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¿Cuál es la manera correcta de estudiar la Biblia? Si la Biblia es la Palabra de Dios y quieres encontrar al Dios vivo en sus páginas, debes estar seguro de cómo hacerlo. A continuación, presento cinco respuestas:

1. Estudiar la Biblia todos los días (Hch. 17:11).
Sin duda que podemos acudir a la Biblia más de una vez por día o, de manera similar, podrá haber ocasiones en que preocupaciones legítimas ocupen el tiempo diario que le dedicamos a su estudio. Pero deberíamos disciplinar nuestra vida para que incluyan un período diario de estudio y meditación, del mismo modo que nos disciplinamos para tener períodos regulares de sueño, cepillarnos los dientes, comer, y otros menesteres.

En realidad, la comparación con las comidas regulares es un buen ejemplo, ya que la comida es necesaria para el cuerpo si este ha de estar saludable y ser capaz de realizar esfuerzos. En algunas ocasiones podremos no realizar una de las comidas, pero esto no debería ser lo normal. De la misma manera, debemos alimentarnos regularmente de la Palabra de Dios si hemos de convertirnos y mantenernos espiritualmente fuertes. ¿Qué sucederá si descuidamos la lectura bíblica diaria? Nos volveremos indiferentes a Dios y débiles en las cosas espirituales. Quedaremos expuestos a la tentación y al pecado que fácilmente puede sobrevenir…. Sea cual sea la hora apartada para el estudio bíblico debería ser guardada de manera especial para ese propósito».

2. Estudiar la Biblia sistemáticamente.

Algunas personas leen la Biblia al azar, leyendo un poco por aquí y un poco por allá. Esto puede ser característico de la manera en que realizan las otras cosas en su vida, pero es un error encarar el estudio bíblico (y la mayoría de las demás cosas) de esta manera. Conduce inevitablemente a una escasez de proporción y de profundidad, tan característica de los cristianos de la actualidad.

Un sistema mucho mejor es un estudio disciplinado y regular de determinados libros de la Biblia, o incluso de la Biblia en su totalidad. Los nuevos creyentes deberían comenzar por los evangelios, quizá por el evangelio de Juan o de Marcos. Después, deberían continuar con los Hechos, las cartas a los Efesios, Gálatas, Romanos o algún libro del Antiguo Testamento como Génesis.

Siempre resulta de mucho valor leer y meditar sobre los salmos. Hay algunos pasos que deberían seguirse durante el estudio:

a. Primero, el libro en cuestión debe leerse de principio a fin unas cuatro o cinco veces, una de esas veces, en voz alta. Cada vez que lo leamos, algo nuevo nos llamará la atención.
b. Segundo, el libro se debe dividir en sus secciones principales, del mismo modo que los libros modernos se dividen en capítulos (no necesariamente los mismos capítulos que encontramos en nuestras Biblias), en subsectores y en párrafos. El objetivo en esta etapa será ver cuáles versículos están relacionados, qué temas son cubiertos y cuál es la secuencia de estos temas.
c. Tercero, estas secciones deberán estar relacionadas unas con otras. ¿Cuáles son las principales secciones o temas? ¿Cuáles son introductorias? ¿Cuáles son digresiones? ¿Cuáles son aplicaciones prácticas? En esta etapa, la persona debe estar desarrollando un esquema del libro y debería ser capaz de contestar preguntas tales como: ¿Qué es lo que dice este libro? ¿Para quién fue escrito? ¿Por qué fue escrito? Por ejemplo, si estuviésemos estudiando la epístola a los Romanos, ya podríamos decir: «Este libro fue escrito a la iglesia de Roma, pero también está dirigido a las iglesias en todo otro lugar y tiempo.
Dice que la raza humana está perdida en el pecado y que la respuesta a ese pecado es la justicia de Dios revelada en Jesucristo. Su propósito es explicar este evangelio. Un propósito secundario es avisar a los romanos del deseo de Pablo de visitarlos camino a un futuro ministerio en España». Ahora se puede proceder a un estudio más detallado de las secciones individuales. ¿Cuál es el tema principal de cada sección? ¿Qué se nos dice sobre este tema? ¿Por qué lo dice? ¿A quién? ¿Qué conclusiones podemos sacar al respecto? En esta etapa del estudio es conveniente prestar atención a las conjunciones como “porque”, “entonces”, “y”, “desde” y “por lo tanto”. Por último, se pueden estudiar las palabras clave. ¿Cómo se hace esto? Se comienza mirando otros pasajes en el mismo libro en que aparece la palabra. Es posible encontrarlas uno mismo o utilizar una concordancia en la que figuran los versículos más importantes que contienen esa palabra.

