En BOLETÍN SEMANAL
​Aprendiendo a orar:
La esencia de la oración es simplemente hablar con Dios como lo harías con un amigo, sin pretensiones ni ligerezas. Sin embargo, muchos creyentes tienen problemas con esta actitud hacia la oración. Debido a que la comunión con Dios es tan vital y la oración tan efectiva para el cumplimiento del plan de Dios, el enemigo intenta constantemente introducir errores en nuestro entendimiento y compromiso con la oración.

​Martin Lloyd-Jones escribió una vez: «La oración es sin lugar a dudas la actividad suprema del alma del ser humano. El hombre llega a lo máximo cuando de rodillas se encuentra frente a frente con Dios'».

El comentarista J. Oswald Sanders añade esta apreciación acerca de la oración:
No hay ejercicio espiritual que sea tal mezcla de complejidad y simpleza. Es la forma más sencilla de hablar que los labios de un bebé pueden emitir, pero es el esfuerzo más sublime que llega a la Majestad de Dios en los cielos. Es tan apropiado para el antiguo filósofo como para el niño más pequeño. Es la exclamación de un momento y la actitud de toda una vida. Es la expresión de la fe y de la lucha de la misma fe. Es una agonía y un éxtasis.  En un momento se aferra a Dios y ata al diablo. Se puede enfocar en un solo objetivo y puede deambular por todo el mundo. Puede ser una vil confesión y una absorta  adoración. Inviste al hombre insignificante con un halo de grandeza’.  

La esencia de la oración es simplemente hablar con Dios como lo harías con un amigo, sin pretensiones ni ligerezas. Sin embargo, muchos creyentes tienen problemas con esta actitud hacia la oración. Debido a que la comunión con Dios es tan vital y la oración tan efectiva para el cumplimiento del plan de Dios, el enemigo intenta constantemente introducir errores en nuestro entendimiento y compromiso con la oración.
Cada generación se enfrenta a la necesidad de volver a dar prioridad y purificar una percepción corrupta o confusa de la oración. Para muchos, la oración ha sido reemplazada con la acción pragmática. La función anula la comunión con Dios; los ajetreos desplazan la comunicación.

Para otros, la oración carece de admiración y respeto. Sus esfuerzos son superficiales, irrespetuosos e irreverentes. Luego están aquellos que creen
que la oración se diseñó para exigir y reclamar a Dios. Ellos intentan forzarlo a que haga lo que creen que él debería hacer por ellos. Finalmente, para otros la oración no es nada más que un rito.

Puede que consideres a la oración con el mayor respeto posible, pero te das cuenta de que tu propia práctica carece de propósito y vitalidad, así que no pasas tiempo con Dios como sabes que deberías hacerlo. Aunque hay muchas razones por las  cuales los cristianos batallan con la oración, yo creo que hay un factor que se impone. Martin Lloyd-Jones escribe:
“Es la actividad más sublime del alma humana, y por lo tanto es al mismo tiempo la prueba máxima de la verdadera condición espiritual del hombre. No hay nada que diga tanto la verdad sobre nosotros como cristianos que
nuestra vida de oración… En última instancia, por lo tanto, el hombre descubre la condición real de su vida espiritual cuando se examina en privado, cuando está a solas con Dios… ¿Y no sabemos todos lo que es descubrir que, de algún modo, tenemos menos que decirle a Dios cuando estamos solos que cuando estamos en la presencia de los demás? No debería ser así; pero lo es a menudo. Así que cuando dejamos la esfera de las actividades tratos externos con otras personas, y estamos a solas con Dios, es que realmente sabemos dónde nos encontramos en el sentido espiritual”.
Estar a solas con Dios, una oportunidad como esta debería ser el mayor deseo de un cristiano. Qué triste que tantos creyentes pasen tan poco tiempo con Él, o no se dirigen a Él en absoluto, porque tienen poco que decir.

Necesitamos entender lo que los escritores novotestamentarios, inspirados por el Espíritu Santo, desarrollaron en base a ese fundamento.

Vamos a examinar con estos estudios la actitud que todos los creyentes deberían tener en cuanto a su comunión con Dios. Todos los cristianos deberían necesariamente tener sus corazones centrados  en Dios para que la comunión con Él sea una función natural y común en su vida.  Todos nosotros necesitamos protegernos en contra de orar con la actitud equivocada. Eso fue lo que ocurría con los fariseos, quienes consideraban la oración como un medio para magnificar públicamente su espiritualidad en lugar de una humilde oportunidad para glorificar a Dios.

Pero lo que vamos a aprender también es que la oración no es un intento para lograr que Dios esté de acuerdo con nosotros o que supla nuestros deseos egoístas, sino que es más bien una afirmación de su soberanía, justicia y majestad, así como un ejercicio para conformar nuestros deseos y propósitos a Su voluntad y gloria.

Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur

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