«Escudriñad las Escrituras» «¿Cómo lees?» (Juan 5:39; Lucas 10:26).
Este escrito puede caer en manos de personas que leen, aman y se alimentan de la Biblia. ¿Eres tú uno de esos? Escucha pues con atención lo que voy a decirte.
Hagamos la firme resolución de leer aún más la Biblia; grabémosla más y más en nuestra memoria, y hagámos que entre más en nuestros corazones. Hagamos buena provisión de la misma para hacer frente a las vicisitudes de la jornada de la muerte. ¿Quién nos puede asegurar que no será tormentosa? Quizá nos falte la vista, y también el oído, y nos encontremos en aguas profundas. ¡Oh de tener en tal hora la Palabra «guardada en el corazón»! (Salmo 119:11).
Vigilemos con más celo, de ahora en adelante, la lectura de la Biblia. Seamos muy celosos del tiempo que empleamos en la lectura de la misma, y vigilemos como lo empleamos. Vayamos con mucho cuidado en omitir la lectura. No bostecemos ni nos durmamos sobre la Biblia; leámosla como el comerciante londinense lee y estudia las columnas industriales del periódico Times, o como la esposa lee una carta del esposo en tierras lejanas. Vigilemos con celo la lectura de la Palabra, y no olvidemos que en el momento en que abramos la Biblia, Satanás se sentará a nuestro lado.
Hagamos la resolución de honrar más la Biblia dentro del círculo de nuestra familia. Leámosla a nuestros hijos y familiares, y no nos avergoncemos de que ojos extraños nos vean. Meditemos más en la Biblia. Es una costumbre muy provechosa tomar dos o tres versículos por la mañana y meditarlos durante todo el día; haciendo esto apartaremos muchos pensamientos vanos de nuestra mente, y remacharemos nuestra lectura diaria. Santificaremos también nuestra memoria, y evitaremos que las corrientes espirituales del alma se estanquen.
Tomemos la resolución de hablar más de la Biblia a los creyentes. ¡Cuán vana es a veces la conversación de los creyentes! ¡Cuantas cosas frívolas, triviales y poco caritativas se dicen! Saquemos a relucir la Biblia; apartaremos al diablo y pondremos nuestros corazones a tono.
Tomemos la firme resolución de vivir cada día más en conformidad con la Biblia. Examinemos nuestras opiniones, prácticas, hábitos, temperamento, conducta pública y privada, a la luz de la Biblia, y con la ayuda de Dios esforcémonos en ajustarnos a la Palabra. Limpiemos a menudo nuestros caminos con la Palabra (Salmo 119:9).
Todas estas consideraciones las pongo a la atención del lector en cuyas manos pueda caer este escrito, con la esperanza y oración de que sean de provecho espiritual para su alma. Me impulsa el deseo de que, tanto los pastores como las congregaciones, las familias y los creyentes, lean la Biblia, y se distingan por su amor y devoción a la Palabra de Dios. Que el Señor haga que este, mi pobre escrito, sirva para incrementar la lectura de la Biblia.
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Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle