​Lo que es verdad religiosamente debe serlo también científicamente. El manto sin costuras de la verdad no puede ser desgarrado en pedazos, como hacen los modernistas despreocupadamente cuando afirman la resurrección de Jesucristo como un hecho religioso pero niegan su posición científica como algo que no puede ser históricamente verificado. Kuyper demandaba unidad en su interpretación del universo y de Dios. El esquema debe ser uno.

​Kuyper sostiene que, puesto que hay dos tipos de gente en el mundo debido al hecho de la regeneración, por lo cual la unidad de la conciencia humana ha sido rota, debe haber, por fuerza de las circunstancias, dos tipos de ciencia, de las cuales solo una puede ser esencialmente verdadera. Por esta razón “la idea de la unidad de la ciencia, tomada en su sentido absoluto, implica la negación del hecho de la regeneración, y por lo tanto, en principio, conduce al rechazo de la religión cristiana”. Sin embargo, formalmente ambos tipos de hombres están envueltos en la empresa científica, y reconocen las labores científicas de cada uno de la misma manera en que dos ejércitos opuestos son mutuamente capaces de apreciar el valor y el honor militar del otro.

Con respecto a esta antítesis que caracteriza al mundo en que vivimos y que se extiende a la empresa científica, Kuyper dice que no hay conflicto entre fe y ciencia, “sino que dos sistemas científicos, o si prefiere, dos formulaciones científicas, están opuestas la una a la otra, teniendo cada una de ellas su propia fe. Ni se puede decir que aquí esté la ciencia que se opone a la teología, porque tenemos que vérnoslas con dos formas absolutas de ciencia, afirmando ambas el dominio total del conocimiento humano, y teniendo ambas su propia proposición acerca del Ser supremo como el punto de partida para su cosmovisión. El panteísmo, lo mismo que el deísmo, es un sistema sobre Dios, y realmente toda la teología moderna encuentra su hogar en la ciencia de los normalistas. Y finalmente, estos dos sistemas científicos, el de los normalistas y el de los anormalistas, no son oponentes relativos, caminando juntos medio camino, y luego, de allí en adelante, se soportan pacíficamente el uno al otro para tomar senderos diferentes, sino que se disputan seriamente, el uno contra el uno, el total dominio de la vida, y no pueden desistir del esfuerzo constante para derribar hasta el suelo el edificio total de sus respectivas aseveraciones controvertidas, incluyendo todos los medios de apoyo, sobre los cuales descansan sus aseveraciones. Si no hicieran esto mostrarían de este modo y a ambos bandos que no creían honestamente en su punto de partida, que no eran combatientes serios, y que no entendían las demandas primordiales de la ciencia, la cual, por supuesto, afirma la unidad de concepción”.

Debemos notar que Kuyper no tendrá nada que ver con una teoría de la verdad en dos niveles, que divide la esfera ético-religiosa de la esfera científica. Lo que es verdad religiosamente debe serlo también científicamente. El manto sin costuras de la verdad no puede ser desgarrado en pedazos, como hacen los modernistas despreocupadamente cuando afirman la resurrección de Jesucristo como un hecho religioso pero niegan su posición científica como algo que no puede ser históricamente verificado. Kuyper demandaba unidad en su interpretación del universo y de Dios. El esquema debe ser uno.

¡De allí la antítesis absoluta! ¡No somos oponentes relativos! Nuestra disputa tiene que ver con todo el dominio de la vida, y buscamos destruir el edificio entero de nuestros enemigos, y no descansaremos hasta que todos los soportes de su sistema sean demolidos. De hecho, cualquier clase de apologética que trate solo con los detalles es inútil. No tiene ninguna importancia disputar acerca de hechos observables, o “el lado somático de las ciencias físicas, o, finalmente, sobre un defecto lógico en la argumentación”.

Pero la razón de que la antítesis no sea más aparente es que tenemos los hechos en común, una lógica común y una metodología común para conseguir los hechos, y un lenguaje común para expresarnos. Además, la transformación de la conciencia, realizada por la regeneración, no se completa de una vez, de manera que los anormalistas no siempre proceden a vivir de acuerdo a este nuevo principio de vida en su ser total sino que llega a expresarse con el tiempo. Además, “hay una adoración y un auto-rebajamiento ante Dios, un amor y una auto-negación ante nuestros semejantes, un crecimiento en lo que es puro y heroico y formativo del carácter, lo que supera en mucho toda la belleza de la ciencia”. Debido a esto, muchos hombres nacidos dos veces entran al servicio de la Iglesia y, como la ciencia es dominada por los normalistas, los hijos de la regeneración son incapaces de obtener ninguna de las cátedras del aprendizaje en las grandes universidades europeas.

