Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos.
El primer efecto que el hecho de ir al santuario le causó al salmista fue que le dio entendimiento, le afirmó los pies. ¿Cómo le fue dado entendimiento? La respuesta es que lo que le pasó en el santuario le enseñó a pensar correctamente. En otras palabras, no sólo nuestro razonar debe ser corregido y puesto en su lugar, no sólo debe ser racional espiritual y no racional del mundo, tiene que haber también una corrección hasta en los detalles. Esto es lo que le pasó al salmista.
Dividamos el trabajo para estudiarlo mejor:
Primero nos dice que ciertos defectos generales en su pensar fueron corregidos y luego nos dice que ciertos aspectos de su pensar fueron corregidos en detalle. Por el momento sólo nos ocuparemos de lo general. Aquí lo necesario es que nuestro pensar sea íntegro y no parcial. Su caída fue detenida, pero todavía estaba descontento. Estaba en una agonía mental cuando fue al santuario de Dios. Luego: «Comprendí el fin de ellos”. ¡Aquí está lo que él se había olvidado! Descubrió que su modo de pensar era incompleto.
Pienso, en último análisis, que uno de los problemas centrales es que nuestro modo de pensar tiende a ser parcial e incompleto. Conocemos estas líneas de Matthew Arnold: «Enfocó la vida con estabilidad y en su totalidad». Es difícil elogiar mejor a un hombre que decir que enfocó la vida con estabilidad y la vio en su totalidad. Creo que fue el Conde de Oxford y Asquith quien una vez dijo quo el más grande don que podría tener el hombre era la capacidad que él llamó «pensamiento cúbico», o sea la habilidad de analizar un tema por todos sus lados. La verdad es como un cubo, y tenemos que mirarla en todas sus facetas. Si nos analizamos, creo que encontraremos que es aquí donde fallamos. Tomemos al salmista, por ejemplo. Evidentemente ésta era la raíz de todos sus problemas. El estaba mirando de un solo lado; no veía otra cosa, y esto lo sujetó y lo atrapó.
¿Qué le sucedió cuando fue al Santuario de Dios? Empezó a ver las otras facetas. Comenzó a ver las cosas en su totalidad en vez de ver sólo una de las partes.
¿No es éste el problema de prejuzgar? Todos hemos nacido en este mundo como criaturas con prejuicios; y muchos errores en última instancia, han de explicarse en términos de prejuicio. Prejuicio es opinar sin pruebas acerca de problemas; enumeran todos los aspectos de la verdad, excepto uno y ése no nos deja ver los demás. Las personas que son propensas a prejuzgar invariablemente dejan expuesto cuál es el origen de sus problemas. Dicen: «Yo siempre dije esto». Exactamente. No ven el otro aspecto. El prejuicio sólo nos hace ver una faceta y no nos dejará mover. El resultado es que somos ciegos a los demás lados. Esto es causa de mucha tragedia en el mundo y ciertamente el origen de muchos de nuestros errores.
Ahora bien, yo sugeriría que cualquiera que no sea creyente está en esa situación, porque no ve la totalidad de la cosa. Esto explica muchas equivocaciones que se cometen. Tomemos, por ejemplo, al materialismo. La filosofía del materialismo no es ahora tan popular como lo fue tiempo atrás. Hacia fines del siglo pasado fue la filosofía predominante; todo se explicaba en este contexto. Ya no lo es ahora, porque la física nuclear está realmente aplastando la filosofía materialista, pues se nos dice que aun los objetos materiales están llenos de movimiento y fuerza. Nada es estático o inerte. Hay fuerzas, grandes fuerzas por todos lados, y lo que nosotros llamamos materia, no es más que una gran fuerza atómica uniendo ciertas cosas entre sí. Si hubiéramos dicho esto cincuenta años atrás, se hubiera tomado como una blasfemia científica. El materialismo tenía el control. ¿Por qué? Solamente estaban mirando un lado y no conocían todos los aspectos. Ahora el punto de vista materialista ha tenido que desaparecer.
Puedo ilustrar lo mismo en el campo de la medicina. Lo que se hace hoy en día —y debemos recordar que hay modas también en la medicina— es hablar de la medicina psicosomática. Por fin los profesionales han descubierto que el paciente mismo es importante. Hasta hace poco su interés era en la enfermedad o en ciertas partes del cuerpo humano, mientras que el paciente era ignorado. Cuando uno iba al doctor, a éste sólo le interesaba los dolores de su estómago. Atribuían los dolores de estómago a ciertas condiciones del mismo: acidez, etc. En mi época de estudiante, si me hubieran preguntado cuál era la causa más corriente de dolores de estómago, y yo hubiera contestado «preocupación y ansiedad» hubieran pensado que algo mal me pasaba, y me hubieran descalificado por no dar una respuesta científica. Pero ya hoy en día han descubierto que ésta es la respuesta. El cuerpo humano y su funcionamiento no es solamente una materia física, su espíritu es también importante en el contexto de su salud. La ansiedad, la preocupación, todas estas cosas, causan mensajes enviados por la mente a las partes locales del cuerpo. El cuerpo no es solamente materia. Hoy día, se reconoce la importancia de la mente, aunque todavía no se admite el factor espiritual. Dios permita que pronto se reconozca que el espíritu es tan importante como el alma (psique).
