​Los decretos de Dios  se pueden considerar como múltiples si se contemplan desde el punto de vista de su ejecución en el curso infinitamente variado de la relación de Dios con el mundo que ha creado; pero es una verdad todavía más profunda decir que en realidad son un solo decreto, un sólo propósito o plan eterno.

¿Cuánto abarca ese propósito eterno de Dios?

La verdadera respuesta a esta pregunta es muy sencilla. La verdadera respuesta es «todo.» Todo lo que sucede está incluido en el propósito eterno de Dios ; nada sucede que no entre en este plan eterno.

Es obvio que nada es demasiado grande para Dios. Las distancias sobrecogedoras del universo, que los astrónomos miden en años luz pero que ni ellos ni nosotros podemos en realidad concebir, no contienen misterio alguno para Dios. El lo hizo todo y lo gobierna todo, y todo está incluido en su propósito eterno.

Es igualmente evidente que nada es demasiado pequeño para Dios. Jesús expresó esta verdad con fuerza insuperable. «¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?» dijo. «Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. »  No, nada hay demasiado trivial como para no poder entrar en el plan eterno de Dios. Este plan lo abarca todo, tanto grande como pequeño.

La ciencia moderna ha descubierto maravillas nuevas en el firmamento, y también nos ha hablado del universo infinitesimal que contiene el átomo. Pues bien, todo ello está patente y al descubierto a los ojos de Dios, y todo ello es el producto de su sabiduría y poder infinitos.

 Un momento, sin embargo. Dijimos que todo lo que sucede entra en el plan eterno de Dios, está determinado desde toda la eternidad en un solo propósito grandioso. ¿Fue esto lo que quisimos decir? Cuando dijimos «todo,» ¿quisimos decir realmente «todo»? ¿No hicimos ninguna excepción? ¿Está todo determinado y fijado en el plan de Dios? ¿No hay nada que sea libre?
¿Qué diremos, entonces de las acciones libres de los seres personales, como el hombre? ¿No será esta libertad de elección que time el hombre un engaño si todo está determinado en el plan eterno de Dios?

Hay quienes han quedado impresionados ante tal objeción y han llegado a considerar que las elecciones personales de los hombres quedan fuera del ámbito de las cosas que están determinadas en el propósito eterno de Dios. Cuando Dios creó a las personas, dicen, las dejó libres; de lo contrario no hubieran sido personas. Por tanto, prosiguen, Dios se abstiene voluntariamente de usar la omnipotencia en cuanto a las acciones de sus criaturas que son personas. Como creador fue suficientemente poderoso para crear seres que poseen el don misterioso de la voluntad libre. Se mantiene, pues, al margen.

Este punto de vista asume dos formas. En primer lugar, los que lo sustentan pueden decir que Dios ni siquiera sabe de antemano lo que elegirán las personas que E1 ha creado; y en segundo término, pueden decir que Dios sí sabe de antemano lo que dichas personas elegirán si bien no determina dichas decisiones. Conoce de antemano lo que van a elegir pero no lo preordena. Sabe lo que sus criaturas harán pero .no determina que lo hagan.

La primera forma de esta teoría parece eliminar la omnisciencia de Dios. Digan lo que digan en cuanto a la posibilidad de que Dios se abstenga voluntariamente de hacer uso de su omnipotencia, es evidente que decir que se abstiene de poseer dicha omnisciencia no es más que caer en una contradicción. Si Dios conoce realmente todas las cosas, entonces conoce lo que sus criaturas, incluyendo el hombre, harán. No veo en realidad cómo se puede eludir esto.

Si Dios no sabe qué harán sus criaturas, incluyendo el hombre, entonces se hace entrar en el universo un factor incierto e inexplicable. ¿Se puede precisar ese factor inexplicable? ¿Podemos sostener que si bien Dios no conoce que van a hacer las personas que El ha creado, con todo puede seguir gobernando el resto del universo de manera ordenada? Desde luego que no se puede en modo alguno sostener esto. No, hay una maravillosa concatenación en el curso del mundo ; no se puede separar, de la forma que era teoría lo hace, una parte del resto. Si Dios no sabe qué van a hacer los seres personales del universo, entonces el curso todo del mundo se ve envuelto en una gran confusión. El orden de la naturaleza entonces deja de ser tal orden.
Dios, además, en tal teoría, deja de ser Dios. Se convierte en un ser que time que esperar a ver qué harán sus criaturas; se convierte en un Dios que time que cambiar de planes para acomodarse a circunstancias cambiantes. En otras palabras, se convierte en un Dios que está sometido a una secuencia temporal, para quien sí hay un antes y un después, un entonces y un ahora. Deja de ser el Dios eterno. Es decir, se convierte en un ser finito; no es Dios sino un dios, y aunque llegáramos a conocerlo deberíamos seguir buscando al Dios que es de verdad Dios.