Kuyper argumenta que fue solo desde el Renacimiento que los humanistas y los naturalistas se volvieron totalmente conscientes de sus propias presuposiciones, de manera que la batalla en contra de la doctrina de la revelación se volvió más determinada. Como resultado de este claro antagonismo entre las fuerzas de Dios y las fuerzas de Satanás en el campo del conocimiento, Kuyper hizo un llamamiento a sus compañeros creyentes para edificar sus propios laboratorios científicos y llevar adelante la empresa científica sobre la base de presuposiciones conscientemente elaboradas. Esto se alcanzó en la fundación de la Universidad Libre de Ámsterdam en 1880, la única Universidad de su clase en el mundo.

Para el no iniciado esta posición de Kuyper puede sonar como la más alta intolerancia, pero Kuyper rechaza esta acusación y provocó más bien un revés contra sus oponentes. De hecho, los normalistas son realmente intolerantes y enemigos de la ciencia libre, puesto que no permitirán que exista ninguna diferencia en la conciencia humana fundamental. Puesto que los normalistas no tienen conciencia del pecado, ni la certeza de la fe, ni el testimonio del Espíritu Santo, no permitirán que tal evidencia permanezca en el tribunal de la teoría del conocimiento del hombre. Los normalistas forzarían su conciencia sobre todos como si fuera la mente humana autoritativa. Claro, desde su punto de vista no podría esperarse nada más, y, si concedieran la posibilidad de la verdad de nuestras afirmaciones, hubiesen admitido de ese modo nuestras declaraciones básicas con respecto a la anormalidad de la constitución de las cosas. Por otro lado, es el mérito de Kuyper haber visto claramente que si permitimos a los normalistas hacer que su conciencia sea la base de la verdad, entonces estamos perdidos. La batalla debe ser peleada en el nivel de la conciencia humana, y no en el campo de los hechos científicos como tales. Pues si “la propia conciencia del hombre es su primum-verum, y debe por tanto ser también el punto de partida para todo científico, la conclusión lógica es que es una imposibilidad el que ambos concuerden, y que cada empresa en que concuerden debe estar condenada al fracaso”.

Además, es la aseveración de Kuyper de que el calvinismo, como la expresión más pura de la fe cristiana, ha hecho una gran contribución a la ciencia. Tanto como hecho histórico, véase la fundación de la Universidad de Leiden por William de Orange, y como resultado de su principio de predestinación, el calvinismo ha activado la investigación científica y ha fomentado un amor por la ciencia, porque es la ciencia la que busca la unidad de comprensión, el uno entre los muchos, la armonía, el plan, la estabilidad y el orden. Esto es provisto por la doctrina calvinista de la predestinación, ¡según la cual todas las cosas llegan a ocurrir según el consejo de Dios!

Es más, el calvinismo devolvió a la ciencia su dominio legítimo al animar a los hombres a moverse de la cruz hacia la creación y predicar a Cristo como el Redentor cósmico, pues todas las cosas fueron hechas por Él y todas las cosas esperan por Él; aún la creación inanimada gime y tiene dolores, esperando la adopción de los hijos de Dios, para participar de su gloria.

Una vez más, fue el calvinismo el que le devolvió a la ciencia su libertad indispensable, esto es, no la libertad de licencia de negar a Dios y buscar la gloria del hombre, sino la libertad de la tutela de la Iglesia, bajo la cual estuvo gimiendo durante la Edad Media. Esta libertad es indispensable para que la ciencia se pueda desarrollar según las leyes de su propio ser en el ámbito de la gracia común. El calvinismo no solo forzó a la Iglesia a regresar al ámbito de la gracia particular, sino que los países calvinistas fueron refugios de libertad para los hombres de ciencia. Es más, Kuyper añade el hecho de que tenía que crearse una demanda por la ciencia. Esto fue logrado por el calvinismo cuando cortó de raíz la idea de que la felicidad del cielo se ganaba con esfuerzo humano, liberando así las energías de los hombres para sojuzgar la tierra y poner su atención en el cumplimiento del mandato cultural.

Extracto del libro El Concepto calvinista de la Cultura, por Henry R. Van Til (1906-1961)

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