En BOLETÍN SEMANAL
​¿De donde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (Santiago 4: 1) Considerando a la guerra sola y exclusivamente desde el ángulo humano, los que asumen esta actitud están muy interesados y preocupados con los distintos problemas de la conducta humana que surgen de la misma. Procuran descubrir las causas de la guerra en general y de cualquier guerra en particular que se esté desarrollando. Se sumergen en teorías políticas, económicas, psicológicas y filosóficas que pretenden tener la clave del misterio y procuran aplicar este conocimiento a toda instancia concreta.

Habiendo hecho esto y creyendo apasionadamente que es la responsabilidad de la religión producir una paz justa y duradera, proceden a discutir las distintas medidas que deben adoptarse para poder lograrlo. En este grupo se encuentran aquellos que se auto denominan pacifistas, además de muchos que definitivamente no lo son. El interés primario y casi total es hasta qué punto afecta la guerra al hombre, y especialmente a aquellos que se denominan cristianos. ¿Debieran tomar parte o no? ¿Qué clase de propuestas de paz deben propiciar? etc., etc. Tales son los puntos que predominan en sus mentes, y aunque enfaticen y recalquen el aspecto espiritual o cristiano, según su punto de vista, al máximo, sin embargo, cabe señalar que prácticamente no consideran la relación directa de Dios a la guerra. Pueden afirmar que han tomado eso como un postulado fundamental y han descontado que toda idea de guerra es abominación para Dios, que evidentemente no tiene que ver directamente con Dios porque es el resultado del pecado y la insensatez del hombre. El hecho de que dicen todo esto no contradice lo que nosotros hemos afirmado sino que tiende a confirmarlo.

La actitud de Dios hacia la guerra se descuenta y, por lo tanto, no se discute; se considera a la guerra como un problema que está total y exclusivamente en el plano humano: es sólo un problema humano.

La segunda tendencia es exactamente opuesta. Aquí, lo de sumo interés es la directa relación de Dios con la guerra. En forma subsidiaria, los que pertenecen a este grupo pueden interesarse en algunas de las preguntas a que hemos hecho referencia. Su problema principal, su dificultad real, no es: «¿Cómo afecta la guerra al hombre?» sino más bien: «¿Cómo podemos encuadrar a la guerra en el gobierno de Dios sobre este mundo?» En una palabra, lo que más confunde a estas personas no es la explicaci6n del origen de la guerra o de su inmediato deber con respecto a ella Lo que desean saber es: «¿Por qué permite Dios la guerra?  Esa es para ellos la pregunta primordial, porque de esa respuesta depende toda su creencia en Dios. Evidentemente, si se duda de esto, toda otra pregunta se toma irrelevante e innecesaria.

Nos ocuparemos ahora de esta segunda actitud. Hemos estado considerando varios problemas referentes a la dificultad generalizada en comprender los caminos de Dios. En todas esas instancias hemos tratado específicamente el problema subjetivo de los tratos de Dios directamente con nosotros. Aquí llegamos a un problema más objetivo. Puede ser que detrás yace la pregunta  subjetiva de por qué Dios permite la guerra en vista de lo que significa para nosotros; pero en la superficie la pregunta es estrictamente objetiva y plantea c6mo podemos reconciliar nuestra creencia en Dios con el hecho de que Dios permite la guerra. Esa fue la pregunta, me supongo, que con más frecuencia se formulaba durante la primera guerra mundial. Tengo la impresion, correcta o no, que no se está formulando con tanta frecuencia durante las guerras del presente. Si es así, me temo que se debe a que ha aumentado la impiedad y también que, en nuestra preocupaci6n con nosotros mismos y nuestras acciones, nuestra religi6n se ha alejado de Dios y se ha degenerado en un asunto de meras actitudes, opiniones, ideas y acciones. Sin embargo, hay muchos en la actualidad que están haciendo esta pregunta y por último es nuestro deber analizarla.

Podemos clasificar a las personas que hacen estas preguntas en tres grupos principales. Primero, tenemos aquellos que la formulan en forma desafiante y arrogante, queriendo indicar que esta es la prueba final, ya sea del hecho de que no hay Dios, o de que si hay un Dios es evidente que no es un Dios de amor. Su pregunta es más bien una afinnaci6n. Como ya hemos indicado previamente, la verdadera dificultad aquí es la fundamental falta de fe en Dios. La actitud es totalmente errónea; lo que necesitamos de nuestra parte no es tanto una teodicea con respecto a la pregunta particular sobre la guerra, sino una afinnaci6n que pueda llevar al arrepentimiento y a la aceptaci6n de la salvacion de Dios por fe en Jesucristo. No tiene sentido discutir acerca de una pregunta secundaria con una persona que evidentemente está equivocada en lo fundamental.

