La idea que prevalece en la actualidad es que la así llamada ‘ética cristiana’, la enseñanza cristiana, debe ser extraída de la Biblia y presentada, predicada y enseñada a todo el mundo, y que debe ser dirigida tanto a los Estados como a los individuos. Se enseña que esta ética cristiana es algo que toda persona puede aplicar y poner en práctica; que el Estado puede hacerlo y que todo el mundo puede hacerlo. Esa es la noción y la idea del mundo moderno. Y así es que tenemos dignatarios eclesiásticos afirmando que un líder como Nikita Krushchev (Unión Soviética) hizo una declaración sumamente cristiana. Esa es la forma de malinterpretar y pervertir el evangelio en la actualidad.
La sencilla respuesta a esto es que ninguna persona puede hablar como cristiano a menos que sea cristiano. Sin embargo, se ha hecho popular un concepto contrario Simplemente toma la ética cristiana y enséñala a cualquier persona, ya que se supone que cualquier persona es capaz de apreciarla, entenderla, aplicarla y ponerla en práctica.
Ahora bien, de esta manera estamos encarando una enseñanza que consiste en una completa perversión de la doctrina del Nuevo Testamento. En efecto, yo no vacilaría en decir aun más: esa clase de enseñanza constituye el mayor peligro a la auténtica fe cristiana que es la negación final de los principios fundamentales del evangelio cristiano. Lo digo porque este punto de vista enseña que el propósito del cristianismo es reformar al mundo, y que si bien los hombres pueden negar las grandes doctrinas de la fe, no obstante pueden poner en práctica esta ética cristiana. Podemos librarnos de las guerras, podemos librarnos de los armamentos, podemos librarnos de todos estos grandes problemas simplemente aplicando la ética cristiana; y ese es el propósito fundamental, afirman ellos, del evangelio cristiano.
Ese es entonces el mensaje predicado desde miles de pulpitos el domingo. El cristianismo es presentado como una mera enseñanza que puede ser aplicada por las autoridades políticas y sociales; en consecuencia, se predican sermones sobre asuntos políticos y sociales, referidos a cómo evitar la guerra y cómo librarnos de todo nuestro armamento, a fin de vivir en perfecta armonía los unos con los otros. Ese es el concepto que muchas personas tienen respecto al contenido del mensaje cristiano.
Quiero demostrar que esa es una enseñanza totalmente equivocada desde todo punto de vista concebible. Desde el punto de vista teológico y desde la perspectiva de las doctrinas del Nuevo Testamento, es una enseñanza totalmente equivocada; además es una enseñanza totalmente opuesta a la práctica de la iglesia primitiva. Esta enseñanza fracasa totalmente cuando es puesta en práctica, produciendo un resultado directamente opuesto al que sus adeptos buscan.
Todo esto es opuesto a la práctica del Nuevo Testamento. Toma el libro de los Hechos de los Apóstoles, ¿Encuentras allí que los apóstoles estaban predicando sobre asuntos del Estado? ¿Acaso usaban el tiempo predicando sobre los problemas de la esclavitud? O ¿invertían su tiempo en aprobar resoluciones y enviarlas al gobierno Romano y al Emperador en Roma? Pero eso es lo que la iglesia moderna está haciendo. El tiempo se dedica a los aspectos políticos y sociales, y tenemos la impresión que si no predicamos constantemente contra armamentos, bombas, guerras y sobre temas raciales, realmente no somos cristianos.
Ciertamente esa es la impresión que uno recibe de la prensa, de los medios de comunicación y de la televisión. Esto, se nos dice, es el cristianismo: y, entonces, debemos estar constantemente presentando objeciones, protestando y hablando contra ciertas cosas y apelando a los gobiernos ejerciendo presión sobre ellos.
Pero yo les invito solemnemente a someter todo esto a la prueba del Nuevo Testamento. ¿Encuentras alguna cosa que esté más lejos de lo que nos presenta el libro de los Hechos de los Apóstoles? No fue esa la práctica de la iglesia primitiva y nunca fue la práctica en épocas de avivamiento y resurgimiento. Esto es una contradicción de la práctica de la auténtica iglesia. Y no solamente eso, también afirmo que esa enseñanza fracasa totalmente cuando es puesta en práctica. En la historia de este país (Gran Bretaña) ha habido tiempos y épocas cuando el mensaje cristiano ha tenido, sin duda, una gran influencia general. Quiero decir que fueron los tiempos cuando la enseñanza cristiana afectó la vida de la comunidad entera. ¿Cuándo fue esto? La respuesta es muy sencilla: esto siempre ocurrió cuando hubo un gran número de cristianos. El mundo sólo presta atención a la voz cristiana cuando es una voz poderosa. Por supuesto, el mundo tiene interés en la política y en los números, y cuando el número de los cristianos que podían votar era grande, los estadistas y políticos les prestaban atención. Ellos podían afectar el resultado de unas elecciones, de manera que debían prestarles atención. Se veían obligados a hacer ciertas concesiones al punto de vista de los cristianos y de la iglesia.
En otras palabras, la enseñanza cristiana ha afectado mayormente la vida general de la sociedad en las épocas que seguían inmediatamente después de los grandes avivamientos religiosos. De manera que, si la iglesia pretende que su enseñanza afecte a la vida de la sociedad, el camino más rápido y corto no es el de predicar sobre política o sobre asuntos sociales, o de estar constantemente protestando contra esto y aquello; el camino más corto consiste en producir un gran número de cristianos. ¿Y cómo se logra eso? Mediante la predicación del evangelio puro, mediante la presentación de un evangelio que sea usado por el ES que es quien tiene el poder de convertir a la gente.
Una predicación contra las guerras y las bombas no convierte a nadie. De modo que esta enseñanza se contradice por sus propios resultados. Un gran número de nuestras iglesias están vacías porque muchos predicadores no han predicado sino sermones sobre política y asuntos sociales. No han estado predicando el evangelio, no han estado llevando la luz a hombres y mujeres. En consecuencia, el número de los cristianos es cada vez más reducido y los poderes del mundo suelen no hacernos caso y darse el lujo de olvidarnos totalmente. De modo que también desde ese punto de vista, esta perversión de la enseñanza del Nuevo Testamento es total y completamente equivocada.