En BOLETÍN SEMANAL
​Amas y lees la Biblia, pero poco o con temores: ¿Te acusa tu conciencia de ser una de las personas que leen poco la Biblia? ¿La lectura de la Biblia no te aprovecha nada? Entonces este escrito es para ti.


«Escudriñad las Escrituras» «¿Cómo lees?» (Juan 5:39; Lucas 10:26).

Este escrito quizá pueda caer en manos de alguna persona que cree y ama la Biblia, pero que sin embargo la lee poco. Mucho me temo que el número de personas así es muy numeroso. Vivimos en un tiempo de actividad y de prisas. Esto hace que no se dé a la Biblia el tiempo y la atención que requiere. ¿Te acusa tu conciencia de ser una de estas personas? Entonces, escucha con atención lo que voy a decirte.

Tú serás una de aquellas personas que en tiempo de necesidad recibirán poco consuelo de la Biblia. Los tiempos de prueba son tiempos de zarandeo. La aflicción es como un viento escudriñador: despoja al árbol de las hojas y deja al descubierto los nidos de los pájaros. Temo que algún día tu reserva de consolación y confort se acabe, y que llegues a puerto débil y agotado.

Tú serás de aquellas personas que nunca se consolidan en la verdad. No me sorprenderá verte abatido por un sinfín de dudas y preguntas sobre tu fe. El diablo es un enemigo viejo y astuto; al igual que los hijos de Benjamín, puede tirar una piedra con la honda a un cabello y no errar (Jueces 20:16). Satanás puede citar con gran soltura la Escritura y tú no estás suficientemente preparado en el manejo de tus armas para presentar la buena batalla. Tu armadura no se adapta bien a tu cuerpo; tu espada está temblando en tu mano, no la empuñas con firmeza.

Cometerás errores continuamente. No me extrañará si algún día llega a mis oídos el que fracasaste en tu matrimonio, en la educación de los hijos o en las compañías que hiciste. El barco de tu vida navega por unas aguas donde abundan las rocas, los acantilados y los bancos de arena, y no estás adiestrado en el manejo de la brújula y el compás.

Podrás creer, incluso, en las enseñanzas de algún falso profeta. No me sorprendería que fueras de los primeros en seguir las tonterías de algún necio elocuente que con su verborrea hace ver lo blanco negro y lo malo bueno. No hay suficiente lastre en tu navío, por eso lo agitan las aguas como el corcho sobre las olas.

Este escrito puede caer en manos de alguna persona que lee mucho la Biblia, pero que a veces llega a temer que no le aprovecha para nada. Este temor constituye una astuta treta de Satanás. A veces se acerca al creyente y le dice: «No leas la Biblia.” En ocasiones le susurra: «La lectura de la Biblia no te aprovecha de nada. ¡Déjala ya de una vez!» ¿Eres tú ese creyente? Deseo ayudarte con estas palabras de consejo.

No llegues a pensar que no te aprovecha la lectura de la Biblia por el hecho de que no puedas observar abiertamente cambios radicales en tu vida. Los efectos y cambios más importantes, por lo general no son ruidosos ni tan instantáneos como para ser observados en un día, sino que son silenciosos, constantes, seguros, progresivos y difíciles de observar al principio. Piensa en la influencia de la luna sobre la tierra, y del aire en los pulmones. Recuerda cuán quietamente cae el rocío, y de qué manera más imperceptible crece la hierba. Con toda seguridad, y por más que tú no lo percibas, la lectura de la Biblia tiene sus efectos en tu vida.

Quizá de una manera gradual pero segura, la Palabra produce impresiones en tu corazón, y todavía no te has percatado de ello. A menudo, aunque la memoria sea incapaz de recordar hechos, en el carácter de una persona se graban impresiones profundas que duran para siempre. ¿Odias cada día más el pecado? ¿Es Cristo cada día más precioso para tu alma? ¿Es la santidad más preciosa a tus ojos y la deseas cada día más? Si tus respuestas son afirmativas, entonces toma aliento, alma querida, la Biblia está obrando en ti; la Biblia te está haciendo bien.

Quizá la Biblia te esté refrenando de caer en algún pecado o error del cual no te percatas; y si abandonaras la lectura de la Biblia tristemente te darías cuenta de ello. Cuán a menudo tomamos las bendiciones como un hecho normal y natural, y nos volvemos insensibles a las mísmas. No lo dudes, aunque de momento no lo sientas o no te des cuenta, estás respirando salud espiritual y robusteciéndola a través de la lectura de la Biblia.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

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