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“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:13).

En este versículo, las palabras “tomad toda la armadura de Dios” son un eco de las enseñanzas del versículo 11: “Vestíos de toda la armadura de Dios”. Esta repetición resalta su idea. En el versículo 12 se habla de la malicia y el poder de Satanás, y se revelan sus artimañas contra los cristianos. Ahora se hace sonar la alarma, y se les manda a estos armarse. Pero si examinamos el versículo, veremos una nueva verdad revelada.

Primero trataremos la razón que hay detrás de repetir tan pronto la exhortación; en segundo lugar, consideraremos los resultados que conlleva: 1) “para que podáis resistir en el día malo” —esto es, estar preparados para luchar—; y 2) “y habiendo acabado todo, estar firmes”: esto es, vencer.

Primera observación:

Las implicaciones de una amonestación repetida:

Cuando tu hijo tiene edad de cruzar la calle solo, ¿lo despides tranquilamente recordándole que tenga cuidado? ¡Por supuesto que no! Le recuerdas una y otra vez exactamente lo que debe saber para confirmar su seguridad. Pablo conocía muy bien los peligros que acechaban a los nuevos creyentes; anhelaba avisarlos y armarlos. De la profundidad de su convicción de que la armadura de Dios era su única esperanza, surgió la necesidad de recordarles una vez más: “¡Revestíos de ella!”.

Pablo era como un obrero esmerado que fija un clavo con golpes repetidos antes de tomar el siguiente. Demasiados predicadores se parecen al carpintero que, con la prisa por terminar un trabajo, utiliza tachuelas en lugar de tornillos para fijar las patas de una silla. Sí, terminará antes, ¿pero cuánto durará la silla? Los predicadores impacientes, antes de rematar una verdad con seguridad se apresuran a exponer otra. Si fueran más sensibles a sus congregaciones, se darían cuenta de que si no le dan al clavo en la cabeza, probablemente no tocarán la conciencia de sus oyentes. La mayoría somos espiritualmente duros de entendimiento. Necesitamos que se nos encaje la verdad con martillazos repetidos.

Además, por lo general se retienen mejor las verdades más sencillas y menos adornadas con ideas añadidas. Al comprar ropa, compro más fácilmente si el vendedor me muestra una pequeña selección de artículos selectos. Si saca todo de las estanterías y me lo amontona delante, lo único que hace es confundirme, y no puedo ver nada como es debido. Conocer a fondo una verdad fundamental es mejor que oírlas todas sin comprender ninguna.

Verdades imperativas

Un predicador no debe disculparse por predicar la misma verdad una y otra vez. Pablo mismo dice: “A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro” (Fil. 3:1). Hay tres clases de verdades que se deben predicar regularmente desde el púlpito.

  1. Las verdades principales o fundamentales

Estas son verdades que todos deben conocer y creer para la salvación: aquellas verdades sobre las cuales descansa todo el peso del cristianismo. Las verdades fundamentales del evangelio son señales que nos mantienen a salvo dentro de los límites puestos por Dios.

Supongamos que tu abuelo posee unas tierras que en su momento fueron cuidadosamente examinadas. Él estuvo presente al poner las marcas y podría haberlas delimitado con los ojos vendados. Pero nunca se tomó la molestia de mostrarle a otro los mojones. Con el paso de los años estos se pudrieron, fueron removidos, o las aguas se los llevaron. Ahora tu abuelo ha muerto y te ha legado esas tierras. Pero un vecino deshonesto las reclama como suyas, y da como prueba un trigal que él mismo ha plantado allí. Descubres que la escritura y la descripción de las tierras se han perdido. Ya que tú mismo no conoces bien los límites de dichas tierras, ¿cómo te defenderás ante el juez? Probablemente terminarás por perder las tierras porque nadie te dijo nunca donde terminan las tuyas y empiezan las del vecino.

Este es el paralelismo espiritual: Toda verdad fundamental tiene algún vecino malvado (herejía) en su frontera, ansioso por sembrar mentiras en la tierra sagrada de la Palabra de Dios para engañar a los cristianos. El espíritu del error ha ganado tanto terreno a la verdad en los últimos años porque los pastores no han recorrido los límites del evangelio con su pueblo para que este conozca las verdades principales.

Además de las cosas de primera necesidad en nuestras creencias, también tenemos ciertos lujos, al igual que en nuestras casas. Los lujos son maravillosos y a menudo aumentan nuestra apreciación de lo principal, pero pierden pronto su encanto cuando nos faltan las cosas esenciales. ¿Qué placer hay en comer en loza fina si no hay comida en el plato? ¿De qué sirve una blusa de seda en invierno si no tienes abrigo?

  1. Las verdades incidentales

Un predicador no solo debe predicar las verdades fundamentales, sino también aquellas que él observa que Satanás socava con mayor frecuencia. Estas suelen ser las ordenanzas de Dios que deben dictar la respuesta cristiana ante los temas controvertidos de la fe y la práctica.

Para saber qué doctrinas están siendo atacadas en su propia congregación, el pastor debe considerar y estudiar a su pueblo con la misma diligencia que a cualquier libro de su biblioteca.

Por el tono personal de las cartas de Pablo, sabemos que frecuentemente recorría los límites de la joven iglesia en busca de errores incipientes. Al descubrir que los falsos apóstoles se habían infiltrado en la iglesia en Galacia y estaban predicando de nuevo la ley, afirmó la verdad evangélica de la justificación por la fe. Cuando se enteró de las divisiones y disputas entre los corintios, ¿qué brotó de su corazón sino una exhortación sin par al amor?

Pastor, a veces tu rebaño se volverá inquieto y se quejará de que lo mantienes siempre en los mismos pastos, predicando sobre el mismo pecado. La culpa no es tuya, sino de ellos, si es que se alejan del Buen Pastor cada vez que te descuidas. ¿Quién culpa al perro por ladrar si el lobo sigue merodeando?

Si anhelas crecer y parecerte más a Cristo, no pidas un predicador que te entretenga con un tema nuevo e interesante cada domingo. En su lugar, pide un hombre de principios que predique contra el pecado y a favor de la verdad sin contemporizar, hasta que su pueblo se arrepienta y se vuelva de su mal camino.

3- Las verdades prácticas
Estas son “el pan y la sal”. No importa qué más haya en la mesa; tienen que estar presentes en cada comida. Pedro lo expresó así: “Yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis” (2 P. 1:12). Hablaba específicamente de las cosas que necesitamos saber para vivir la vida cristiana diaria.

Nunca debes cansarte de oír predicar las verdades prácticas. Cuando se pierde el gusto por la carne y la verdura y solo se quiere el postre en cada comida, sabemos que algo va mal. Es triste que nuestra época sea tan avanzada en este mal espiritual que estropea el apetito para todo lo que no sean frases melosas y doctrinas azucaradas.

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Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

Si amas a Dios, ¡ama su verdad! Recibe con gozo las doctrinas que te equipan para la tarea a la cual te llama. La fe y el arrepentimiento son doctrinas buenas para predicar y oír hasta el fin del mundo. Igual puedes discutir con Dios por haber hecho un solo camino al Cielo, que polemizar con el pastor por predicar el mensaje de la fe y el arrepentimiento una y otra vez.

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