En BOLETÍN SEMANAL
​Pablo escribe a Timoteo, quién tenía una tendencia a lamentarse y quejarse cuando las cosas iban mal, y le dice: "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (1Tim. 3:12). Timoteo no lo podía entender. Estaba temeroso porque vio que los siervos de Dios eran perseguidos, muchos siervos de Dios han padecido lo mismo. Además, Pablo, hablando a las primeras Iglesias cristianas les dijo que es "a través de muchas tribulaciones" que debemos entrar en el Reino de Dios. Si entendiéramos estas enseñanzas de Pablo no nos sorprenderíamos de las cosas que nos suceden. Por el contrario, en lugar de sorprendernos casi llegamríamos al punto de esperar que sucedan, y de pensar que si no tenemos problemas algo anda mal en nuestra vida.

Cuando pensé para saber esto, Fue duro trabajo para mí,
Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos.

Agrego una palabra relacionada con la otra ayuda esen­cial: oración y meditación. Esto toma lugar en el santuario de Dios. El salmista no fue simplemente al edificio, fue a encontrarse con Dios. El santuario es el lugar donde habita el honor de Dios, el lugar de reunión de Dios y su pueblo. Es cuando venimos a Dios cara a cara y meditamos acerca de El, somos librados finalmente de aquel nivel infe­rior de pensamiento racional y comenzamos, de nuevo a pensar espiritualmente. Puede haber alguno que se sorprenda de que no haya puesto la oración en primer lugar o que no la haya mencionado antes. Estoy seguro que habrá algunos, porque siempre hay cristianos que tienen una respuesta universal a todas las preguntas. No interesa cuál es el problema, siempre dicen: «Ora acerca del mismo». Si un hombre en la condición del salmista hubiera venido a alguno de ellos, le hubiera dicho: «Ve y ora acerca del problema». ¡Qué consejo superficial, liviano y falso puede llegar a ser éste!, y lo digo desde un pulpito cristiano. Puede ser que preguntes: ¿Es acaso equivocado decir a las personas que oren acerca de sus problemas? No, nunca es erróneo, pero a menudo es inútil. Lo que deseo señalar es lo siguiente: El problema de este pobre hombre, en un sen­tido, era que estaba tan confundido en su pensamiento acerca de Dios que no podía orar. Si tenemos pensamientos confusos en nuestra mente y corazón acerca de los caminos de Dios para con nosotros, ¿cómo podemos orar? Es impo­sible. Antes de que podamos orar de verdad, debemos pensar espiritualmente. No hay nada más fatuo que hablar livianamente acerca de la oración, como si orar fuese algo que podemos hacer siempre que estemos en apuros.

 En el caso de que se dudara de mi palabra me referiré a uno de los más grandes hombres de oración que el mundo ha conocido. Me refiero al gran Jorge Müller de Bristol. Jorge Müller, exponiendo el tema de la oración a ministros de la Palabra, les dijo que durante muchos años lo primero que hacía todas las mañanas era orar. Hacía ya tiempo que había descubierto que éste no era el mejor método. Había encontrado que para orar de verdad y espiritualmente, tenía que estar en el Espíritu, y que debía prepararse primero. Había descubierto que era bueno y de gran ayuda, y así se lo recomendaba a ellos, leer una porción de las Escrituras y, quizá, algún libro devocional antes de orar. En otras palabras, había encontrado la necesidad de prepararse él y su espíritu, antes de poder orar verdaderamente a Dios.

 Esto es exactamente lo que le sucedió al salmista. Estaba en un círculo vicioso y no podía orar porque su pensa­miento estaba errado. Siguiendo los pasos que he enume­rado, su pensamiento fue corregido y entonces estaba en condiciones para orar. A menudo malgastamos nuestro tiempo pensando que estamos orando cuando en realidad no lo estamos haciendo. Muchas veces es una especie de grito de desesperación. Nuestra mente está cerrada, también nuestra actitud, y así no podemos orar. Debemos tomar tiempo para orar. En realidad no comenzamos a orar a Dios hasta que sentimos su presencia, y no encontramos su presencia hasta que nuestro pensamiento acerca de Él sea el correcto. Pablo dijo a los filipenses: «Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos glo­riamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne» (Fil. 3:3). Debemos orar «en el Espíritu». Debemos estar preparados espiritualmente, y esto significa que nuestros pensamientos deben ser correctos y verdaderos. De modo que los pasos son perfectamente correctos: la casa de Dios; la Palabra de Dios; oración a Dios y comunión con Dios. Así, habiendo comprendido que todos aquellos pensamien­tos eran blasfemos y erróneos, cuando nuestro espíritu ha sido limpiado y purificado, nos volvemos a Dios, nos ponemos ante Él y nuestro espíritu encuentra descanso. Ese es el proceso, o mejor dicho, el comienzo. 

Extracto del Libro: «la fe a prueba» del Dr. Matin Lloyd-Jones

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