Sería difícil imaginar una teoría menos filosófica que era que sostiene que Dios se mantuvo aparte y quiso depender para el resto de sus planes, de lo que sus criaturas se dignaran hacer . Pero  además de no filosófico no es bíblico. Si hay algo que constituya la raíz de todo lo que enseñan las Escrituras acerca de Dios es que Dios lo sabe todo. Pero no sería así si no supiera qué van a hacer  sus criaturas. Un Dios tal, con limitaciones de conocimiento, es muy distinto del Dios de la Biblia, del Dios para el que no hay secretor.
También la otra forma que adopta la teoría de que nos ocupamos es sumamente insatisfactoria. Según dicha forma, Dios no determina ni preordena  las acciones de los seres personales que ha creado sino que deja que tales actuaciones procedan de la voluntad libre, si bien El conoce de antemano cómo van a actuar.

Sin mucho esfuerzo de reflexión, creo, se ve que esta forma de la teoría en realidad no supera la dificultad que debería haber superado. Esta dificultad es que si las acciones de los seres personales, incluyendo al hombre, han de ser libres  si, en otras palabras, han de ser acciones realmente personales  no pueden estar predeterminadas. Por tanto, sostiene la teoría, Dios no las puede haber determinado de antemano ; por consiguiente, Dios debe haber limitado respecto a ellas el ejercicio de su poder.
Bien, pero el problema radica en que si Dios creó realmente estos seres personales sabiendo de antemano qué iban a hacer caso de que los creara, entonces en realidad determinó sus acciones. Sus acciones eran ciertas antes de que las realizaran. Pero si la certeza de una acción antes de que se realice significa que dicha acción no es libre ni verdaderamente personal, entonces dichas acciones, al conocerlas Dios de antemano con absoluta certeza, no eran libres ; y la teoría queda a merced de todas las objeciones que levantan contra nuestra doctrina.

Queda a merced de todas esas objeciones. Sí, y además se enfrenta con objeciones todavía mucho más graves.
¿Qué clase de Dios es ese que sólo sabe de antemano que sus criaturas van a realizar ciertas acciones y con todo no designa que las realicen? ¿No es acaso un Dios qué está consciente de que hay algo necesario fuera de su propia voluntad? Parece como si esa certeza de las acciones futuras de las personas creadas que permite a Dios predecirlas deba atribuirse o bien al propósito de Dios o bien a algún destino ciego, del que Dios está consciente pero que es independiente de E1. La segunda alternativa rebaja a Dios. Lógicamente, implica el abandono de ese punto de vista elevado que atribuye la existencia de todas las cosas a la voluntad misteriosa de una persona todopoderosa. Conlleva en realidad el abandono de la idea teísta del mundo, por poco que estén conscientes de ello los que defienden dicha alternativa.

No, debemos descartar todas estas componendas. Son sumamente peligrosas. Pero lo que resuelve el problema en nuestro caso es que son contrarias a la Biblia. La Biblia no hace excepciones cuando habla del gobierno de Dios sobre el mundo. Según la Biblia, Dios lo gobierna todo, y la Biblia es muy clara en enseñar que Dios determina los actos voluntarios de sus criaturas. Nada, según la  Biblia, queda fuera del plan eterno de Dios.

Pero, llegados a este punto, a menudo proponen otra objeción. «Ustedes los calvinistas se olvidan de algo,» afirma el objetante. «Si Dios pre ordena incluso las acciones libres de las personas, incluyendo el hombre, que El ha creado, ¿qué dicen de las acciones pecaminosas? ¿Las ha preordenado? En caso afirmativo, ¿dónde va a parar su santidad? ¿No debemos acaso atribuir cuando menos las acciones pecaminosas, sólo a la libre determinación de los pecadores quienes las cometen y no al plan o propósito de un Dios santo?».

En respuesta a tal objeción, es fácil recurrir a las palabras de la Escritura que enseñan precisamente lo contrario de lo que el objetante sostiene. La crucifixión de Jesús fue sin duda un acto pecaminoso; nadie puede dudarlo. Con todo la Biblia afirma repetidas veces que formaba parte del plan de Dios. «A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. » La palabra que se traduce por «consejo» es una palabra muy sencilla; significa «deseo» o «propósito.» ¿Pero qué fue lo que, según este versículo, fue hecho por el propósito ex-preso de Dios? Fue la entrega de Jesús. Creo que alude a la entrega de Jesús por parte de Judas, y no la entrega de Cristo a sus enemigos por parte de Dios. Entonces, el acto malvado de Judas, la entrega de su Señor, se dice ser algo que formaba parte del plan de Dios. Pero incluso si la entrega a la que se refiere es la entrega de Cristo a sus enemigos por parte de Dios, es muy difícil eludir las implicaciones directas del pasaje. Parece evidente, si se toma el versículo en su totalidad, que el crimen total de dar muerte a Jesús se realizó, según este versículo, «por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios.»

