En ARTÍCULOS

Las demostraciones constantes del poder de Dios para con sus hijos es un fuerte contraste con la impotencia de los que están sin Cristo. El poder supremo de Dios es un manjar, e igual que lo puso delante de Abraham y Moisés, lo ofrece a los creyentes de toda época. Y mientras ellos se sacian, el pecador desvergonzado pide limosna. No puede disponer ni de una gota de poder celestial para su propio uso. Dios, a través de su siervo Isaías, avisa a los pecadores: “He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed” (Is. 65:13).

Dios es omnipotente en el perdón, pero no utilizará su poder para el pecador desvergonzado. Puede salvar y ayudar en la necesidad, pero si no te has arrepentido, ¿cómo podrás esperar su ayuda? El mismo poder que Dios derrama en la salvación del creyente se derramará para tu condenación, porque Él se ha comprometido con juramento a destruir toda alma impenitente.

¿Qué narcótico esparce Satanás sobre las almohadas de los no regenerados? ¿Cómo pueden dormir tan bien aun después de haberles avisado de las consecuencias de pasar por alto el ultimátum de la gracia de Dios? Pecador, Satanás puede engañarte para que creas que hace falta valor o sabiduría para rechazar los términos de la misericordia de Dios, pero realmente es el colmo de la necedad. Tu destino eterno está en las manos de Dios. Si no tratas con Él ahora, tendrás que responder ante sus cargos después. Sabe bien que “¡horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (He. 10:31).

Y tú, creyente, recobra fuerzas sabiendo que el fuerte brazo de Dios se extiende hacia ti, no con ira sino con amor. Con la misma fe que reconoces la existencia de Dios, cree también esto: que su poder supremo es tu amigo seguro. Puedes ponerlo a prueba en las siguientes circunstancias…

  1. Cuando estás abrumado por el pecado

Puedes estar completamente seguro de que no hay pecado tan poderoso que sobrepase el poder de Dios. ¡Un Dios Todopoderoso es más que muchos “fuertes!”. Él ha demostrado su anhelo en rescatarte una y otra vez. Provocado al límite por los pecados de su pueblo, ¿qué hace? ¡Les da una dulce promesa! Declara: “No ejecutaré el ardor de mi ira”. ¿Y por qué no? “Porque Dios soy, y no hombre” (Os. 11:9). Es como si dijera: “¡Te demostraré la omnipotencia de mi gracia!”.

¿Quién duda de la omnipotencia de Dios? Sabemos que él tiene poder para perdonar si quiere hacerlo. Pero aún hay más consuelo para el creyente: el que estriba en su pacto de perdón. Como nadie puede comprometer a Dios sino Él mismo, así nadie puede romper ese compromiso que Él hace consigo mismo.

Estas son sus palabras: “Seré amplio en perdonar” (cf. Is. 55:7). En otras palabras: “Ahogaré tus pecados en mi misericordia y derramaré todo lo que tengo, para que no se diga que mi bien ha sido vencido por tu mal”.

Entonces, cuando Satanás te aterroriza con sus terribles acusaciones contra tu alma, puedes decir con confianza, “Dios mismo es el que me justifica. Ha prometido restaurar mi vida si me someto a él. ¿Alguna vez ha roto una promesa? Por tanto me he entregado a Él como fiel Creador”.

2. Cuando te vence la tentación

Si temes algún día caer en la tentación, aférrate a la fuerza de Dios ahora y refuerza tu capacidad de resistir. Cree que tendrás victoria en el día de la prueba. Tu Padre te vigila estrechamente mientras estás en el valle luchando; tus gritos de socorro le hacen correr en tu ayuda. Josafat pidió socorro en la lucha contra sus enemigos, y el Señor lo rescató (cf. 2 Cr. 20). Puedes estar igualmente seguro de su ayuda cuando estás contra la pared.

Recuérdale frecuentemente su promesa: “El pecado no se enseñoreará de vosotros” (Rom. 6:14).

Aunque la palabra omnipotente no aparece en este versículo, está implícita en esta y en todas las promesas. Decláraselo a tu alma: “¡El pecado no se enseñoreará de ti, dice el Dios Omnipotente!”. Ahora, si vas a cobijarte en este atributo, debes mantenerte a su sombra. ¿De qué sirve la sombra de la roca fuerte si nos sentamos al sol? Es decir, si nos alejamos de la protección divina aventurándonos al calor de la tentación, no debemos sorprendernos cuando nuestra fe se debilita y tropezamos, cayendo en el pecado. Somos débiles en nosotros mismos: nuestra fuerza está en la roca de la omnipotencia de Dios. Él ha de ser nuestro refugio constante.

3. Cuando te oprime el deber cristiano

Tal vez encuentras el deber de tu llamamiento demasiado pesado para tu débil fe. Busca en Dios la fuerza. Cuando estás harto de tu trabajo y, como Jonás, dispuesto a huir, aliéntate con las palabras de Dios a Gedeón: “Ve con esta tu fuerza […]. ¿No te envío yo?” (Jue. 6:14). Empieza la obra que Dios te ha dado y tendrás su fuerza de tu parte; huye de tu trabajo, y la tendrás en tu contra. Él enviará alguna tormenta para devolver a su siervo fugitivo a casa.

¿Estás llamado a sufrir? No te acobardes. Dios conoce los límites de tu fuerza. Él puede poner la carga tan equilibradamente sobre tus hombros que casi no la sentirás. Pero eso no es todo: siempre te vigila, y cuando tropiezas te recoge —con carga y todo— y te lleva a tu destino acurrucado en el seno de su promesa: “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida” (1 Co. 10:13). ¿Cómo vas a lamentarte cuando estás envuelto en su pacto? Tu Padre celestial anhela tanto cuidarte que, mientras tú le pides tímidamente una migaja de paz y gozo, él desea que abras la boca todo lo que puedas, para poder llenarla. Cuanto más pidas, mejor; y si más pides, más cariñosamente te acoge.

Ve pronto ahora. Escudriña tu corazón entero y reúne tus debilidades. Ponlas delante del Todopoderoso, como la viuda puso sus vasijas vacías ante el Profeta. Espera un milagro o la liberación de los recursos inagotables de Dios. Si tuvieras más vasijas para traer, te las llenaría todas.

Dios tiene fuerza bastante para dar, pero no tiene fuerzas para negar. Lo digo con reverencia: en este aspecto el Todopoderoso es débil. Hasta un niño, el más débil en la gracia de su familia, que solo puede susurrar: “Padre”, puede convencerle. No dejes que la debilidad de tu fe te aleje de la presencia de Dios. Al ver las pálidas mejillas y el aspecto demacrado de tu fe, tu amor y tu paciencia, su corazón compasivo se conmoverá y eso será un fuerte argumento para su ayuda.

  • – – – –

Extracto del libro:  “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar