Ábrenos, Señor eterno,
ábrenos aquel camino
que a Israel, Tu pueblo, abrieras
libertándole de Egipto.
Y a través del mar de gentes
marcharemos a la voz de Tu Ungido.
Traza Tú nuestras jornadas,
sácianos con pan del cielo;
Tu Ley santa y venturosa
graba, oh Dios, en nuestro pecho.
Y alentados, dulces aguas
y reposo en Elim disfrutaremos.
Dé Su dulce miel la Peña,
aguas vivas nuestra Roca;
y Tu nube nos cobije
cual las alas protectoras.
Y en las noches del camino,
Su luz pura vencerá temor y sombras.
Si Amalec cortare el paso,
Amalec será deshecho,
y a Sión, la amada Patria,
por Tu brazo llegaremos;
y en la luz de Tu presencia
cantaremos Tu poder y amor eterno. *