la oración.


«Es necesario orar siempre» «Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar.» (Lucas 18:1; 1ª Timoteo 2:8).

En la vida práctica de la profesión cristiana la oración es la actividad más importante. Todo lo demás se supedita a la oración. La lectura de la Biblia, la observancia del Día del Señor, la predicación, los cultos, la Cena del Señor, todo esto es muy importante: pero ninguna de estas cosas es tan importante como la oración. En el estudio de este tema me propongo dar algunas razones para justificar mi lenguaje tan enfático sobre la oración, e invito a toda persona, en cuyas manos caiga este estudio, a que medite con atención sobre las mismas.

La oración es absolutamente necesaria para la salvación y esto lo digo con conocimiento de causa. Pero debo aclarar que con esta declaración no me refiero, ni incluyo, a los niños pequeños ni a los deficientes mentales, como tampoco pretendo decidir el estado final de los paganos. Me refiero, de una manera muy especial, a todos aquellos que se llaman y se consideran cristianos y viven en un país que profesa ser cristiano. Para todas estas personas la oración es absolutamente necesaria para su salvación.

Creo firmemente que la salvación es por gracia. Con gozo estaría dispuesto a ofrecer el perdón completo y gratis del Evangelio al peor de los pecadores. No vacilaría ni un momento en acercarme a su lecho de muerte y decir: «Cree en el Señor Jesucristo – aún en estos momentos – y serás salvo”. Pero no encuentro ningún lugar de la Biblia el que una persona pueda obtener la salvación sin pedirla. ¿Cómo puede alguien recibir el perdón de sus pecados sin haber antes elevado su corazón con aquella oración de, «Señor: dame la salvación y el perdón»? No puedo encontrar en la Biblia el que alguien se salve por sus oraciones, pero tampoco puedo encontrar el que alguien se haya salvado sin la oración. No es absolutamente necesario para la salvación el que una persona tenga que leer la Biblia. Hay personas que no saben leer, o son ciegas, y que sin embargo tienen a Cristo en su corazón.

No es absolutamente necesario para la salvación el que una persona tenga que oír el evangelio. Hay personas sordas, enfermas, o que viven en lugares donde no se predica el evangelio, y que, sin embargo, por otros conductos han recibido a Cristo en su corazón. Pero esto no puede decirse con respecto a la oración. Es absolutamente necesario para la salvación el que una persona ore.

Nadie puede desempeñar por nosotros el cuidado por nuestra salud, ni el cultivo de nuestra mente. Tanto los príncipes y reyes, como los pobres y humildes, deben satisfacer por ellos mismos las necesidades de sus cuerpos y de sus mentes. Nadie puede comer, beber o dormir a través de otra persona. Nadie puede aprender el alfabeto por otra persona. Todas estas cosas debe hacerlas uno por sí mismo, porque de no ser así, nunca podrían hacerse.

Y lo mismo que sucede con el cuerpo y la mente, sucede con el alma. Hay ciertas cosas que son absolutamente necesarias para el bienestar del alma; pero sólo individualmente pueden atenderse. Cada persona, individualmente, tiene que acudir a Cristo; cada persona, individualmente, tiene que orar y hablar con Dios. Cada uno de nosotros debe hacer esto; no hay nadie que pueda hacerlo por nosotros.

¿Podemos esperar que la salvación nos venga de un «Dios no conocido»? ¿Y cómo podemos conocer a Dios sin la oración? Para conocer a las personas de nuestro alrededor debemos primero hablar con ellas. No podemos conocer a Dios en Cristo a menos que le hablemos por la oración. Si deseamos estar con Él en el cielo, primeramente debemos ser sus amigos aquí en la tierra, y para ser sus amigos debemos orar.

En el día de la venida de Cristo, muchos se sentarán a su diestra. Todos los santos del norte, del sur, del este y del oeste serán reunidos, y habrá «una multitud que nadie podrá contar.” (Apocalipsis 7:9) El canto de victoria que brotará de sus gargantas, cuando al fin su redención sea completa, será un cántico glorioso; sobrepasará en mucho al ruido de las muchas aguas y al estruendo de los truenos. Pero no habrá desarmonía en el cántico: todos cantarán a una voz y con un sólo corazón. Y es que la experiencia de todos ellos habrá sido la misma: todos creyeron, todos fueron lavados con la sangre de Cristo, todos nacieron de nuevo, todos oraron. Sí, debemos orar en esta tierra, porque de otro modo nunca adoraremos en el cielo. Debemos ir primero a la escuela de la oración para conseguir aquella aptitud que un día nos permita participar en la fiesta de la alabanza. En resumen: el no orar implica estar sin Dios, sin Cristo, sin gracia, sin esperanza, sin cielo; implica estar en el camino que conduce a la condenación.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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