Como obrero maestro, Satanás calcula la tentación y le da forma; pero a veces permite que sus peones la terminen. Sabiendo que la tarea la pueden desempeñar mejor otros, considera cuidadosamente quién se puede encargar con mayor ventaja de su maligna causa. Al igual que no todo político sirve como embajador, tampoco toda persona vale para el servicio especial del diablo. Él examina a los candidatos con cuidado. En esto es distinto de Dios, quien no se ve limitado en cuestión de instrumentos, ya que no necesita a nadie, y le sirve igualmente uno que otro. Pero el poder de Satanás es limitado, de forma que tiene que remendar los defectos en la piel del león con la del zorro.
Los embajadores preferidos de Satanás suelen ser de cuatro clases: personas de poder y preeminencia; personas de intelecto superior y diplomacia; personas con reputación de santidad; y personas influyentes con los poderosos.
Primero: Satanás busca personas de preeminencia y poder. Pueden ser del Estado o de la Iglesia. Si tiene la posibilidad, se hace tanto con el trono como con el púlpito, a modo de dos generales que mandan sobre todo el ejército.
Un jefe de Estado puede influir en millones de personas; por tanto, Pablo le dijo a Elimas, cuando este intentaba disuadir de la fe al procónsul: “¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo” (Hch. 13:10). Como si dijera: “Has aprendido esto de tu padre el diablo: a andar por las cortes reales y ejercer tu influencia sobre los demás”.
Satanás redobla su esfuerzo a fin de ganar a tales dirigentes para su bando en dos aspectos: Primero, estos tienen el poder de arrastrar a otros. Si se corrompe el capitán, llevará a su tropa consigo. Si es Jeroboam quien instituye la idolatría, pronto todo Israel habrá caído en la trampa. Segundo, aunque el pecado se quede en la corte y no cunda la infección, sin embargo todo el reino puede pagar un alto precio por el pecado del soberano. David sucumbió a la tentación de Satanás de contar al pueblo, pero fue toda la nación la que padeció la plaga del castigo juntamente con él (cf. 1 Cr. 21).
Además de intentar infiltrarse en el gobierno, Satanás también apunta a los mandatarios de la iglesia. ¿Qué mejor manera de infectar a todo el pueblo que envenenando la cisterna de la que sacan el agua? Él se deleita especialmente en corromper el corazón de los pastores. Si puede entrar en su corazón, estará libre para pasearse invisible entre el redil de Dios: un diablo vestido de pastor. ¿Quién persuadió a Acab para ir a Ramot de Galaad y caer? Satanás lo sabe: “Yo saldré, y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas” (1 R. 22:22). ¿Cómo endurecer a los pecadores en su pecado? Que el pastor les ponga cojines de paz bajo su conciencia y les cante una canción de cuna que diga: “Paz, paz…”, y ya está hecho. ¿Cómo desacreditar la alabanza de Dios? Que el mundo observe la conducta escandalosa del pastor, y muchos —buenos y malos— rechazarán la verdad del evangelio por la mentira de su vida.
Segundo: Satanás también emplea a personas de gran intelecto y diplomacia. ¡Qué hazaña, predicar sus ideologías malditas desde los estrados de las grandes mentes de la historia! Tan bien se le da, que pocos de este rango se encuentran entre los discípulos de Cristo: “No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (1 Cor. 1:26). Tal vez sea porque la bendición del entendimiento se convierte muy fácilmente en la maldición del engaño. Dios no mantendría su Reino, ni en el corazón ni en el mundo, bajo principios carnales. ¡No, Él manda que andemos en la sencillez divina! Jacob consiguió la bendición mediante el engaño, pero podría haberla obtenido más fácilmente siendo justo.
Satanás busca las mentes más agudas —un Balaam, un Ahitofel, un Sanbalat— para vender su maldición y hacer que la humanidad la compre. Siempre busca a los mejores vendedores, “de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).
Pablo, por su propia experiencia, conocía el poder de Satanás sobre la mente, y temía por los corintios, a quienes él había unido a Cristo. No quería que sus “sentidos [fueran] de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Cor. 11:3). Si Dios te ha bendecido con una mente excelente, dale gracias, ¡pero ten también presente el aviso de Pablo!
El gran ídolo adorado por el sector más inteligente del mundo y que forma el icono de su fe es la razón humana, de la cual brotan muchas herejías. Orgulloso por naturaleza, al hombre nada le gustaría más que ser su propio dios (aunque cayó por querer subir tan alto). Si encuentras una doctrina que alimenta una buena opinión del hombre a sus propios ojos, verás como el hombre se muestra glotón a esa mesa.
También le gusta saciarse de la libertad carnal —otro apetito natural—, y Satanás sabe cómo fomentar ese deseo. El hombre sin yugo es hijo de Belial; y si debe llevar alguno, le agrada más el que tenga el forro más suave y roce menos la carne. Por tanto, cuando los sinceros maestros de la Palabra hacen hincapié en la obediencia sincera, vienen los encargados de Satanás y dicen: “¡Qué duros son tus ayos! Te atan a un deber interminable. Ven, te enseñaremos un camino más fácil al Cielo”. El que vende más barato tendrá más clientes; pero al final, la verdad con la abnegación es mejor compra que el error con todo su placer carnal.
Tercero: ¿Prefiere Satanás la compañía de personas poderosas e intelectuales? También se deleita en entretener a aquellos que tengan la reputación de santidad. ¿Qué funciona mejor que un pájaro vivo para atraer a otros a la red? Tal es la astucia de Satanás —y la fragilidad de los mejores entre nosotros— que los más santos hayan sido su cebo para atrapar a otros. El gran patriarca Abraham tentó a Sara a mentir: “Di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya” (Gn. 12:13). El viejo profeta de Betel desvió al siervo de Dios del camino, porque la santidad de su vida y la reverencia de su edad daban autoridad a su consejo (cf. 1 R. 13:18).
Esto debe hacerte muy vigilante si eres de aquellos cuyo largo viaje y grandes progresos en los caminos de Dios te han ganado un nombre eminente en la iglesia. Lo que dices y haces —por ser un dirigente—, mueve a otros a mirar menos a sí mismos y más a ti para marcar la pauta y poner las reglas.
Cuarto: Satanás escoge a personas capaces de influir en los poderosos. Si puede ganar familiares o amigos de estos, tendrá fácil acceso al objeto real de su deseo. Algunos piensan que por eso no acabó con la mujer de Job, para enviarle en su mano la copa envenenada: “Maldice a Dios, y muérete”. Sabemos que David no habría recibido de mano de Nabal lo que aceptó de Abigail. Satanás pensó en mandarle a Adán la fruta por mano de Eva, y envió la derrota a Sansón por medio de Dalila. Asimismo usó a Pedro, el discípulo, para tentar a Cristo.
Algunos mártires han confesado que lo más difícil fue sobreponerse a los ruegos y lágrimas de sus amigos y parientes. Pablo mismo expresó este sentir cuando dijo: “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo para ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús” (Hch. 21:13).
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Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall