En BOLETÍN SEMANAL
No se hallará en el día final de la rendición de cuentas una sola alma que pueda decir: "Llamé a la puerta de la misericordia, pero Dios se negó a abrirla." No habrá una sola alma que se pueda poner de pie ante el gran trono blanco y pueda reclamar: "Oh Cristo, yo habría sido salvado por ti, pero tú no me quisiste salvar. Me puse en tus manos, pero me rechazaste. Arrepentido pedí que tuvieras misericordia de mí, pero no la obtuve." Todo el que pide recibe. Ha sido así hasta el día de hoy, y será así hasta que Cristo venga. Si tienes dudas, haz la prueba, y si ya has probado, prueba nuevamente. ¿Estás vestido de harapos? No importa, todo aquel que pide recibe. ¿Está inmundo por el pecado? No tiene importancia, Todo el que busca, encuentra." ¿Te sientes como si estuvieras del todo destituido de Dios? Tampoco importa," llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe." "¿No hay alternativa allí?" Sin duda la hay, pero ello no altera esta verdad que no tiene límite alguno; "todo el que..." ¡Qué rico es este texto!" "Todo el que pide, recibe.

​Texto: «Y yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” Lucas 11: 9-10

III. Nuestro tercer punto es que JESÚS DA TESTIMONIO DEL HECHO DE QUE LA ORACIÓN ES OÍDA.
Habiendo dado una promesa, luego añade, en efecto: «Podéis estar completamente seguros de que esta promesa será cumplida, no solamente porque yo lo digo, sino porque es y ha sido siempre así.» Cuando un hombre dice que mañana por la mañana saldrá el sol, le creemos, porque siempre ha salido el sol. Nuestro Señor nos dice, como hecho indiscutible, que a través de todas las edades el verdadero pedir ha sido seguido por el recibir. Recordad que quien afirma este hecho lo conoce. Si yo afirmara un hecho, podrías responderme: «Sí, en lo que respecta a lo que tú has observado, es verdad,» pero la observación de Cristo no tiene límites. Jamás ha habido una oración verdadera que no la haya conocido Él. Las ora¬ciones aceptables al Altísimo le llegan por la vía de las heridas de Cristo. De aquí que el Señor Jesús puede hablar por conocimiento personal, y su declaración es que la oración ha tenido éxito: «Todo el que pide recibe, y el que busca encuentra.»

En este punto debemos suponer, desde luego, las limitaciones que iniciaría el sentido común ordinario, y que son establecidas por las Escrituras. No es que todo el que pida con frivolidad o maldad a Dios vaya a lograr lo que pidió. Dios no contestará cada petición necia, ociosa y desconsiderada del corazón no regenerado. De ningún modo. El sentido común pone el límite. Además las Escrituras ponen su límite. «No tenéis porque no pedís, o pedís mal.» Hay un pedir mal que nunca obtendrá lo que pide. Pero teniendo en cuenta estas cosas, la declaración de nuestro Señor no tiene otra limitación: «Todo el que pide recibe.»

Cabe recordar que frecuentemente, aun cuando los impíos y los malvados han pedido a Dios, han recibido. Con mucha frecuencia en el día de angustia han clamado a Dios, y Él les ha respondido. «¿Cómo te atreves a decir eso?,» dice alguno.  No lo digo yo, lo dice la Escritura: La oración de Acab fue contestada y el Señor dijo: «¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa.» Así también, el Señor oyó la oración de Joacaz, el hijo de Jehú, que hizo lo malo delante de Jehová (2 Reyes 13: 1-4). Los israelitas también, cuando por sus pecados fueron entregados a sus enemigos, clamaron a Dios pidiendo liberación, y recibieron su respuesta, sin em¬bargo, el Señor mismo testifica respecto de ellos que sólo lisonjean con sus bocas.

¿Esto te hace vacilar? ¿No escucha él a los jóvenes cuervos cuando claman?»¿ Piensas que no oirá al hombre que está hecho a Su imagen? ¿Lo dudas? Recuerda a Nínive. Las oraciones ofrecidas en Nínive, ¿eran oraciones espirituales? ¿Has oído hablar alguna vez de una iglesia de Dios en Nínive? Yo no, y creo que los ninivitas no fueron visitados por la gracia de la conversión; más bien fueron convencidos por la predicación de Jonás de que estaban en peligro delante del gran Jehová, y proclamaron ayuno y se humillaron, y Dios oyó su oración, y por un tiempo Nínive fue preservada. Muchas veces, en el tiempo de la enfermedad y en el tiempo de dolor, Dios ha atendido a las oraciones de los ingratos y los malos. ¿Piensas que nada da sino a los buenos? ¿Te has quedado al pie del Sinaí y has aprendido a juzgar según la ley de los méritos? ¿Qué eras cuando comenzaste a orar? ¿Eras bueno y justo? ¿No te ha mandado Dios que hagas bien a los malos? ¿Crees que El te mandaría hacer algo que Él mismo no haría? ¿No ha dicho que envía la lluvia sobre justos e injustos, y es así? ¿No está dando cotidianas bendiciones a quienes le maldicen? y hace bien a aquellos que despectiva¬mente le utilizan?  Esta es una de las glorias de la gracia de Dios. Y cuando ya no queda nada de bueno en el hombre, si de su corazón se eleva un clamor, el Señor se digna con mucha frecuencia a enviarle alivio en su tribulación. Ahora bien, si Dios ha oído las oraciones aun de hombres que no le han buscado de la manera más elevada, y les ha dado libe¬ración temporal en respuesta a sus clamores, ¿no te oirá con mayor razón cuando te humillas en su presencia, y desea ser reconciliado con El? Por cierto que éste es un gran argumento.

Pero para entrar de lleno en el punto respecto de las oraciones verdaderas y espirituales, todo el que pide, recibe sin ninguna limitación. No ha habido un solo caso de un hombre que estuviera realmente buscando bendiciones espi¬rituales de Dios, que no las haya recibido. El publicano esta¬ba de pie alejado, y tan quebrantado de corazón que no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Sin embargo, Dios lo miró desde arriba. Manases yacía en la oscura mazmorra. Había sido un cruel perseguidor de los santos; nada había en él que pudiera servirle de recomendación ante los ojos de Dios. Pero Dios lo oyó desde sus prisiones y concedió libertad a su alma. Por su propio pecado Jonás llegó al vientre del gran pez. En el mejor de los casos era un siervo de Dios petulante. Sin embargo, desde el seno del infierno clamó y Dios le oyó. Todo el que pide recibe, y el que busca halla y al que llama se abrirá.» Todo el que. Si necesitara evidencias podría encon-trarlas en este tabernáculo. Lo podría preguntar a cualquiera que haya encontrado a Cristo, para dar testimonio de que Dios oyó sus oraciones. Yo no creo que entre los condenados al infierno haya alguien que se atreva a decir, «Yo busqué al Señor y él me rechazó.»

No se hallará en el día final de la rendición de cuentas una sola alma que pueda decir: «Llamé a la puerta de la misericordia, pero Dios se negó a abrirla.» No habrá una sola alma que se pueda poner de pie ante el gran trono blanco y pueda reclamar: «Oh Cristo, yo habría sido salvado por ti, pero tú no me quisiste salvar. Me puse en tus manos, pero me rechazaste. Arrepentido pedí que tuvieras misericordia de mí, pero no la obtuve.» Todo el que pide recibe. Ha sido así hasta el día de hoy, y será así hasta que Cristo venga. Si tienes dudas, haz la prueba, y si ya has probado, prueba nuevamente. ¿Estás vestido de harapos? No importa, todo aquel que pide recibe. ¿Está inmundo por el pecado? No tiene importancia, Todo el que busca, encuentra.» ¿Te sientes como si estuvieras del todo destituido de Dios? Tampoco importa,» llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe.» «¿No hay alternativa allí?» Sin duda la hay, pero ello no altera esta verdad que no tiene límite alguno; «todo el que…» ¡Qué rico es este texto!» «Todo el que pide, recibe.

Cuando nuestro Señor dijo estas palabras, él podría haber recurrido a su propia vida como evidencia. En todo caso, nosotros podemos referirnos a ella ahora y demostrar que nadie pidió de Cristo sin recibir. La mujer sirofenicia al principio fue rechazada cuando el Señor la llamó perrillo, pero cuando ella tuvo el valor de decir: «Sin embargo, los perrillos comen las migajas que caen de la mesa,» ella descubrió que todo aquel que pide recibe. Aquella mujer que desde atrás vino al Señor, apretado por la multitud, y tocó el borde de su túnica, no estaba pidiendo, estaba buscando, y encontró.

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