En BOLETÍN SEMANAL
Te pregunto si perteneces a la Iglesia "edificada sobre la Roca.” ¿Eres miembro de esta Iglesia? ¿Estás cimentado sobre el Fundamento de la misma? ¿Estás sobre la Roca? ¿Has recibido el Espíritu Santo?


«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16:18)

Terminaré este escrito con unas palabras de aplicación práctica.

  1. Las primeras serán en forma de pregunta: ¿Eres tú un miembro de la única Iglesia verdadera? No te pregunto si eres miembro de alguna denominación, o si asistes a una determinada iglesia o capilla. Te pregunto si perteneces a la Iglesia «edificada sobre la Roca.” ¿Eres miembro de esta Iglesia? ¿Estás cimentado sobre el Fundamento de la misma? ¿Estás sobre la Roca? ¿Has recibido el Espíritu Santo? ¿Da el Espíritu testimonio a tu espíritu de que tú eres uno con Cristo, y Cristo uno contigo? En el Nombre del Señor te ruego que hagas caso de estas preguntas, y que las medites solemnemente. Si no has sido convertido, no perteneces a la Iglesia fundada sobre la Roca. Que todos los lectores de este escrito se percaten de la seriedad de su estado si es que no pueden responder favorablemente a estas preguntas. Cuidado, mucho cuidado, no sea que tu alma naufrague por toda la eternidad. Cuidado, no sea que al fin las puertas del infierno prevalezcan sobre ti, y el diablo te reclame como suyo y te pierdas para siempre. Cuidado, no sea que de la tierra de las Biblias y de la completa luz del Evangelio*, un día tengas que descender a las profundidades de la condenación. Cuidado, no sea que en aquel gran día seas separado a la izquierda, unos como episcopales que se han perdido, otros como presbiterianos que se han perdido, otros como metodistas que se han perdido, otros como bautistas que se han perdido; y todos perdidos porque un día dirigisteis todo vuestro celo en pro de un partido y vuestra mesa de comunión, y nunca os hicisteis miembros de la verdadera Iglesia.
  2. En segundo lugar, mis palabras de aplicación constituirán una invitación. Me dirijo a todos aquellos que no son todavía verdaderos creyentes, y les insto a que sin tardanza se unan a la verdadera Iglesia. Venid, uníos a Cristo en un pacto eterno que nunca será olvidado. Considera bien lo que te digo. Solemnemente te pido que no interpretes mal el significado de mi invitación. No te invito a que dejes la iglesia visible de la cual eres miembro. Yo aborrezco toda idolatría de formas y partidos, y detesto este espíritu de proselitismo entre las denominaciones evangélicas. En realidad, lo que yo hago es invitarte a que vengas a Cristo para ser salvo. ¿Por qué no será hoy el día de tu decisión? ¿Por qué no este día, entre tanto que se dice «hoy»? ¿Por qué no esta noche, antes de que el sol aparezca en el amanecer? Acude a Aquel que murió en la cruz por los pecadores y ahora te invita a que vengas a Él por la fe y seas salvo. ¡Ven a mi Maestro, el Señor Jesús! Ven, te digo, pues todas las cosas están preparadas: la misericordia, el cielo, están listos para ti, y los ángeles también están listos para alegrarse en ti. Cristo está listo y dispuesto a recibirte; verás cómo te dará la bienvenida entre sus hijos. Entra en el arca; las aguas de la ira de Dios pronto inundarán la tierra; ven, ¡entra en el arca y estarás seguro!Entra en el barco salvavidas de la única Iglesia verdadera. Este viejo mundo pronto se romperá a pedazos. ¿No percibes como ya se conmueve? Este mundo ya no es más que un barco que ha naufragado terriblemente sobre un banco de arena. La noche ya casi ha terminado, las olas empiezan a levantarse, el viento arrecia, la tormenta pronto reducirá a astillas el barco naufragado. Pero el barco salvavidas ya está en camino, y nosotros, los ministros del Evangelio, te rogamos que subas al mismo. Te rogamos que ahora mismo acudas a Cristo.
    Quizá preguntes: «¿Pero cómo puedo venir? Mis pecados son muchos. Soy demasiado perverso para venir. No me atrevo a venir.” ¡Despréndete de este pensamiento! Constituye una tentación de Satanás. Ven a Cristo tal como eres, como pecador. Escucha las palabras tan hermosas de aquel viejo himno:

    Tal como soy, sin una sola excusa,
    Porque tu sangre diste en mi provecho,
    Porque me mandas que a tu seno vuele
    ¡Oh Cordero de Dios! acudo, vengo.

    Es así como debes venir a Cristo. Sin detenerte por nada, debes acudir a Cristo. Como pecador hambriento, debes venir para ser saciado; como pobre, para ser enriquecido; desnudo, para ser vestido de justicia. Si así vienes, Cristo no te rechazará. «Al que a mí viene» nos dice el mismo Señor Jesús, «no le echo fuera.” Oh, ven, ven al Señor Jesús. Entra por fe en la verdadera Iglesia, y serás salvo.

  3. En último lugar, mis palabras serán de exhortación a todos los lectores en cuyas manos pueda caer este escrito. Esforzaos para vivir una vida santa. Que vuestro andar sea digno de la Iglesia a la que pertenecéis. Vivid como ciudadanos del cielo. De tal manera alumbre vuestra luz delante de los hombres, que ellos puedan beneficiarse de vuestra conducta. Mostrad al mundo de quien sois y a quien servís. Sed epístolas de Cristo, conocidas y leídas de todos los hombres; escritas con letras tan claras que nadie pueda decir: «No sé si esta persona pertenece a Cristo.” La persona que no sabe lo que es la santidad práctica, no es miembro de la «Iglesia fundada sobre la Roca.”Esforzaos para vivir una vida de valor. Confesad a Cristo delante de los hombres. Sea cual fuere vuestra posición: confesad a Cristo. ¿Por qué habéis de avergonzaros de Él? En la cruz Él no se avergonzó de vosotros. Él está presto a confesaros delante de su Padre en los cielos. Sed valientes, muy valientes. El buen soldado no se avergüenza de su uniforme. El verdadero creyente no debe nunca avergonzarse de Cristo.

    Esforzaos para vivir una vida gozosa. Vivid como aquellos que esperan la bendita esperanza, la Segunda venida de Jesucristo. Este es el acontecimiento que todos deberíamos anhelar. Mas que pensamiento de ir al cielo, el pensamiento que debería llenar nuestras mentes es el de que el cielo vendrá a nosotros. Tiempos buenos se avecinan para el pueblo de Dios, para toda la Iglesia de Cristo, para todos los creyentes; pero tiempos malos para los impenitentes y los incrédulos. Velemos, vigilemos y oremos por estos tiempos buenos.

    El andamiaje pronto será desmantelado; la última piedra pronto será colocada; la cobertura está casi lista. Un poco más, y la belleza de la Iglesia que Cristo está edificando brillará en todo su esplendor.

    El gran Maestro Constructor pronto vendrá en persona. El edificio será mostrado a los mundos congregados, y en los que no habrá imperfección. El Salvador y los salvados se gozarán juntos, y todo el universo reconocerá que en la edificación de la Iglesia de Cristo todo fue bien hecho. «Bienaventurados» -se dirá en aquel día, si es que no se dijo ya antes “¡bienaventurados todos aquellos que pertenecen a la iglesia fundada sobre la Roca!”

  4. * [Inglaterra]

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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