Si dos hombres andan juntos, y uno, después de decir lo que quería, no escucha a su interlocutor, sino que desatiende la respuesta, se considera que ha menospreciado en gran manera a su compañero. Así como non responderé pro convitio est (no contestar es menosprecio), así también lo es non attendere (no atender a lo que otro dice). De la misma manera, la realidad de que le hablamos a Dios por medio de nuestras oraciones y de que Él nos habla por su respuesta a las mismas, es una parte importante de nuestro andar con Él. Además, estudiar Su proceder para con nosotros, y comparar nuestras oraciones con sus respuestas, equivale a un diálogo.
Razón 3ª.— Asimismo, si Dios te da una respuesta y no haces caso de ella, dejas que Dios te hable en vano. Se nos dice de la profecía de Samuel, que ninguna de sus palabras cayó a tierra (1 Samuel 3:19); y lo mismo puede decirse de nuestras oraciones. Así debe ser con las respuestas de Dios; ninguna de sus palabras debe caer a tierra, lo cual ocurrirá si no las recogéis y observáis, si no las escucháis y examináis. Por la misma razón que habéis de observar el cumplimiento de las promesas de Dios, tenéis que considerar también el de nuestras oraciones. En 1 Reyes 8:56 se dice lo siguiente: «Ninguna palabra de todas sus promesas… ha faltado». Salomón había observado esto por medio de un estudio particular de todo lo que Dios había dicho y hecho por ellos, y comprobó que ninguna de las promesas había quedado por cumplir. Y razones parecidas tenemos para hacer lo mismo con las respuestas a la oración y su correspondiente examen, pues orar no es sino poner litigio a una promesa; por lo cual, Salomón emplea dichas palabras precisamente con este propósito: confirmar la fe de ellos en que ninguna oración sería frustrada si estaba fundada en una promesa; alentar así a otros, y a su propio corazón, a ocuparse en ello diligentemente, y también como motivo para que Dios le oyera; pues luego discurre (v. 59): «Que estas mis palabras estén cerca de Jehová», etc., ya que El siempre ejecuta Su buena palabra para con Israel.
Razón 4ª.— De no prestar atención, provocaréis al Señor a no responder en absoluto; a guardar silencio definitivo, viendo que es en vano responder. Cuando uno habla a alguien que no le escucha, acabará cansándose, y renunciando a la conversación; lo mismo hará Dios. De modo que lo que dice el apóstol respecto a la fe (Hebreos 10: 36), que no basta creer, sino que «habiendo hecho la voluntad de Dios, la paciencia os es necesaria» para preservar la fe, «para que obtengáis la promesa», puede decirse también, y ciertamente, de la oración. No basta orar, sino que, después de haber orado, es necesario que estéis a la escucha esperando una contestación, si queréis recibir lo que pedís; de lo contrario Dios no responderá. El sermón no está terminado cuando el predicador ha concluido, ya que su fin es que sea puesto en práctica; así también nuestras oraciones no han terminado cuando las hemos presentado, sino que hemos de esperar aún, y observar su cumplimiento.
Razón 5ª.— Si no observáis sus respuestas, ¿cómo bendeciréis a Dios y le daréis gracias por oír vuestras oraciones? El Salmo 116 comienza así: «Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas» (v. l); motivo suficiente para que todos los versículos restantes sean de acción de gracias. Debéis perseverar en oración, «velando en ella con acción de gracias» (Colosenses 4:2), lo que quiere decir no solamente velar para reparar y recordar aquello que necesitáis, por lo cual tenéis que orar, sino también para tener las respuestas de Dios como tema de vuestras acciones de gracias. Muchos sobreabundan en este capítulo de las peticiones, pero en cuanto al de la acción de gracias, no piensan en él hasta que vienen a pedir, como tampoco consideran la forma de encontrar la fuente del agradecimiento. Pero si hay algo que os pueda ofrecer motivos de gratitud, es precisamente el estudio de las respuestas de Dios a vuestras oraciones, La razón de que oréis tanto pidiendo y tan poco agradeciendo, se debe a que no consideráis las respuestas de Dios; no las estudiáis. Cuando hemos clamado en una oración fiel, Dios queda convertido en deudor nuestro a causa de la promesa, y hemos de fijarnos en el pago que de Él recibimos, para acusar recibo con nuestro reconocimiento; pues, de lo contrario, su gloria quedaría mermada.
Por Thomas Goodwin