ORANDO POR LA IGLESIA
Por Thomas Goodwin
En cuanto a las oraciones por la iglesia, y por el cumplimiento de las promesas que pueden realizarse en épocas venideras.
(1) Es posible que haya ciertas oraciones cuya contestación debáis contentaros en no ver por vosotros mismos en este mundo, por no corresponder su cumplimiento a vuestra época. Por ejemplo, las peticiones que presentáis por la ruina total de los enemigos de Dios, la prosperidad del evangelio, la plena pureza de las ordenanzas de Dios, el florecimiento y el bien particulares de la comunidad y lugar en que vivís. Todos aquellos de vosotros cuyos corazones andan en justicia concedéis especial valor a oraciones como éstas, y sembráis abundancia de preciosa semilla, la cual tenéis que contentaros con que la iglesia, quizá en tiempos venideros, pueda cosechar; oraciones todas que no se han perdido, mas tendrán su debida respuesta. Así como Dios es un Dios eterno, y la justicia de Cristo «justicia de los siglos», justicia eterna, y por tanto de eficacia eterna (Daniel 9:24), que por el Espíritu eterno se ofreció» (Hebreos 9:141 así también lo son las oraciones, que son obra del eterno Espíritu de Cristo, hechas a Dios en nombre de Cristo, y en El eternamente aceptadas, de validez eterna; por lo cual pueden cumplirse en tiempos venideros. Por ejemplo, la oración de Esteban por sus seguidores fue contestada en Saulo cuando aquél estaba ya muerto. También la oración de David contra Judas (Salmo 109:8, 9) se cumplió más de mil años después, según se deduce de Hechos 1:20. Y las oraciones de la iglesia, durante los primeros trescientos años, pidiendo que los reyes llegaran al conocimiento de la verdad, y ellos vivieran «quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad » (exhortación de San Pablo en tiempos de Nerón, 1 Timoteo 2:2), no fueron respondidas y cumplidas hasta el tiempo de Constantino, en que la iglesia «parió un hijo varón» (Apocalipsis 12:5). Isaías 58, después de exhortar y dar instrucciones para ayunar y orar debidamente, añade esta promesa: «Los cimientos de generación y generación levantarás: y serás llamado reparador de portillos»; y dice esto al pueblo porque su ayuno y oración podrían influir en muchos siglos venideros, en el cumplimiento de lo pedido en oración. Y lo que Cristo dice cuando declara que los apóstoles iban a segar el fruto del ministerio de Juan el Bautista, y la semilla que él había sembrado, se cumple aquí igualmente: «Uno es el que siembra, y otro es el que siega» (Juan 4:37). En este sentido es cierto lo que dicen los papistas referente a que hay un tesoro común de la iglesia; aunque no es el de los méritos, sino el de las oraciones. Nos ocurre a nosotros con nuestras súplicas como a los profetas de antiguo en sus profecías: «El Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas. A los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas» (1 Pedro 1:11). Así ocurre en el espíritu de oración: ocupa el lugar del espíritu de profecía, pues oramos siendo guiados por el Espíritu, «quien nos enseña qué hemos de pedir», en cuanto a las muchas cosas que acaecerán posteriormente.
(2) Ahora bien, es posible que sea revelado por medio de una impresión secreta transmitida a tu espíritu, que estas cosas ocurrirán. En ellas tu fe será confirmada y verás claramente que por tus oraciones (entre otras) Dios lo hará, y que tus oraciones son efectivamente parte de la suma total. Ante estas oraciones Dios suele actualmente testificar también nuestra aceptación, revelándonos más profundamente que le pertenecemos, como hizo con Moisés, a quien nunca manifestó tanto Su amor como cuando más oró por Su pueblo. Acaso esto constituya una de las mejores demostraciones de la rectitud de tu corazón, o sea el que puedas orar por el bien de la iglesia, aunque tengas que hacerlo durante mucho tiempo sin que jamás veas con tus ojos los resultados, como en el caso de David, quien, con todo, se gozó en ello.
(3) Y cuando estas cosas se hayan cumplido, y estés en el cielo, tu gozo será sin duda tanto mayor al recordar estas tus oraciones: te gozarás en aquellas que hiciste por la conversión de las almas, como también en las que fueron para ruina de los enemigos, de la iglesia, etc. Si hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, por ser el nacimiento de un nuevo príncipe y heredero del cielo, acaso también, proporcionalmente, se gozará más aquél cuyas oraciones tuvieron mayor participación y especial interés en ello. De la manera que todas tus obras te siguen, también tus oraciones y «el fruto de ellas», como dice Jeremías 17:10. En el día del juicio te gozarás, así como los que se beneficiaron del fruto de tus oraciones en su tiempo, habiendo tú sembrado la semilla de su bienaventuranza: «El que siembra también goce, y el que siega», como dice Cristo (Juan 4:36).