​Se dice del antiguo pueblo de Dios: “Bien pronto olvidaron sus obras.” (Sal.106:3) Aunque la providencia les alimentó de una manera sorprendente en el desierto, ellos no le dieron a Dios la alabanza que El merecía. (Num.11:6) David se esforzaba para agradecer y bendecir a Dios por todas sus misericordias para con él. “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.” (Sal. 103:1-2) No es tanto las bendiciones que la providencia nos da como la bondad y la benignidad de Dios en dárnoslas, lo que ocupa a la persona agradecida en su alabanza.

Recordar las providencias pasadas será una fuente continua de alabanza y agradecimiento, el cual es el trabajo de los ángeles en el cielo, y la parte más placentera de nuestras vidas en la tierra.

 Como David dice: “Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.” (Sal.63:3) Dar vida y preservarla son actos preciosos de la providencia; pero la gracia que le motiva a Dios a hacer todo esto es mucho mejor que las dádivas mismas. Recibimos misericordias cada día y ellas son una gran razón para estar agradecidos. “Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios.” (Sal.68:19) La ternura de la misericordia divina es manifestada en su providencia. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.” (Sal.103:13) Sus profundas emociones al consolar a su pueblo son como las de la madre para con su bebé. (Isa.49:15) Entonces, postrarnos ante sus pies maravillados por la manera tierna en que El se humilla al colocarse a un nivel tan bajo en sus tratos con nosotros, es una cosa de gran gozo para nosotros.

El cuidado en observar la providencia divina hará que Cristo sea cada vez más precioso a nuestras almas
Es por medio de Cristo que todas las misericordias divinas fluyen hacia nosotros y que toda nuestra  alabanza regresa a Dios. Todas las cosas son nuestras porque nosotros le pertenecemos a El. (1 Cor. 3:21-23)

1. Todas las bendiciones que poseemos, tanto en esta vida como las misericordias espirituales y eternas, nos han sido compradas por la sangre de Cristo. Por su muerte Cristo nos restaura todas las cosas que el pecado nos había robado. “Con Cristo” Dios nos da libremente todas las cosas: la salvación misma, y todas las cosas necesarias para llevarnos a ella. (Rom.8:32) Cualquier bien que recibimos de la mano de la providencia tenemos que decir que nos viene por medio de la muerte de Cristo.

2. Porque estamos unidos con Cristo todo lo que recibimos de la providencia nos es hecho una bendición. Cuando estamos en Cristo, tenemos más de lo que perdimos en la caída de Adán. 

3. Los ángeles son empleados en el reino de la providencia, pero es Cristo quien les ordena. Quienquiera que sea el medio para hacerle cualquier bien, es el Señor Jesucristo quien da el mandato para que esto sea hecho. El cuidado de Cristo por los creyentes en Damasco detuvo a Saulo de destruirlos. (Hech. 9) 

 4. Como Cristo nos abrió la puerta de la misericordia muriendo por nuestros pecados, así El mantiene la puerta abierta intercediendo siempre en la presencia de Dios por nosotros. (Apo.5:6, Heb.9:24) Si esto no fuera cierto, cada pecado que cometemos pondría fin a las misericordias que tenemos. Pero, “Si alguno hubiera pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados.” (1Jn.2:1-2)

 5. Las respuestas a todas sus oraciones les son obtenidas por Jesucristo. Su nombre hace que sea imposible que el Padre les niegue cualquier cosa que le pidan conforme a su voluntad. (Jn.15:16) ¡Considera cuanta es tu deuda con tu querido Señor Jesucristo por este grande y glorioso privilegio! 6. El Pacto de  Gracia asegura todas las bendiciones que disfrutas, tanto tu pan de cada día (Sal.111:5), como todas las demás misericordias espirituales. Es el nuevo pacto comprado por su sangre. (1 Cor.11:25) Debes agradecer al Señor cada cosa buena que recibes de ese pacto. 

Una consideración cuidadosa de la providencia, tiene un poder maravilloso para llenar el corazón de agradecimiento ¿No es cierto que el Señor te guiaba por su providencia cuando eras solamente un niño, y acaso no te guardaba de los pecados y las miserias en los que muchos fueron dejados correr? Entonces, de aquí en adelante ¿no le llamarás: “Padre mío, guiador de mi juventud”? (Jer.3:4)  Piensa en los cambios en nuestras vidas que han sido ordenados para nosotros. Cuán mejores son de la manera en que nosotros los hubiéramos arreglado para nosotros mismos. Los pensamientos de Dios no han sido los nuestros, ni sus caminos los nuestros. (Isa.55:8) Nuestras propias ideas han sido sustituidas por mejores cosas con las cuales la providencia nos ha sorprendido. Cuando era necesario, un amigo fue motivado a ayudarte o un lugar fue abierto para recibirte. Entonces cuando la providencia te ha quitado estas cosas o su necesidad de ellas terminó, algún otro camino te fue abierto. ¡Piensa en la ternura incomparable de Dios para con su pueblo! Compara los tratos de la providencia para contigo y para con otros, quizás algunos de tu propia familia que no sean cristianos, y maravíllate con la asombrosa gracia que hizo la diferencia. “¿No era Esaú hermano de Jacob?” (Mal.1:2) Piense en la manera como la providencia ha tratado contigo y compara esto con la manera en que te has comportado hacia el Señor. Has hecho muchas cosas malas en el pasado y no obstante, no puedes acordarte de haber recibido ninguna otra cosa sino bien de la mano del Señor. Por último, compare tus peligros y tus temores con la forma en que la providencia te ha librado de todas tus angustias. Nubes negras han estado sobre tu vida, tu libertad o algún ser querido ha estado en peligro. Acudiste al Señor en tu aflicción y el proveyó una salida y te libró de todos tus temores. (Sal.34:4)   Considera en tu corazón estos maravillosos descubrimientos de Dios en su providencia.

Una cuidadosa observación de la providencia traerá paz a tu mente.  El salmista dice: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” (Sal.4:8) El salmista está determinado a que sus temores pecaminosos no le quitarán su paz interior. Encomendará todas sus preocupaciones a las manos paternas de un Dios fiel quien ha hecho hasta ese momento todas las cosas para él. No quiere perder el consuelo, ni de una sola noche de descanso. Dos cosas pueden destruir la paz en nuestra vidas: Primero, pensar demasiado acerca de las desilusiones pasadas, o segundo, el miedo de sufrirlas en el futuro. Mientras que pensamos acerca de la providencia, hay varias cosas que en forma natural ayudan a traer paz a la mente del creyente aún cuando las circunstancias que le rodeen sean inciertas. Por ejemplo:

1. El poder supremo de la providencia sobre todas las cosas. Esto se ve en la vida de Jacob. El dijo a José: “No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia.” (Gen.48:11) Nada está fuera del poder de Dios en la providencia.

2. La profunda sabiduría de la providencia. Cuán frecuentemente hemos buscado que el bien viniera de algo que parecía bonito, y hemos dado la espalda a algo que parecía ser amenazador. ¡No obstante, al fin la providencia nos ha mostrado que el peligro estaba en lo que parecía hermoso y el bien estaba en lo que temíamos!

 3. La obra de la providencia a nuestro favor en el pasado. “Hasta aquí nos ayudó Jehová.” (1 Sam.7:12) El es el mismo Dios ahora como lo fue en el pasado, y su fidelidad nunca falla.

4. Cuando un creyente se vuelve descuidado en su vida espiritual, generalmente es el método de Dios preparar algo para disciplinarlo hasta que su corazón sea humillado y hecho más santo. Entonces el Señor cambia la voz de su providencia y dice: “Vuélvete, Oh rebelde Israel… No haré caer mi ira sobre tú, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, y no guardaré para siempre el enojo.” (Jer.12:12-13) 

5. Comparando la manera en que Dios trata con nosotros y la forma como lo hace con otras criaturas suyas, nos trae nuevas esperanzas. El cuida de las aves del cielo por quienes ningún hombre provee y también por la hierba del campo. ¿Podemos pensar en realidad que se olvidará de su pueblo quienes le son de mucho más valor? (Mat.6:26 y 30) Pensar en el cuidado que la providencia tiene por los enemigos de Dios alimentándoles, vistiéndolos y dándoles protección aún y cuando están peleando en su contra, debería traer paz a nuestras mentes. Seguramente no fallará en proveer para el pueblo en quien ha puesto su amor, a quienes ha dado a su Hijo, y para quienes ha preparado el cielo mismo. 

​Extracto del libro: el misterio de la Providencia, de John Flavel  
 

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