Lo mismo aparece, quizá con mayor claridad todavía, en otro pasaje de Hechos. En el capítulo cuarto se dice : «Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra lo santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto lo mano y lo consejo habían antes determinado que sucediera. » Esos hombres perversos, con su perversa acción, no se opusieron al plan de Dios ni hicieron nada fuera de él. No, hicieron sólo lo que la mano de Dios y el consejo de Dios predeterminaron que se hiciera. Incluso las acciones malas de los hombres no constituyen, por tanto, excepciones al carácter absolutamente universal del propósito eterno de Dios. El Catecismo Menor está en perfecta armonía con la Biblia cuando afirma que con ese propósito eterno Dios ha pre¬ordenado todo lo que sucede   no todo lo que sucede con la excepción de los actos libres o por lo menos de los actos malos de las personas creadas, sino todo lo que sucede sin excepción ninguna.
 
Que el hombre es responsable de sus acciones malas se ve tan claro desde el comienzo de la Biblia hasta el fin que es innecesario mencionar textos concretos para demostrarlo. Pero también está claro en la Biblia que Dios no es el autor del pecado. Esto se comprende por la naturaleza misma del pecado, que es rebelión contra la ley Santa de Dios. También se enseña en forma explícita. «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios ; porque Dios ,no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. «

¿Cómo, pues, podemos resolver la dificultad? Hemos dicho que Dios ha preordenado todo lo que sucede. Las acciones pecaminosas de los hombres son cosas que suceden. Con todo negamos que Dios sea el autor de las mismas y atribuimos la responsabilidad de ellas al hombre.

Con qué derecho lo hacemos? ¿Acaso no nos metemos en una contradicción sin solución?
La respuesta se halla en el hecho de que si bien Dios preordena todo lo que sucede, hace que las colas sucedan en formal muy diferentes.

No hace que sucedan las acciones ` de los seres personales de la misma forma que los sucesos del mundo físico. Esto es así incluso en el caso de las acciones buenas de los hombres que son sus hijos. Incluso cuando Dios hace que esos hombres realicen cierta acciones bajo él influjo de su Santo Espíritu, no trata con ellos como si fueran piedras o palos, sino que trata con ellos como hombres que son. No les hace realizar esas cosas contra su voluntad, sino que determina dicha voluntad, y su voluntad como personas queda a salvo cuando realizan dichos actos. Los actos siguen siendo de ellos, incluso si el Espíritu de Dios los guía a realizarlos.

Cuando Dios hace que sucedan las acciones malas del hombre, influye todavía de una manera distinta. No tienta a los hombres para que pequen ; no influye en ellos para que pequen. Pero hace que sucedan esas acciones como elección libre y responsable de seres personales. Ha creado esos seres con el don temible de la libertad de elección. Lo que hacen como fruto de ese don son acciones suyas. En realidad no sorprenden a Dios cuando las hacen ; el hacerlas entra en el plan eterno de Dios ; pero por ellas, no Dios sino ellos son responsables.

¿Dónde está la verdadera dificultad en todo esto? ¿Es acaso la dificultad de armonizar la voluntad libre de la creatura con la certeza de las acciones de las criaturas como parte del propósito eterno de Dios? No, no creo que sea ésta la verdadera dificultad. Me parece que es ver cómo un Dios bueno y todopoderoso pudo permitir que entrara el pecado en el mundo que El había creado. Esta dificultad se enfrenta con la enseñanza consecuente y verdaderamente bíblica del decreto divino, enseñanza que hemos tratado de sintetizar en esta exposición, y también se opone a las opiniones inconsecuentes que hemos refutado. Nunca se debe emplear, por tanto, como argumento en favor de ninguna de las dos teorías inconsecuentes ni contra la enseñanza consecuente.
E1 problema subsiste. ¿Cómo pudo un Dios santo, si es todopoderoso, haber permitido la existencia del pecado?
¿Cómo resolver el problema? Me parece que debemos admitir algo que no le agrada mucho a nuestro orgullo. Me temo que tenemos que reconocer que es insoluble.

¿Es tan sorprendente que haya cosas que no comprendamos? Dios nos ha comunicado muchas cosas. Incluso acerca del pecado nos ha revelado mucho. Nos ha dicho cómo por un precio infinito, con el don de su Hijo, .nos ha dado la forma de evitarlo. Sí, Dios nos ha comunicado muchas cosas. ¿Es sorprendente que no nos lo haya revelado todo? No me parece, amigos míos. Después de todo, no somos más que criaturas finitas. ¿Sorprende que haya ciertos misterios que Dios en su bondad y sabiduría infinitas nos haya querido ocultar? ¿Sorprende que haya ciertos aspectos en sus consejos que nos ha pedido que nos contentemos con no conocer sino que nos conformemos con confiar en Aquel que todo lo sabe?

Extracto del libro: «el hombre» de J. Gresham Machen

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar