En PREGUNTAS
El asunto no es si alguna vez levantaste tu mano en una campaña evangelística y pasaste al frente en una iglesia, o si has tenido algún tipo de experiencia mística conectada con el nombre “Jesús”.  Si nunca te has visto como un miserable pecador que va camino al infierno y viviendo una vida vacía y sin sentido, si te sientes satisfecho contigo mismo, tu nunca has venido a Cristo.

Venir a Cristo no puede equipararse a ninguna acción física como salir al frente en una iglesia o levantar la mano. ¿Qué significa, entonces, venir a Cristo? Lo mismo que creer en Él (comp. Jn. 6:35, 37-40).

Ambas expresiones se intercambian en las Escrituras porque ambas significan la misma cosa. Aunque podríamos decir que la expresión “venir a Cristo” es más descriptiva y específica. Creer en Cristo es un término más general,  mientras que venir a Cristo es un término más específico.

Hay tres elementos envueltos en ese venir a Cristo, pero por ahora sólo consideraremos el primero de ellos: el reconocimiento de una necesidad que sólo Cristo puede llenar: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados – dice el Señor, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).

¿Quiénes son invitados? Aquellos que perciben el cansancio y la carga espiritual en sus corazones, aquellos que están conscientes de su necesidad. Es imposible venir a Cristo si no poseemos esa conciencia de que somos personas necesitadas.

“¡Venid, todos los sedientos, venid a las aguas!” (Is. 55:1). No todos son invitados, sólo los sedientos.

Jn. 7:37 “En el último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba”. Una vez más ¿Quién es invitado a venir? El que tiene sed. El que percibe su necesidad.

Ap. 22:17, la última invitación de las Escrituras: “…el que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida”. Todo el que quiera puede venir, pero ¿quiénes querrán? Los que tienen sed. Nadie querrá venir a Cristo a menos que tenga sed.

Así como la sed es una necesidad que se percibe a nivel consciente, y que sólo el agua o algo líquido puede suplir, así también es la sed del alma. Podemos ofrecer un cheque de un millón de pesos a un hombre en el Sahara que tiene dos días sin probar una gota de agua, y eso no llenará su necesidad. Lo que él necesita en ese momento es agua, y lo que él desea con todas las fuerzas de su corazón no es un cheque, sino agua. Es una necesidad muy específica que se percibe a nivel consciente y que sólo algo específico puede suplir.

Y ahora el Señor dice a Su auditorio: “si alguno de los aquí presentes percibe la necesidad espiritual de su alma, esa necesidad que sólo Yo puedo llenar, que venga a Mí y será saciado”.

Nadie puede venir a Cristo hasta tanto no percibe esa necesidad del alma, ese profundo vacío, y sobre todo esa carga y ese cansancio que producen una conciencia culpable, el reconocimiento de que hemos pecado gravemente contra Dios y que por causa de nuestros pecados estamos irremisiblemente perdidos.

Es de esa sed y de ese cansancio del que Cristo habla en estos textos. Todos los hombres sin Cristo están cansados y sedientos, pero no todos lo perciben a nivel consciente, y es por eso que no todos vienen. Lo primero que hace Dios para atraer a un pecador a Cristo es mostrarle su necesidad, una necesidad que nada ni nadie, excepto Cristo, puede suplir (comp. Jn. 16:8-11).

El Señor dijo en una ocasión que los sanos no tienen necesidad de médico, si no los enfermos. Si no percibimos la enfermedad, ¿cómo buscaremos afanosamente la medicina que puede curarla?

El asunto no es si alguna vez levantaste tu mano en una campaña evangelística y pasaste al frente en una iglesia, o si has tenido algún tipo de experiencia mística conectada con el nombre “Jesús”.

Si nunca te has visto como un miserable pecador que va camino al infierno y viviendo una vida vacía y sin sentido, si te sientes satisfecho contigo mismo, tu nunca has venido a Cristo.

Yo no puedo negar tu experiencia, pero si puedo decirte con la autoridad de las Escrituras que sea lo que sea que hayas experimentado, no fue venir a Cristo, y por consiguiente continúas sumido en la perdición.

Pero si has percibido esa necesidad, si te sientes hambriento y sediento espiritualmente, trabajado y cargado por el peso de una conciencia culpable, no desesperes, porque ese es el primer paso para venir a Cristo, y Él puede suplir plenamente tu necesidad.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. ​

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