La Luz del Mundo
Es una gran característica de la verdad bíblica que puede sintetizar, por así decirlo, el contenido todo de nuestra posición en un versículo grávido como este. ‘Vosotros,’ dijo nuestro Señor, mirando a esas personas sencillas, a esas personas completamente sin importancia desde el punto de vista del mundo, ‘vosotros sois la luz del mundo.’ Es una de esas afirmaciones que siempre deberían producir en nosotros el efecto de hacernos erguir la cabeza, de hacernos caer en la cuenta una vez más en lo magnífico y notable que es ser cristiano. Y desde luego se convierte con ello, como les ocurre inevitablemente a todas las afirmaciones parecidas, en una prueba buena y completa de nuestra posición y experiencia. Todas estas afirmaciones que se hacen del cristiano siempre resultan así, y deberíamos tener siempre cuidado de que así nos suceda. El ‘vosotros’ al que se refiere esta afirmación significa simplemente nosotros mismos. El peligro es siempre que leamos una afirmación como esta y pensemos en alguien distinto, los primeros cristianos, o los cristianos en general. Pero se refiere a nosotros si pretendemos de verdad ser cristianos.
Es lógico, pues, que una afirmación así requiera un análisis detallado. Antes de intentarlo, sin embargo, debemos estudiarlo en general y tratar de sacar de ello las implicaciones más obvias.
Ante todo veamos cuál es su significado negativo. Porque la fuerza verdadera de la afirmación es ésta: ‘Vosotros, y sólo vosotros, sois la luz del mundo;’ el ‘vosotros’ es enfático y conlleva esta idea. De inmediato se comprende que están implicadas ciertas cosas. La primera es que el mundo está en tinieblas. Esto, de hecho, es uno de los puntos básicos que el evangelio cristiano siempre recalca. Quizá en ningún otro pasaje de la Biblia se ve este contraste marcado entre la idea cristiana de la vida y todas las otras ideas con más claridad que en un versículo como éste. El mundo siempre habla de su civilización. Esta es una de sus frases favoritas, sobre todo desde el Renacimiento de los siglos quince y dieciséis cuando los hombres volvieron a interesarse por el conocimiento. Todos los pensadores consideran que ese fue un punto decisivo en la historia, una gran línea divisoria que separa la historia de las civilizaciones, y todos están de acuerdo en que esa civilización moderna, tal como ustedes y yo la conocemos, comenzó realmente entonces. Hubo una especie de nuevo nacimiento de la razón y la cultura. Se volvieron a descubrir los clásicos griegos; y su enseñanza y conocimientos, en un sentido puramente filosófico, y todavía más en un sentido científico, realmente comenzaron a dirigir y controlar la perspectiva y vidas de muchos.
Luego hubo, como saben, una restauración parecida en el siglo dieciocho, que se llamó a sí mismo ‘Ilustración.’ Los que se interesan por la historia de la Iglesia Cristiana y de la fe cristiana deben tener en cuenta ese movimiento. Fue el comienzo, en un sentido, del ataque contra la autoridad de la Biblia, porque puso a la filosofía y pensamiento humanos en el lugar de la revelación divina y de la revelación de la verdad al hombre por parte de Dios. Eso continuó hasta el tiempo presente, y lo que quiero subrayar es que siempre se presenta como luz, y los que se interesan por este movimiento siempre se refieren a él como ‘Ilustración.’ El conocimiento, dicen, es lo que trae luz, lo que ilustra, y es evidente que en muchos aspectos es así. Sería necio negarlo. El aumento del saber acerca de los procesos naturales y acerca de enfermedades físicas y de otras muchas cosas ha sido realmente fenomenal. El nuevo saber también ha arrojado luz en cuanto al funcionamiento del cosmos, y ha aumentado la comprensión de muchos aspectos diferentes de la vida. Por esto muchos suelen hablar del ser ‘ilustrado’ como consecuencia del saber y de la cultura. Y con todo, a pesar de todo esto, sigue en pie la afirmación bíblica: ‘Vosotros, y sólo vosotros, sois la luz del mundo.’
La Escritura sigue proclamando que el mundo como tal está en tinieblas y en cuanto uno comienza a mirar las cosas en serio se puede demostrar fácilmente que es la pura verdad. La tragedia de nuestro siglo ha sido que nos hemos concentrado solamente en un aspecto del saber. Nuestro conocimiento ha sido conocimiento de cosas, de cosas mecánicas, de cosas científicas, conocimiento de la vida en un sentido más o menos biológico o mecánico. Pero nuestro conocimiento de los verdaderos factores que hacen la vida, no ha aumentado para nada. Por esto el mundo está en semejante estado hoy día. Porque, como se ha indicado a menudo, a pesar de haber descubierto todo ese saber nuevo, hemos fracasado en el descubrimiento de lo más importante de todo, a saber, cómo aplicar nuestro saber. Esta es la esencia del problema respecto a la fuerza atómica. La tragedia es que todavía no tenemos conocimientos suficientes de nosotros mismos que nos permita saber cómo podemos aplicar esta fuerza ahora que la hemos descubierto.
Ahí está la dificultad. Nuestro saber es mecánico y científico. Pero cuando pasamos a los problemas fundamentales de la vida, del ser y existir, ¿no es obvio que la afirmación de nuestro Señor sigue siendo verdad, que el mundo está en un estado de tinieblas horrendas? Pensemos en ello en el campo de la vida y conducta personales. Muchos hombres de gran saber en muchos terrenos fracasan completamente en su vida personal. Veámoslo en el campo de las relaciones de unos con otros. Precisamente cuando nos hemos estado gloriando de lo ilustrados que somos, de lo mucho que sabemos, hay esa rotura trágica en las relaciones personales. Es uno de los problemas morales y sociales mayores de la sociedad. Vean cómo hemos multiplicado nuestras instituciones y organizaciones. Tenemos que instruir acerca de cosas en las que nunca se instruyó a la gente antes. Por ejemplo, tenemos que tener ahora cursos de instrucción matrimonial. Hasta este siglo las personas se casaban sin esos consejeros expertos que ahora parecen esenciales. Todo ello dice bien a las claras que en cuanto a los problemas más importantes de la vida, cómo evitar el mal, el pecado, todo lo bajo e indigno, cómo ser puros, rectos, castos, e íntegros, hay muchas tinieblas. Luego, a medida que uno pasa a otras esferas y contempla las relaciones entre grupos, encontramos la misma situación, y por esto tenemos esos grandes problemas industriales y económicos. En un nivel todavía más elevado, veamos las relaciones entre naciones. Este siglo, en el que tanto hablamos del saber y de la cultura, prueba que el mundo está en un estado de tinieblas completas respecto a estos problemas vitales y fundamentales.
Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martin Lloyd-Jones