Si un hombre no cree en Dios es vano discutir con él acerca de alguna acci6n de Dios. S6lo procuramos explicar los caminos de Dios a aquellos que creen en El y cuya perplejidad es genuina y honesta.

Esto nos lleva al segundo grupo de personas que formulan esta pregunta. Podemos denominarlos cristianos piadosos. Estas personas son muy diferentes de las que hemos estado considerando en el párrafo anterior.

No podemos decir que su fe en Dios es tan débil Y frágil que la menor contrariedad la anulará. Han sido ortodoxos y han creído todo lo que los cristianos deben creer. Es más, se han gozado en su religi6n y han encontrado en ella su principal interés en la vida. Pero el interés ha sido casi totalmente personal, en el sentido de una experiencia de salvaci6n personal y también que los resultados y efecto de la experiencia de su cristianismo han sido los objetos principales de consideraci6n e interés. Esto ha sido verdad aun con respecto a su estudio de la Biblia. Se han acercado a ella buscando alimento para sus almas en un sentido personal y la clase de comentario que les atrae más es la que se clasifica como «devocional». La teología no les interesa.

El cristianismo como un enfoque mundial es algo que jamás entro en sus pensamientos. Su tendencia ha sido alejarse del mundo, intelectualmente y prácticamente. Más importante aún, tienden a desasociar a Dios de cualquier interés en el mundo salvo el que tiene para los redimidos. Mientras hubo paz todo andaba bien, pero al declararse la guerra esta clase de persona se ve obligada a considerar el problema mayor, y por primera vez tiene que preguntarse si esto cabe dentro de su esquema de las cosas. Al no haberlo enfrentado antes se encuentra en serias dificultades y especialmente cuando discute la cuestión con la otra clase de persona que ya hemos considerado. Puede comprender a Dios en la salvación personal en Cristo, pero que Dios permita la guerra le resulta demasiado incomprensible.

El tercer grupo que está perplejo por este asunto es aquel que ha sostenido ciertas ideas vagas e indefinidas acerca de Dios y de su naturaleza. Han separado al amor de Dios de todos sus otros atributos y han enfatizado esto a expensas de los otros, a menudo excluyendo a todos los otros. Sus ideas acerca del amor de Dios son sentimentales y débiles. Esto se demuestra en tiempos normales en su enfoque del perdón, sosteniendo que por ser amor, Dios perdona sin condición alguna, como si su justicia y su santidad no existieran.

La idea de que Dios en alguna circunstancia nos pueda castigar no encuadra dentro de su posición. La única actividad que reconocen en Dios es su perdón y su actitud benévola hacia la humanidad. Teniendo esta perspectiva de Dios y creyendo de este modo que lo más importante para Dios es que los hombres y las mujeres estén contentos a cualquier precio, no pueden comprender cómo Dios puede permitir la guerra con toda su crueldad y sufrimiento. Le parece incompatible con todo lo que hasta ahora han creído. Estas dos últimas posiciones merecen ser consideradas con comprensión.

Son genuinas y honestas dificultades que han producido dolor y también confusión intelectual. ¿Qué podemos decirles a estas personas? Evidentemente, aquí no podemos tratar este tema en forma exhaustiva. Sólo es posible señalar principios generales que se enseñan claramente en la Biblia, comparando una con otra. De paso es interesante observar que esta pregunta: «¿Por qué permite Dios la guerra?» no se formula ni se considera en la Biblia. El texto que hemos escogido es el que se acerca más al tema, porque destaca el origen de la guerra aunque lo trata desde el punto de vista de nosotros mismos y no de la otra perspectiva que es la que nos interesa principalmente. Es nuestro propósito, entonces, no sólo exponer este texto en particular sino tratar la enseñanza general de la Biblia sobre el tema.
La división más conveniente es una respuesta negativa y otra positiva … que veremos mas adelante.

Extracto del libro: “¿Por qué lo permite Dios?” del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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