En BOLETÍN SEMANAL
​​ Mat 5:12  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos;   Como evangélicos, mantenemos nuestras convicciones reformadas sabiendo lo que enseñan las Escrituras a que “el justo por la fe vivirá”. No es por las obras por lo que cualquier persona entra en el reino de los cielos.  Sin embargo aquí se nos habla de recompensa.

​ Mat 5:12  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos;   Como evangélicos, mantenemos nuestras convicciones reformadas sabiendo lo que enseñan las Escrituras a que “el justo por la fe vivirá”. No es por las obras por lo que cualquier persona entra en el reino de los cielos.  Sin embargo aquí se nos habla de recompensa.

  ‘¿Cómo es posible esta recompensa? Pensaba que todo era gracia y que el hombre se salvaba por gracia; ¿por qué hablar de recompensas?’ La respuesta de la Biblia parece ser que la recompensa misma proviene de la gracia. No quiere decir que merezcamos salvación. Sólo quiere decir que Dios nos trata como Padre. El padre le dice al hijo que quiere que haga ciertas cosas, y que su deber es hacerlas. También le dice que si las hace obtendrá una recompensa. No es que el hijo merezca la recompensa. La recibe por gracia, y es expresión del amor del Padre.

Así también Dios, por su gracia infinita, decide hacerlo y nos estimula, nos llena con un sentido de amor y gratitud. No es que alguien pueda merecer el cielo; pero la enseñanza es, repito, que Dios recompensa a su pueblo. Incluso podemos decir más y afirmar que hay diferencias en la recompensa. Tomemos esa referencia en Lucas 12 donde se nos habla de los siervos a quienes se azota poco o mucho. Es un gran misterio, pero es una enseñanza clara en cuanto a que hay recompensa. Nadie sentirá que le falta algo y con todo hay diferencias. No perdamos nunca de vista la recompensa.

El cristiano es alguien que debería pensar siempre en el fin. No mira lo que se ve, sino lo que no se ve. Ese fue el secreto de los hombres que se mencionan en Hebreos 11.
¿Por qué Moisés no continuó como hijo de la hija del Faraón? Porque escogió ‘antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado.’ No se detuvo a pensar en esta vida; consideró la muerte y la eternidad. Vio lo que permanece, vio ‘al Invisible.’ Así se sostuvo. Así se sostuvieron todos. ‘Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra,’ escribe Pablo a los Colosenses. ¿Acaso esta palabra no nos condena a todos? ¿No hace parecer necio el modo en que miramos tanto a este mundo y todo lo que en él hay? Sabemos muy bien que todo es pasajero, y con todo qué poco miramos a esas otras cosas. ‘Gozaos,’ dice Cristo, ‘y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.’
¿En qué consiste esta recompensa? Bien, la Biblia no nos dice mucho acerca de ello, por una razón muy buena. Es tan glorioso y maravilloso que nuestra lengua humana casi por necesidad oscurecería su gloría. Incluso nuestro modo de hablar se ha contaminado. Tomemos la palabra ‘amor.’ Se ha envilecido, y tenemos una impresión equivocada de ello. Lo mismo se puede decir de muchas otras expresiones como ‘gloria,’ ‘esplendor,’ y ‘gozo.’ De modo que hay un sentido en que ni siquiera la Biblia nos puede hablar del cielo porque lo entenderíamos mal. Pero sí nos dice algo así.

Veremos a Dios como es, y lo alabaremos en su gloriosa presencia. Nuestros cuerpo mismos serán transformados, y glorificados; ya no habrá enfermedades ni sufrimientos. No habrá dolor ni lamentos; se secarán las lágrimas. Todo será gloria sin fin. Ni guerras ni temores de guerra; ni separaciones, ni infelicidad, nada que abata al hombre y lo haga infeliz, ni por un instante.

¡Gozo y gloria y santidad y pureza sin mezcla! Esto nos espera. Este es su destino y el mío en Cristo tan cierto como que en este momento estamos vivos. Qué necios somos en no dedicar tiempo a pensar en esto. Todos nos encaminamos a esto, si somos cristianos, a esa gloria, pureza, felicidad y gozo sorprendentes. ‘Gozaos y alegraos.’ Y si la gente es áspera, cruel y maliciosa, y si se nos persigue, bien entonces debemos decirnos: Son gente infeliz; hacen esto porque no lo conocen a El ni me entienden a mí.

Además me demuestran que le pertenezco a El, que voy a estar con El y para compartir ese gozo con El. Por tanto, no sólo no lo lamento ni quiero vengarme ni me siento deprimido, sino que me hace caer mucho más en la cuenta de la gloria que me espera.

Poseo un gozo indescriptible por la gloria que me espera. Todo lo de aquí no es sino pasajero; no puede afectar esto. Por ello doy gracias a Dios, porque, como lo dice Pablo, ‘produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.’

¿Con qué frecuencia pensamos en el cielo y nos alegramos al pensar en ello? ¿Les da un sentido de temor y maravilla, y un deseo, por así decirlo, de evitarlo? Si ocurre así hasta un cierto grado, me temo que debemos declararnos culpables de vivir a un nivel muy bajo. El pensar en el cielo debería hacer alegrarnos y gozarnos. La vida genuinamente cristiana es ser como Pablo y decir, ‘para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.’ ¿Por qué? Porque significa, estar con Cristo, verlo y ser como El, lo cual es mucho mejor. Pensemos más en estas cosas, dándonos cada vez más cuenta, y teniendo siempre presente, que si estamos en Cristo nos esperan estas cosas.

Deberíamos desearlas por encima de todo. Por tanto, ‘Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.

Extracto del libro: El sermón dle monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jo

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