¡Oh Cristo!, en Tu muerte yo quiero pensar;
Tu amor me enternece y me hace anhelar
que tengas en mí fruto de Tu dolor,
y pongas Tu Trono en mi corazón.
De burla una caña cual cetro te dan;
con mofa te visten ropaje real;
te aclaman con befa su Rey y Señor,
mas quiero que reines en mi corazón.
Corona de espinas es puesta en Tu sien,
te dan por bebida vinagre con hiel;
Tu Nombre escarnecen de Rey Salvador,
y Tú me has salvado, ¡bendito Señor!
Yo sé que moriste, ¡oh Cristo!, por mí,
y sé que Tú quieres hacerme feliz;
pues reina Tú siempre en mi corazón,
sé Rey en mi vida, mi casa y amor.*