En BOLETÍN SEMANAL
La verdadera Iglesia es el cuerpo de Cristo; ningún hueso de este místico cuerpo será roto. La verdadera Iglesia es la esposa de Cristo; aquellos que Dios ha unido por el Pacto Eterno, jamás podrán separarse.


«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16:18)

Las palabras de nuestro versículo encierran una gloriosa promesa. El Constructor de la Iglesia dice: «Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” Aquel que no puede mentir ha dado su palabra de que todos los poderes del infierno no podrán destruir su Iglesia. Pese a los continuos asaltos, la iglesia continuará y permanecerá. Nunca será vencida. Todas las demás cosas creadas pasarán y perecerán, pero no la Iglesia que está edificada sobre la Roca.

En rápida sucesión, los imperios se han levantado y han caído. Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, Cartago, Roma, ¿dónde están todos estos imperios? Todos eran creación humana, por eso han desaparecido. Pero la verdadera Iglesia de Cristo todavía perdura. Las ciudades más poderosas se han transformado en montones de ruinas. Las amplias murallas de Babilonia se han hundido en la tierra. Los palacios de Nínive no son más que montículos de polvo. Las cien puertas de Tebas sólo quedan en la historia. Hoy en día Tiro no es más que un humilde lugar donde los pescadores cuelgan sus redes. El lugar que ocupa Cartago está completamente desolado. Pero la verdadera Iglesia aún se levanta y permanece. Las puertas del infierno no han prevalecido contra ella.

En la mayoría de los casos, las iglesias visibles más antiguas han decaído o desaparecido. ¿Dónde están la iglesia de Éfeso y la de Antioquía? ¿Dónde están la iglesia de Alejandría y la de Constantinopla? ¿Dónde están las iglesias de Corinto, Filipos y Tesalónica? ¿Dónde están todas estas iglesias? Se apartaron de la Palabra de Dios. Se enorgullecieron de sus obispos, de sus ceremonias y de su antigüedad y cultura. No se gloriaron en la cruz de Cristo. No retuvieron la pureza del Evangelio. No dieron al Señor Jesús el lugar que le correspondía, ni el oficio que es exclusivamente suyo. Ahora pertenecen al pasado, entre las cosas que han sido. Su candelabro ha sido quitado. Pero durante todo este tiempo la verdadera Iglesia ha perdurado.

Al sobrevenir la persecución en un país, la verdadera Iglesia se ha refugiado en otro. Al ser pisoteada y oprimida en un lugar, la Iglesia ha echado raíces y florecido en otro. Ni el fuego, ni la espada, ni la prisión, ni las penalidades, han podido destruir su vitalidad. Sus perseguidores han perecido, pero la Palabra de Dios ha sobrevivido, crecido y se ha multiplicado. Por débil que pueda parecer a los ojos humanos, la verdadera Iglesia ha sido un yunque que ha roto muchos martillos en los tiempos pasados, y con total seguridad romperá muchos más antes de que venga el fin. «Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo»(Zacarías 2:8).

La promesa de nuestro versículo es cierta con respecto a todo el cuerpo de la verdadera Iglesia. Cristo jamás dejará de tener un testigo en el mundo. Él ha tenido hijos fieles aun en medio de los peores tiempos. Aun en los días de Acab Dios tenía siete mil en Israel que no doblaron sus rodillas ante Baal. Hay algunos también ahora, yo creo, en los lugares oscuros de la Iglesia Romana y de la Iglesia Griega, quienes, a pesar de muchas debilidades, sirven a Cristo. El diablo puede rugir terriblemente, y en algunos países la Iglesia puede ser abatida en gran manera, pero las puertas del infierno nunca podrán prevalecer contra ella.

La promesa de nuestro versículo es cierta con respecto a cada miembro individual de la Iglesia. Algunos entre el pueblo de Dios, de tal modo han sido turbados, que incluso han desesperado de su seguridad. Algunos, como David y Pedro, han caído tristemente. Algunos, como Cranmer y Jewell, se han apartado de la fe por un tiempo. Muchos han sido probados con crueles dudas y temores. Pero al final, todos han llegado felizmente a su destino, tanto el más joven como el más viejo; tanto el más débil como el más fuerte. Y así será hasta el fin del mundo. ¿Puedes evitar que mañana salga el sol? ¿Puedes evitar que en el Canal de Bristol, la marea suba y baje? ¿Puedes entorpecer el curso de los planetas alrededor de sus respectivas órbitas? Si tú pudieras evitar y conseguir todo esto, entonces, y sólo entonces, tú podrías evitar la salvación de cualquier creyente.

La verdadera Iglesia es el cuerpo de Cristo; ningún hueso de este místico cuerpo será roto. La verdadera Iglesia es la esposa de Cristo; aquellos que Dios ha unido por el Pacto Eterno, jamás podrán separarse. La verdadera Iglesia es el rebaño de Cristo; si el león venía y tomaba un cordero del rebaño de David, éste con presteza se levantaba y lo arrebataba de su boca. Cristo hace lo mismo; ningún cordero del rebaño de Cristo, por enfermo que esté, perecerá. En aquel gran día, Cristo dirá al Padre: «A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió.” (Juan 17:12). La verdadera Iglesia es como el trigo de la tierra; puede ser agitado, zarandeado y movido de acá para allá; pero ni un solo grano se perderá. La cizaña y los abrojos serán quemados, pero el grano será recogido en el alfolí. La verdadera Iglesia es el ejército de Cristo. El Capitán de nuestra salvación no perderá a ninguno de sus soldados; sus planes nunca podrán fracasar. La lista de los soldados al empezar la batalla será la misma que al terminarla. De los soldados que gallardamente salieron de Inglaterra para luchar en la guerra de Crimea, ¡cuántos no regresaron! Pero no es así con el ejército de Cristo; al final de la contienda, ninguno de sus soldados será echado de menos. El mismo Señor Jesús dice: «Y nunca perecerán.” (Juan 10:28).

El diablo puede echar en la cárcel a algunos de los miembros de la verdadera Iglesia. Puede incluso matarlos, ahorcarlos y torturarlos; pero una vez que ha matado el cuerpo, ya no puede hacer nada más; el diablo no puede herir el alma. Cuando hace pocos años las fuerzas francesas tomaron Roma, en las paredes de una celda de la inquisición se encontraron escritas las palabras de un prisionero. No sabemos quién era éste; pero sus palabras son dignas de recordarse, porque por ellas este prisionero, «aunque muerto, todavía habla.” Las palabras que escribió en las paredes, muy posiblemente después de una injusta sentencia y excomunión, son en verdad impresionantes: «Bendito Jesús, ellos no pueden echarme de tu verdadera Iglesia.” ¡Cuán ciertas son estas palabras! Todo el poder de Satanás resulta insuficiente para echar fuera de la verdadera Iglesia a un creyente.

No temamos por la Iglesia de Cristo cuando sus pastores mueren y sus santos van con el Señor. Cristo sostendrá siempre su causa. Él levantará siervos mejores y hará lucir estrellas más brillantes en su Iglesia. Las estrellas están todas en su diestra. Abandona todos tus pensamientos ansiosos con respecto al futuro. Deja ya de afligirte por las decisiones Estatales, o por las intrigas de los lobos con piel de cordero. Cristo cuidará siempre de su Iglesia y hará que «las puertas del infierno» no prevalezcan contra ella. Aunque nuestros ojos no puedan apreciarlo, todo va bien. Los reinos de este mundo todavía vendrán a ser los reinos de nuestro Dios y de su Cristo.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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