Del mismo modo, puedo demostrarles que toda la idea del hombre como unidad económica está basada en la misma falacia. El problema es que ven un solo aspecto. Cuando dicen que esto es todo, simplemente están prejuzgando y se han olvidado de otros factores que son importantes igualmente. Las personas que creen en la economía creen que todo el problema del hombre es uno: el económico. No —dice otra persona— no es económico, sino biológico, y él a su vez está listo para sugerir que la persona entera y su comportamiento se puede explicar en términos del equilibrio de las glándulas endocrinas.
Otros dicen que esto es totalmente erróneo, y que el hombre es esencialmente intelectual. Consideran al hombre como puro intelecto sentado en un vacío, enteramente racional, ¡sin otro factor alguno en su composición! No seguiremos elaborando más el asunto, pero, ¿no es evidente que el problema de todas estas teorías es que lo están mirando de un solo lado, considerando un solo aspecto, y por esto sus soluciones son parciales e incompletas? Lo que están olvidando, y lo que tantos otros se están olvidando, es la vida en sí. Se olvidan de los sentidos y de factores tales como la emoción. Estas cosas se dejan a un lado, y sin embargo forman parte de la vida, son esencialmente vitales. La concupiscencia, los deseos, el pecado, la maldad, todas estas cosas vienen al caso, todas estas realidades hacen lo que somos y hacen de la vida lo que es. «Hay muchas más cosas en los cielos y en la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía», dice el personaje de Shakespeare. Esto es lo que tenemos que decirle al hombre de hoy. Quizá Browning lo expresa aún mejor en su famosa poesía «Apología del Obispo Blougram». Allí se relata la entrevista entre el anciano obispo y el joven periodista que estaba desilusionado de la vida cristiana. El joven iba a razonar la vida por su propia cuenta. Iba a romper con todo lo que le habían enseñado en el pasado, iba a pensar por sí mismo y hacer una nueva filosofía. El anciano obispo le dijo en efecto: «¿Sabes que yo también una vez fui joven e hice exactamente lo que tú estas haciendo? Creía que tenía un perfecto entender, armé todas las partes componentes, poseía un perfecto sistema y filosofía de la vida. Creía que nada podría trastornarme, pero «justo cuando nos sentimos más seguros, viene un toque del ocaso». Justo cuando pensamos que tenemos toda la filosofía de la vida grabada en un cassette, pensamos que nuestra filosofía es perfecta, llega un toque del ocaso: la muerte de algún ser querido, o una catástrofe.
Con nuestras mentes racionales nos hacemos un plan para la vida y pensamos que podemos explicarlo todo y que lo tenemos todo planeado. Pero, justo cuando hemos hecho esto, probablemente, salimos a caminar al parque y vemos una puesta de sol que emociona lo más recóndito de nuestro ser de una manera inexplicable. O puede ser la hermosura de una flor o la muerte de algún ser querido. Nuestra filosofía no lo tomaba en cuenta, ni lo puede explicar. Hay un misterio que no podemos profundizar. Puede ser que después de todo hay algo más allá arriba, donde nuestras mentes no alcanzan a llegar.
Esto es lo que el hombre ve cuando se allega al santuario de Dios, Comienza a ver las cosas en su totalidad; cosas ignoradas y olvidadas vienen a su memoria. El apóstol Pablo lo expresa en una frase maravillosa. Hubo un tiempo en que él odiaba el nombre de Jesús de Nazaret y persiguió a su pueblo. Creía que estaba haciendo un servicio a Dios al matar a los creyentes. Cuando vio a Jesús, y llegó a conocerlo, todo fue hecho nuevo y luego mirando hacia su pasada vida dijo: «Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (Hch. 26:9). Hizo lo que a él le parecía en vez de consultar a Cristo. Esto es prejuicio. «Había creído mi deber». Mientras tú y yo hagamos nuestro parecer jamás llegaremos a entender la vida en verdad.
¿No es este el grave problema de la vida de hoy en día? He leído un libro que indica cómo se debe de vivir y gobernar este país. Es un libro muy competente y el argumento, pienso, muy convincente. El esquema socio-económico propuesto me pareció perfecto. Había un solo defecto; la persona que lo escribió no sabía absolutamente nada de la doctrina del pecado. Si en este país todos hubiésemos sido perfectos ese esquema hubiese sido ideal. El autor se olvidó que los hombres y mujeres no viven de ideales sino de deseos, que somos gobernados por lo que queremos y lo que deseamos. Tenemos pasiones y codiciamos. Somos criaturas de codicia y de envidia, de anhelos y de lascivia. Estas cosas están dentro de nuestra naturaleza. El hombre en sí ha sido olvidado en ese libro y esta es la principal falacia y la causa del fracaso de todo sistema idealista propugnado por el hombre. Podemos presentar planes para abolir guerras y crear un permanente estado de paz para este mundo. Estos planes son perfectos en teoría, pero no toman en cuenta la codicia, y los anhelos; se olvidan de estas faltas que están en la naturaleza humana, en la mente misma del hombre. Se puede producir un perfecto esquema, luego alguien —quizá algún miembro del grupo o alguno de la conferencia que planea el esquema— de pronto deseará algo, y los planes perfectos quedarán en la nada.
Extracto del Libro: «la fe a prueba» del Dr. Matin Lloyd-Jones