Si Dios demuestra delicadeza especial al negarte algunas de tus peticiones, es señal de que desea mostrarte una particular consideración. Sea cual fuere la respuesta, si la mano de Dios aparece de modo peculiar en ella, puedes sin temor pensar que se trata de algo grande: que la oración obró el milagro de que fuera así; que Dios tiene alguna razón muy poderosa para denegártelo; y que tus súplicas han sido tenidas en gran estima, puesto que El se complace en revelarte esa providencia tan extraordinaria.
LA ORACION SIN RESPUESTA
…. Continuación
5. Observa si en aquello por lo que has orado mucho, aun siéndote denegado, Dios procura darte, por así decirlo, toda la satisfacción posible, como si le supiera mal negarte algo; favoreciéndote en gran manera a causa de tus oraciones, aunque en conclusión no te conceda lo pedido por estar en oposición a otro propósito suyo. Este fue el caso de Moisés, cuando se le negó la entrada a Canaán; aunque le permitió ver también aquella buena tierra, conduciéndole hasta la cima de un monte y, según se cree, permitiéndole milagrosamente contemplar el país entero. Además, el hombre que Dios escogió para llevar a cabo la entrada en aquella tierra fue su siervo, lo cual fue gran honor para Moisés; aquél a quien él había criado junto a sí le iba a suceder. Así, cuando Abraham oró por Ismael, diciendo: «0jalá Ismael viva delante de ti» (Génesis 17:18), Dios fue tan lejos como pudo en la concesión de lo pedido, pues en el v. 20 dice: «Te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera: doce príncipes engendrará …. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac».
6. Finalmente, observa el efecto de tal denegación sobre tu propio corazón.
a) Fíjate si tu corazón se ensancha para reconocer que Dios es santo y justo en su proceder para contigo, y que tu indignidad es la causa de que te haya negado algo. A menudo descubrimos que los santos se expresan de esta manera en sus oraciones. El Salmo 22 (aunque habla de Cristo en tipo), según fue escrito por David, y en lo tocante a su persona, puede servimos de ejemplo: «Clamo de día, y no oyes»; esto podría haberle hecho sentirse celoso de Dios, mas dice: «Per Tú eres santo», etc., y ahora procedes conmigo de manera santa, y eres justo en ello. Otros «clamaron a ti» y fueron oídos, aunque yo ahora, a causa de mi indignidad, no recibo lo que pido; «Mas yo soy gusano». Muchos hubieran desistido al pensar que otros eran oídos, pero David no lo hizo.
b) Fíjate si Dios llena tu corazón de santo contentamiento en la denegación; si te habla como habló a Moisés cuando le negó algo: «Bástate» (Deut. 3:26); si te habla como a Pablo cuando tan fervorosamente rogó que le fuera quitado aquel aguijón en la carne; si recibes respuesta semejante a la que le fue dada: «Bástate mi gracia»; o te es dado que alguna reflexión semejante te sosiegue. Efecto de los siete días de ayuno de David fue el hecho de que con contentamiento santo soportara la pérdida de su hijo, cuando sus siervos pensaban que le abrumaría (II Samuel 12:19-21). Pero le fue dado a considerar algo que era fruto de la oración: que debía ir a él, y no esperar que el niño volviera: «yo voy a él, mas él no volverá a mí». El espíritu de David recibió consolación ante este pensamiento, de tal manera que, como se nos dice en el v. 24: «consoló David a Betsabé su mujer».
c) Observa si puedes estar agradecido a Dios mediante la fe, pensando que Él ha decidido y ordenado todas las cosas para tu bien, aunque te haya negado lo que pediste; y si, a pesar de no comprender que lo que pediste no fuera para sumo bien, estás agradecido de que se te haya denegado, descansando por fe en Su criterio, y alabándole como David hizo en los casos mencionados: «Tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel». David, después de siete días de ayuno por el niño, antes de comer, se levantó «y entró a la casa de Jehová, y adoró» (II Samuel 12:20); y el hecho de que se ungiera y mudara sus ropas demuestra qué clase de adoración fue la suya, pues tales actos eran señal de regocijo y acción de gracias; y le fue hecho según su fe, ya que inmediatamente después fue engendrado Salomón (v. 24).
d) Si puedes aún orar y perseverar, a pesar de que pides beneficios que no recibes; y si cuando se te conceden bendiciones temes más que nunca, y cuando se te niegan amas también más que nunca, y no te desalientas, es que tus oraciones han sido oídas. En el Salmo 80:4, que Israel hizo como oración, aunque Dios parecía estar airado contra las súplicas de Su pueblo, éste sigue orando y debatiendo con Él, sin desmayar: «¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo?» También en el Salmo 44:17 nos dice: «Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti; y no hemos faltado a tu pacto». Hermano, di tú lo mismo: «Oraré aún, aunque no reciba jamás respuesta en esta vida».
Si el ver a los hombres aceptar sumisos las repulsas y las negativas, conmueve a las naturalezas sensibles, ¡cómo no se ha de conmover Dios!.
Por Thomas Goodwin