Hay concordancias sencillas al final de muchas Biblias. Supongamos que estamos estudiando Romanos 3:21-26 y deseamos aprender más sobre la palabra tan importante justicia, con la que comienza esta sección. Un versículo clave lo constituye 10:3, en la que la justicia de Dios se distingue de nuestra justicia. Además, Romanos 1:17 dice que la justicia de Dios se nos muestra en el evangelio. La palabra justicia es utilizada treinta y cinco veces sólo en esta carta, y cada uno de estos usos sirve para iluminar la utilización en otro lado. A esta altura podemos observar el uso de esta palabra en otros libros de la Biblia, quizá utilizando el sistema de referencia en cadena provisto por algunas Biblias. También es posible utilizar el diccionario. Algunos diccionarios contienen la etimología de la palabra, lo que sirve para aclarar el significado de la palabra. Normalmente será sólo después de un sistema inductivo y personal de estudio de la Biblia tal como éste que tomaremos en consideración los comentarios de otros. Cuando utilicemos estos comentarios, los buenos comentarios sobre libros individuales de la Biblia serán de más ayuda que los comentarios de un solo volumen de todo el Antiguo o el Nuevo Testamento.

3. Estudiar la Biblia exhaustivamente.

Junto con el estudio sobrio y profundo de un libro o una sección de la Biblia debería haber un intento por familiarizarse con la Biblia en su totalidad. Esto implica leerla de principio a fin. Es cierto, quizá haya partes de la Biblia que no nos resulten interesantes al principio. Esto es natural. Pero si nunca hacemos el esfuerzo por familiarizarnos con ellas, limitamos nuestro crecimiento y hasta tergiversamos nuestro entendimiento.

Pablo le dijo a Timoteo, «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3:16). El testimonio de Ryle en este punto es el siguiente: «el mejor plan es comenzar simultáneamente con el Antiguo y el Nuevo Testamento —leerlos de corrido hasta el final, y luego comenzar nuevamente—». Reconoce que esto es un punto de preferencia personal, pero añade: «Sólo puedo decir que este ha sido el plan que he seguido durante casi cuarenta años, y nunca he encontrado razón suficiente para modificarlo».

4. Estudiar la Biblia en oración.

Esto nos lleva a evitar el formalismo de los escribas. En el verdadero estudio bíblico lo primero que hacemos es pedirle al Espíritu Santo que abra nuestras mentes para poder entender su verdad y luego obedecerle cuando la aplique en nuestras vidas.

El autor del Salmo 119 indica la actitud que debemos tener cuando escribe: «Haz bien a tu siervo; que viva, y guarde tu palabra. Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley» (vs. 17-18). ¿Qué logrará una oración de este tipo? Nos hará tomar conciencia que en realidad nos estamos encontrando con Dios en nuestra lectura y no simplemente siguiendo un ritual religioso que debe ser cumplido.

Después de orar debemos decirnos a nosotros mismos: «Dios ahora me va a hablar», y luego debemos leer para escuchar lo que él tenga para decirnos. Posiblemente no haya nada que haga del estudio bíblico más excitante que esto —saber que mientras leemos Dios nos está hablando personalmente y nos está enseñando—. Esto convierte al estudio bíblico y la oración que lo acompaña en un momento de comunión personal con él.

5. Por ultimo, estudiar la Biblia en obediencia.

Ya he sugerido un número de preguntas que deberíamos formularnos si queremos comprender un pasaje determinado de las Escrituras. Pero en dicha lista hay algunas preguntas fundamentales que no fueron hechas. ¿Cómo se aplica este pasaje y sus enseñanzas en mí? ¿Me instruye en algo que debería hacer? ¿En algo que no debería hacer? ¿Qué me dice sobre la voluntad de Dios y cómo puedo agradar a Dios y servirle mejor?

Santiago tenía estas preguntas en mente cuando le instruyó a quienes le escribía: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Stg.1:22). Dios requiere obediencia. Si nos instruye es para que le obedezcamos y podamos crecer. ¿Qué deberíamos hacer? «Cultivar una obediencia rápida, exacta, sin cuestionamientos y gozosa a cada mandamiento que por su contexto evidentemente esté dirigido a nosotros».

Debemos estar alerta para recibir nuevas órdenes de nuestro Rey. Muchas bendiciones hay para quienes obedecen. Los mandamientos de Dios son sólo carteles señalizadores que nos indican el camino para el éxito y las bendiciones presentes y para la gloria eterna». Si no estamos dispuestos a obedecer a Dios, ni siquiera seremos capaces de entender lo que leemos (Jn. 7:17) y el estudio bíblico se convertirá en algo aburrido, opresivo y carente de significado.

Hasta nos dejaremos arrastrar lejos de Dios y nos encontraremos criticando su Palabra. Nos encontraremos susceptibles a teorías críticas que la tergiversan. Pero si estamos dispuestos a obedecer su Palabra, Dios nos ayudará a entender sus verdades y además nos conducirá a otras verdades. Un escritor ha observado: «El estudio bíblico serio no consiste simplemente en escarbar en la Palabra, sino que requiere que esa Palabra sea traducida en nuestras vidas al mundo.

Debemos ser las cartas de Dios para que todos los hombres la lean… Si tomamos nuestro estudio bíblico con seriedad, al extremo de que obedecemos la Escritura, entonces descubriremos el camino de la verdadera bendición espiritual, y seremos provechosos hombres de Dios para nuestro Señor Jesucristo».


Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice

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