Esto quedaría en una mera posibilidad sin una realidad correspondiente, si la historia no testificase que el calvinismo realmente hizo fluir el río de la vida humana en un canal diferente, y ennobleció la vida social de las naciones. Y por tanto, termino asegurando que el calvinismo no solamente ofreció estas posibilidades, sino que comprendió también cómo realizarlas. Para comprobarlo, pregúntense solamente qué hubiera sido de Europa y América, si en el siglo XVI la estrella del calvinismo no se hubiera levantado repentinamente sobre el horizonte de Europa Occidental.
En este caso, España hubiera aplastado a los Países Bajos. En Inglaterra y Escocia, los Stuarts habrían llevado a cabo sus fatales planes. En Suiza, el espíritu de tibieza hubiera prevalecido. Los comienzos de la vida en este mundo nuevo hubieran sido completamente diferentes. Y como una consecuencia inevitable, el equilibrio de poderes en Europa hubiera regresado a su posición anterior. El protestantismo no hubiera sido capaz de mantenerse en la política. No se hubiera presentado ninguna resistencia más contra los poderes romanistas-conservadores de los Habsburgo, los Borbones y los Estuardo.
El desarrollo libre de las naciones, como lo vemos en Europa y América, se hubiera impedido. El entero continente americano hubiera permanecido sujeto a España. La historia de ambos continentes hubiera sido muy triste, y la pregunta queda abierta a si el espíritu del Interino de Léipzig no hubiera tenido éxito al reducir el norte de Europa nuevamente, con una forma de protestantismo romanizado, bajo la jerarquía antigua. La devoción entusiasta de los mejores historiadores de la segunda mitad de este siglo en cuanto a la lucha de los Países Bajos contra España, como uno de los mejores temas de investigación, solo se explica por la convicción de que si el poder de España no hubiera sido quebrantado por el heroísmo del espíritu calvinista, la historia de los Países Bajos, de Europa y del mundo hubiera sido tan dolorosamente triste y oscura, mientras que ahora, gracias al calvinismo, es brillante e inspiradora. El profesor Fruin comenta, con razón, que: «En Suiza, en Francia, en los Países Bajos, en Escocia y en Inglaterra, y dondequiera que el protestantismo tuvo que establecerse bajo la amenaza de la espada, fue el calvinismo el que prevaleció.»
Tengan presente que esta vuelta en la historia del mundo no se hubiera logrado, excepto por medio de la implantación de un principio diferente en el corazón humano, y por el despliegue de un mundo de ideas diferentes ante la mente humana; que solamente por el calvinismo el salmo de la libertad encontró su camino desde la conciencia atribulada hasta los labios; que el calvinismo captó y nos garantizó nuestros derechos civiles constitucionales; y que simultáneamente con esto salió desde Europa Occidental este movimiento poderoso que promovió el nuevo despertar de las ciencias y artes, abrió nuevas avenidas para el comercio, embelleció la vida doméstica y social, exaltó a las clases medias a posiciones de honor, hizo abundar la filantropía; y más todavía, elevó, purificó, y ennobleció la vida moral por la seriedad puritana; – y entonces juzguen por ustedes mismos si es justificado seguir encerrando este calvinismo dado por Dios en los archivos de historia, y si fuese solamente un sueño la idea de que el calvinismo tiene todavía una bendición a aportar y una esperanza brillante a revelar para el futuro.
La lucha de los bóers en Transvaal contra uno de los poderes más fuertes debe haberles recordado vuestro propio pasado. … Si el calvinismo no hubiera pasado de nuestros padres hacia sus descendientes africanos, ninguna república libre hubiera surgido en el sur del Continente Negro. Esto demuestra que el calvinismo no está muerto – que todavía lleva dentro de sí la energía vital de los días de su gloria pasada. Sí, como un grano de trigo de las tumbas de los faraones, cuando se entrega nuevamente al suelo, trae fruto cien veces, así el calvinismo lleva todavía un poder maravilloso para el futuro de las naciones. Y si de nosotros, los cristianos de ambos continentes, en nuestra lucha más heroica se espera que hagamos todavía hazañas, marchando bajo la bandera de la cruz en contra del espíritu de los tiempos, entonces solamente el calvinismo nos equipa con un principio inflexible, el cual nos garantiza por su poder una victoria no fácil, pero segura.
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Este documento fue expuesto en la Universidad
de Princeton en el año 1898 por Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue
Teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre
de Ámsterdam.