A pesar de todas las tendencias oscuras que plagan la mayor parte del cristianismo, no hay nada más perturbador que no reconocer la verdad central acerca de Dios: Él es santo. Es el único de sus atributos que se repite tres veces en el reino espiritual (Isa. 6:3).:: No darle a Dios la reverencia y honra que tanto se merece puede traer como resultado consecuencias devastadoras.
Moisés deshonró a Dios ante los israelitas porque golpeó la roca, en desobediencia directa a Dios. Las acciones de Moisés lo pusieron como centro de atención del pueblo, quizá para hacerlos creer que él tenía algo que ver con el milagro. Pero al robarle la gloria a Dios y no honrarlo, se le prohibió tanto a Moisés como a Aarón entrar a la tierra prometida.
Dios no siempre trata de forma inmediata y directa con aquellos que atentan contra su carácter santo. Pero siempre habrá alguna consecuencia. Aquí tenernos algunas de las principales:
– Le da al enemigo una oportunidad para blasfemar en contra de Dios. Eso fue lo que Natán le dijo a David (2 Sam. 12:14)
– Se deshonra la Palabra de Dios (Tito 2:5).
– Puedes perder la vida o tu bienestar (Hech.5:5, 10).
– Dios puede retener bendiciones espirituales (Núm. 20:1-12).
– Se invoca la ira de Dios (Isa. 5:25).
– Se entristece al Espíritu de Dios (Isa. 63:10).
EL TEMOR DEL SEÑOR NO ES UNA OPCIÓN
El salmista preguntó retóricamente: «¿Quién residirá en tu monte santo?» (Sal. 15:1) La respuesta es sencilla: «El que anda en integridad y hace justicia, el que habla verdad en su corazón» (v. 2). Hay una gran necesidad hoy en día de que los creyentes una vez más asciendan al nivel del temor a Dios.
A. W. Tozer lo dijo muy bien: «Ninguna religión ha sido más grande que el concepto que tiene de Dios». Esa joya tiene un corolario: Ninguna iglesia es más grande que el temor que le tenga al Dios santo. Él es santo y exige que se le reconozca de esa manera. Aunque la mayoría de creyentes saben eso intelectualmente, me temo que muy pocos se dan cuenta de lo que significa en la práctica.
Evidentemente, el temor de Dios no es opcional: «persevera en el temor de Jehová todo el tiempo» (Prov. 23:17);
«Temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mat. 10:28); «obedeced en todo… temiendo a Dios» (Col. 3:22).
Dios siempre ha llamado a su pueblo a tener tal perspectiva de lo impresionante de su santidad:
– El temor de Dios ocasionó que Manoa esperara la muerte instantánea porque había visto a Dios (Jue. 13:22).
– Al ver la magnitud de la santidad de Dios, Job se arrepintió y retiró todo lo que había dicho neciamente (Job 42:5, 6).
– Al estar en la presencia de la santidad de Dios, Isaías pronunció una maldición sobre sí mismo, «¡Av de mí, pues soy muerto!» (Isa. 6:5).
– Habacuc se estremeció al oír la voz del santo Dios (Hab. 3:16).
– El remanente restaurado temió al Señor cuando escuchó hablar su santa palabra pronunciada por el profeta Hageo (Hag. 1:12).
– Durante el ministerio terrenal de nuestro Señor, los discípulos a menudo estuvieron cara a cara con su poder y santidad. En una ocasión cuando estuvieron cruzando el mar de Galilea, surgió una tempestad y tuvieron miedo, se atemorizaron grandemente (literalmente «temieron con gran temor») cuando Jesús calmó la tempestad . Tuvieron mucho más temor de la presencia y poder de Dios que de la mortal tormenta.
– Mancillado por el pecado de la incredulidad, Pedro imploró a su impecable Señor que se apartara de él (Luc. 5:8). Juan, Jacobo, y Pedro postraron sus rostros v estuvieron sumamente aterrados cuando escucharon la VOZ de Dios (Mat. 17:6).
– La gente de una comunidad incrédula imploró a Cristo que saliera de sus territorios porque temían su santo poder (Mar. 5:17).
– La iglesia de Jerusalén estaba profundamente atemorizada por la santidad de Dios (Hech. 2:43; 5:5, 11), Y por toda Judea, Galilea, y Samaria, las iglesias continuaban en el temor del Señor (Hech. 9:31).
– Al contemplar la magnificencia de Cristo glorificado, Juan cayó atemorizado como muerto a sus pies (Apoc, 1:17 ).
En cada uno de estos ejemplos, la presencia de Dios produjo la «ansiedad de la santidad».
Para reavivar nuestras oraciones debemos ir en pos de la santidad en el temor de Dios. Ese siempre ha sido el deseo de Dios para su pueblo: «Yo soy el SEÑOR vuestro Dios, vosotros os santificaréis; y seréis santos, porque yo soy santo» (Lc 11 :44).
Pedro hizo eco de ese ruego: «Pero así como aquel que os ha llamado es santo, también sed santos vosotros en todo aspecto de vuestra manera de vivir, porque escrito está: ‘Sed santos, porque YO SOY santo» (1 Pedo 1:15, 16; cf. Le». 19:2).
Hoy en día el reto para la iglesia de Cristo es este:
» …limpiémonos de toda impureza de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Cor 7:1).
Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur