Texto: «Masquil de David. Oración que hizo cuando estaba en la cueva.” Salmo 141
II. Paso a mi segundo punto. Este salmo podría bien ayudar a presentar LA CONDICIÓN DE UN CREYENTE PERSEGUIDO.
¡Un creyente perseguido! ¿Los hay en la actualidad? ¡Ah, queridos amigos, hay muchos! Cuando un hombre se convierte, inmediatamente llega a ser diferente del resto de sus semejantes. Cuando vivía hacia la calle, un día estaba parado en la ventana meditando sobre lo que sería mi sermón, y no podía encontrar un texto, cuando repentina¬mente vi un grupo de pájaros volando. Había un canario que había escapado de su jaula, y volaba sobre los techos de las casas de enfrente. Le seguía una veintena de gorriones y otras aves ordinarias. Entonces pensé en ese texto: «¿No es mi heredad para mí como ave de muchos colores? ¿No están contra ella aves de rapiña en derredor?» Parecían decirse unas a otras: «Aquí hay un pájaro amarillo; nunca hemos visto tal cosa en Londres. No tiene nada que hacer aquí. Quitémosle su hermoso abrigo, matémoslo, o hagamos que sea oscuro y apagado como nosotros.» Esto es exactamente lo que los hombres del mundo tratan de hacerles a los cristianos, este hombre piadoso trabaja en una fábrica, o aquella muchacha trabaja en empaquetando libros, o aquel otro trabaja donde hay muchos empleados. Tales personas tienen tristes historias sobre la forma en que se les ha perseguido, ridiculizado y han sido objetos de burlas por sus compañeros im¬píos. Ahora están en la cueva.
Puede ocurrir que estés en la condición aquí descrita: casi no sabes qué hacer. Estás como David cuando escribió el versículo 3: «Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí.» Los perseguidores se han puesto en tu contra de tal modo, y esto es tan nuevo para ti como cuando estabas recién convertido, y te resulta cosa difícil decidir lo que debes hacer. Son tan duros, tan fieros, son tan constantes, encuentran tus puntos sensibles, y saben tocar exactamente donde te duele, de modo que no sabes qué hacer. Eres como una oveja en medio de lobos. No sabes qué camino tomar. Bueno, entonces dile al Señor lo que David le dijo: «Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda.» Dios conoce exactamente dónde te en¬cuentras y lo que tienes que soportar. Ten la confianza de que cuando no sabes qué hacer, Él puede dirigir tu camino, y lo hará, si confías en Él.
Además, podría ser que estés siendo tentado poderosamente. David dijo: «En el camino que andaba, me escondieron lazo.» Es lo que ocurre frecuentemente con los jóvenes en los almacenes, o donde hay una gran cantidad de empleados en una empresa. Descubren que un joven se ha convertido, que ahora es creyente, y tratan de hacerla tropezar y caer. Si pueden, van a idear un plan que les permita hacerle aparecer como culpable, aunque no lo haya sido. ¡Ah, necesitarás mucha sabiduría! Ruego a Dios que no cedas jamás a la tentación, y que puedas, por la gracia divina, defenderte. Los jóvenes soldados cristianos tienen momentos muy difíciles en las barracas, pero espero que ellos puedan probarse a sí mismos que son verdaderos soldados y no cederán ni siquiera una pulgada ante quienes quieren llevarlos hacia caminos extra¬viados.
Además de eso, será muy penoso si tus amigos se vuel¬ven en tu contra. David dice: «No hay quien me quiera conocer» ¿Te ocurre lo mismo? ¿Están tu padre y tu madre en contra tuya? ¿Está tu esposa en tu contra? ¿Te llaman tus hermanos «vulgar hipócrita»? ¿Te apuntan con el dedo escarnecedor cuando llegas a casa? Y con frecuencia, cuando vuelves de haber estado en la mesa del Señor donde estuviste tan feliz, ¿tienes que oír, como la primera cosa al regresar a casa, juramentos y blasfemias? Sé que así ocurre a muchos de vosotros. La Iglesia de Cristo en Londres es como Lot en Sodoma. Los que buscan tiempos más luminosos deben de estar buscando con los ojos cerrados. Hay una solemne ocasión para que los cristianos oren por los jóvenes que son convertidos en una ciudad como ésta, porque sus peores enemigos con frecuencia son los de su propia familia. «No le importaría tanto,» dice alguna, «si tuviera un amigo cristiano en quien refugiarme. Hablé a uno el otro día, y pareció no interesarse en mí.»
Os diré lo que hiere a un joven convertido. Está ante vosotros un recién convertido. Ha dado su corazón a Cristo en forma real, en amor. El jefe o gerente de donde trabaja es cristiano. Se siente ridiculizado y se atreve a hablar a este creyente. Termina con él; en un momento, y no simpatiza con él. Bueno, hay otro creyente antiguo trabajando cerca en el mismo banco, y el nuevo convertido comienza a contarle algo de sus problemas, pero se muestra muy enfadado y malhumorado. He notado que hay algunos cristianos que parecen estar muy encerrados en sí mismos, y parecen no darse cuenta de las dificultades de los principiantes en la vida divina. ¡Qué no sea así entre vosotros! Mis amados hermanos y hermanas, cultivad un gran amor hacia aquellos que, habiendo entrado el ejército de Cristo, se encuentran muy acosados por los adversarios. Ellos están en la cueva. No os desentendáis de ellos. Están tratando de hacer lo mejor que pueden; poneos junto a ellos. Decidles: «Yo también soy creyente. Si estás honrando a ese joven al tratar de ridicu¬lizarlo, déjame recibir también la parte que me corresponde, porque yo tamben creo lo que él cree.»
¿Haréis eso? Estoy seguro que algunos de vosotros sí lo haréis. ¿Te pondrías junto al hombre de Dios que vindica la verdad revelada del Señor? Algunos de vosotros lo haréis, pero hay muchas personas que quieren mantener intacta la piel sobre su cuerpo, y si pueden escabullirse de cualquier lucha por la justicia, se alegran de poder irse a casa y me¬terse en la cama, para dormir hasta que la batalla haya terminado. ¡Qué Dios nos ayude para tener en nosotros más del carácter del león, y no tanto el del perro! Dios nos conceda la gracia de estar con los que están por Dios y por su Cristo cien por cien y que podamos ser recordados con ellos el día de Su venida!
Quizás tu peor punto sea que sientes muy débil. Dices: «No me importaría la persecución si me sintiera fuerte, pero soy tan débil.» Ahora bien, toma la precaución de distinguir siempre entre sentirse fuerte y ser fuerte. El hombre que se siente fuerte es débil y el hombre que se siente débil es el que tiene fuerza. Pablo dice: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte.» David dice en su oración: «Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.» Refúgiate en el poder de Dios. Ora mucho; toma a Dios por tu refugio y por tu porción. Ten fe en El, y serás más poderoso que tus adversarios. Parecería que te hacen retroceder, pero pronto estarás recuperado. Te pueden plantear problemas que no puedes resolver; te enfrentan con sus conocimientos científicos, y podrías estar en desventaja, pero no te preocupes: el Dios que te condujo a la cueva invertirá las cosas a tu favor uno de estos días. Sólo sigue adelante, y resiste hasta el fin.
Más bien me alegro que haya dificultades en el hecho de ser cristiano, porque ha llegado a ser algo muy generalizado el profesar ser cristiano. Si estoy en lo correcto, va a llegar a ser algo mucho menos común de lo que ahora es el que un hombre diga: «Soy cristiano.» Vendrán tiempos cuando las líneas estarán firmemente definidas. Algunos de nosotros trataremos de ayudar a que se definan si podemos, cuando los hombres lleven el nombre de cristianos, y luego actúen como mundanos, y amen las diversiones y vanidades de los mundanos. Ya es tiempo que haya una división en la casa de Dios, y que los «síes» vayan por un pasillo y los «noes» vayan por otro. Ya es demasiado el tiempo que hemos estado juntos, mezclados. Y ojala pronto venga el día cuando cada cristiano tenga que pasar por persecuciones. Será una buena cosa para los creyentes genuinos. Será como soplar la paja separándola del trigo. Tendremos lo más puro del oro cuando el fuego alcance su mayor calor, y el crisol sea puesto sobre él, porque entonces la escoria será separada del metal precioso. Ten valor, hermano mío, si estás en la cueva, el Señor te sacará de ella en su momento oportuno!
Por C. H. Spurgeon