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1Pe 1:23  siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

¿Y cuál es esta obra misteriosa? De acuerdo con el testimonio universal basado en las Escrituras es una operación del Espíritu Santo en lo más profundo del hombre.

Por tanto, la pregunta ahora es si la regeneración precede, acompaña o sigue al acto de escuchar la Palabra.   

Nosotros respondemos: El Espíritu Santo puede realizar este trabajo en el corazón del pecador antes, durante y después de la predicación de la Palabra. El llamado interno puede asociarse con el llamado externo o le puede seguir. Pero aquello que precede al llamado interno, es decir, la apertura del oído sordo para que este pueda oír, no depende de la predicación de la Palabra y, por consiguiente, precede a la predicación.

La correcta discriminación en este aspecto es de la máxima importancia.

Si designo todo el trabajo consciente de la gracia, desde la conversión hasta la muerte, como “regeneración,” sin ningún miramiento a su misterioso pasado, entonces puedo y debo decir junto con la Confesión (artículo 24): “Que esta fe, habiendo sido labrada en el hombre por escuchar la Palabra y la operación del Espíritu Santo, ambos cosas lo regeneran y hacen de él un hombre nuevo.”

Pero si distingo en esta obra de la gracia, de acuerdo a los planteamientos de las ordenanzas, entre el origen de la nueva vida, para lo cual Dios nos dio el sacramento del Bautismo, y su soporte, para lo cual Dios nos dio la ordenanza de la Santa Cena, entonces la regeneración cesa inmediatamente después de que el hombre nace de nuevo, y aquello que sigue se llama “santificación.”

Para diferenciar claramente entre aquello que el Espíritu Santo forjó en nosotros consciente o inconscientemente: la regeneración se refiere a aquello que fue forjado en nosotros inconscientemente, mientras que conversión es el término que aplicamos al despertar consciente a esta nueva vida implantada en nosotros.

Por tanto, la obra de la gracia de Dios fluye a través de estos tres estados sucesivos.

  1. La regeneración en su primera etapa, cuando el Señor implanta una nueva vida en el corazón muerto.
  2. La regeneración en su segunda etapa, cuando el hombre renacido se convierte.
  3. La regeneración en su tercera etapa, cuando la conversión se funde con la santificación.

En cada uno de estas tres, Dios realiza una obra extraordinaria y misteriosa en el ser interno del hombre. De Dios proceden el avivamiento, la conversión y santificación, y en cada etapa Dios es el Operador, sólo que con las siguientes diferencias: en el avivamiento Él trabaja solo, encontrando y dejando al hombre inactivo; en la conversión Él nos encuentra inactivos pero nos hace activos; en la santificación Él trabaja en nosotros de tal manera que trabajamos para nosotros mismos a través de Él.

Describiendo esto aún con más precisión, decimos que en la primera etapa, aquella del avivamiento, Dios trabaja sin medios; en la segunda etapa, aquella de la conversión, Él emplea medios, por ejemplo, la predicación de la Palabra; y en la tercera etapa, aquella de la santificación, Él usa medios además de nosotros. Condensando lo antes dicho, hay un gran acto de Dios en el que regenera al corrupto pecador y lo hace un hombre nuevo—el exhaustivo acto de la regeneración.

Este tiene tres etapas: regeneración, conversión y santificación. Para el ministerio de la Palabra es preferible considerar sólo los últimos dos, la conversión y la santificación, ya que estos son los medios designados para llevarlo a cabo. El primero, la regeneración, es una materia para nuestra consideración, ya que al examinarla vemos que el hombre es pasivo y Dios es activo, y también porque en este acto la grandeza de la operación divina es más evidente.

 Al escribir la biografía de Napoleón, sería suficientemente simple mencionar su nacimiento, pero también se podrían mencionar aquellas cosas que ocurrieron antes de su nacimiento. De igual manera en este aspecto: me puedo referir ya sea a las dos partes de la regeneración, conversión y santificación, o también podría incluir algo de lo que precede a la conversión y hablar también del avivamiento. Esto no implica antagonismo, sino hablar con más precisión.  Es más exhaustivo, respecto a la regeneración, hablar de las tres etapas: regeneración, conversión y santificación, aun cuando es más habitual hablar sólo de estas dos últimas.

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Extracto del libro: “La Obra del Espíritu Santo”, de Abraham Kuyper 

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