​​El Espíritu Santo estaba activo en la obra de redención en el Antiguo Testamento. La regeneración era entonces un prerrequisito para la fe tanto como lo es ahora. Jesús reprendió a Nicodemo, un maestro de Israel, por no entender que renacer mediante el Espíritu Santo era necesario para la salvación.

     Además de la obra de regeneración mediante la cual los creyentes del Antiguo Testamento eran avivados a la fe, el Espíritu Santo distribuía también dones especiales, o poder carismático, a personas específicas. Las primeras personas que la Escritura menciona señalando que fueron llenadas con el Espíritu Santo fueron los artesanos Bezaleel y Aholiab. Ellos fueron dotados por el Espíritu Santo recibiendo poder para llevar a cabo obras especializadas de arte:

    Éxo 35:30  Y dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
Éxo 35:31  y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
Éxo 35:32  para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
Éxo 35:33  y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa.
Éxo 35:34  Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan;
Éxo 35:35  y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño.

    Si observamos de cerca esta narración estaremos forzados a concluir que Bezaleel y Aholiab fueron dos de los más dotados y versátiles artistas de la historia humana. Fueron plateros, orfebres, joyeros, canteros y talladores, y tenían también el don de enseñar.
    En el Antiguo Testamento, ciertos individuos fueron especialmente habilitados para el ministerio mediante la unción del Espíritu Santo. Los profetas hablaron bajo la inspiración del Espíritu. Jueces como Sansón, Otoniel y Samuel mostraron unciones especiales del Espíritu. Aun los reyes fueron ungidos por el Espíritu. Cuando David se arrepintió de su pecado con Betsabé, exclamó “No quites de mí tu santo Espíritu” (Salmo 51:11).
    Es importante recordar que la palabra Mesías se origina en la palabra hebrea que significa “ungido”. Jesús cumplió el papel del Mesías prometido en el Antiguo Testamento. Él fue ungido en su bautismo para cumplir la tarea mesiánica.

    Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él. (Mateo 3:16)

    Más tarde, en Nazaret, Jesús dirigió la atención a la profecía de Isaías y declaró que se había cumplido en su propia persona:

    El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. (Lucas 4:18)

    Quizás la unción más dramática de un individuo en el Antiguo Testamento fue la de Moisés. Moisés fue el mediador del Antiguo Testamento y el instrumento escogido de Dios para entregar la Ley a Israel. Él ejerció su liderazgo sobre Israel en virtud del poder carismático del Espíritu. Un episodio crucial para entender Pentecostés tiene lugar durante la vida de Moisés y se halla registrado en Números 11. Cuando los hijos de Israel se quejaron de su dieta de maná, Moisés expresó una protesta ante Dios: “Yo solo no puedo llevar a todo este pueblo, porque es mucha carga para mí” (Números 11:14).
    En respuesta a la carga expresada por Moisés, Dios dijo:

    Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel (…) Entonces descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del Espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos, y llevarán contigo la carga del pueblo para que no la lleves tú solo. (Números 11:16-17)

    Aquí vemos una distribución expansiva del Espíritu Santo. En vez de que el poder carismático del Espíritu estuviera limitado a un solo individuo aislado, Dios distribuye el Espíritu Santo entre otros setenta.
    Cuando Dios llevó a cabo la distribución expandida y los receptores manifestaron ese poder (Números 11:20-27), Josué protestó ante esta aparente usurpación del poder y la autoridad de Moisés. Dijo “¡Moisés, señor mío, detenlos!” (Números 11:28).

    Pero Moisés le dijo: ¿Tienes celos por causa mía? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos! (Números 11:29)    

    La apasionada súplica expresada por Moisés de que Dios pusiera su Espíritu sobre todo el pueblo del Señor en vez de ponerlo meramente sobre algunos de ellos llegó a ser una profecía en Joel:

    Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne. (Joel 2:28)

    Esta es la profecía que Pedro cita en el Día de Pentecostés. A la luz del principio de la distribución limitada del Espíritu Santo que hallamos en el Antiguo Testamento, el Día de Pentecostés apunta al derramamiento del Espíritu Santo no sobre parte del pueblo de Dios sino sobre todo el pueblo de Dios.
    La diferencia entre el mediador del Antiguo Pacto Moisés y el Mediador del Nuevo Pacto Jesús es que Jesús distribuye su Espíritu Santo sobre todo su pueblo. Este es un punto clave que la teología neo-pentecostal oscurece. El neo-pentecostalismo admite que la distribución del Espíritu Santo está disponible para todo el pueblo de Dios pero no es necesariamente obtenida por todo el pueblo de Dios.
    Aquí es donde se hace relevante otra interpretación del Libro de los Hechos. Antes de que consideremos una vez más los pasajes fundamentales en Hechos, puede resultar útil ocuparse un poco en hacer un análisis de la fuente.
    La ciencia neotestamentaria de la crítica de fuentes encierra un análisis técnico de diversos libros en un esfuerzo por reconstruir el material fuente que fue usado para compilar los manuscritos originales. Esto no se hace con propósitos especulativos académicos ociosos. Una de las recompensas cruciales que se obtienen de dicho análisis es la identificación precisa de los temas e intereses mayores que tenían los autores individuales de los libros del Nuevo Testamento.
    Si podemos identificar los propósitos principales de los autores como también los públicos a los que pretendían dirigirse, esto contribuye mucho ayudándonos a entender su enseñanza con mayor exactitud.
    Por ejemplo, cuando los eruditos analizan los Evangelios Sinópticos Mateo, Marcos y Lucas, son capaces de aislar material que es único de cada escritor. Muchos eruditos creen que Marcos fue escrito primero y que Mateo y Lucas tuvieron el Evangelio de Marcos frente a ellos cuando escribieron. Hay mucho material de Marcos que es duplicado tanto por Mateo como por Lucas.
    Al mismo tiempo, hay mucho material común a Mateo y Lucas que no se encuentra en Marcos. Es evidente que Lucas y Mateo usaron una fuente que no estuvo disponible para Marcos o no fue usada por él. Por lo general esta fuente es llamada la fuente “Q” (La letra Q quiere decir Quelle, palabra alemana que significa “fuente”).
    Lo que nos interesa es el material que se halla únicamente en Lucas. Lo llamamos “L”. “L” se refiere a la información suministrada por Lucas que no se encuentra en los otros Evangelios. Al aislar este material obtenemos una visión de los intereses y las preocupaciones especiales de Lucas (En el caso de Mateo, su material único generalmente llamado “M”  revela un fuerte interés por dirigirse a un público judío).
    Un examen de Lucas indica que Lucas estaba escribiendo para un público gentil y que uno de sus principales intereses era manifestar la universalidad del evangelio.
    A partir de la Escritura, sabemos que una de las controversias más intensas que atormentaron a la iglesia primitiva (o, posiblemente, la más intensa) fue la cuestión del estatus de los gentiles en la iglesia. La iglesia comenzó primariamente con creyentes judíos, y luego, como relata Hechos, se extendió al mundo gentil, en gran parte debido a los viajes misioneros de Pablo.
    Es importante tener en mente que Lucas fue el autor del Libro de los Hechos. Él estaba profundamente consciente del crucial debate que concernía al rol de los gentiles en la iglesia.
    El Libro de los Hechos sigue estructuralmente el mandato de la Gran Comisión expresada por Cristo:

    Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hechos 1:8)

    La cronología de Hechos sigue este patrón de la propagación del cristianismo: JerusalénJudeaSamariael mundo gentil. La narración comienza con eventos en Jerusalén y luego se expande hacia el exterior en la empresa misionera.
    El Día de Pentecostés fue un evento judío. Tuvo lugar en Jerusalén. Pentecostés mismo era una fiesta judía. Los participantes fueron “judíos, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2:5). Los judíos habían subido a Jerusalén para la Fiesta de Pentecostés.
    En este acontecimiento, es importante notar que “todos fueron llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). No hay evidencia aquí de que algunos judíos creyentes no lograran recibir el Espíritu Santo. No hay evidencia de que algunos hayan buscado el don con dedicación mientras otros no alcanzaron a tenerlo. Todos los creyentes judíos experimentaron el derramamiento pentecostal.
    El mismo fenómeno se ve en los otros derramamientos que se registran en Hechos. No hay registro en Hechos de que algún creyente perteneciente a un grupo de creyentes no lograra recibir (o recibiera parcialmente) el Espíritu Santo prometido cuando éste descendió. El Espíritu viene de forma inclusiva e incondicional.

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Extracto del libro: «El misterio del Espíritu Santo» de R. C. Sproul

 

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