“Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”. —Efesios 5:33
Las Escrituras
El matrimonio es el fundamento de toda la sociedad. Por lo tanto, este tema es muy importante. Explicar los deberes conyugales es mucho más fácil que convencer de cumplirlos en la práctica. Ajustad la voluntad a las Escrituras, no viceversa. Efesios 5:33.
- La conexión. “Por lo demás” es una transición de la realidad de la relación de Cristo con la Iglesia. Significa que, a pesar de ser un ideal inalcanzable, debes tratar de alcanzarlo o que, por ser un noble ejemplo, debes imitarlo en tu relación con tu cónyuge.
2. La dirección: La obligación universal de ella. “Cada uno de vosotros”, no importa lo bueno que seáis o lo malo que sea tu cónyuge. Todos los maridos tienen derecho al respeto de sus esposas, sean ellos sabios o necios, inteligentes o lentos, habilidosos o torpes. Todas las esposas tienen derecho al amor de sus esposos, sean hermosas o feas, ricas o pobres, sumisas o rebeldes. La aplicación particular de ella. “Cada uno”, cada esposo y esposa debe aplicar esto a su propio caso en particular.
3. Resumen de los deberes.
- El deber de cada esposo. Amar a su esposa. Éste no es el único deber, pero incluye a todos los demás. Debe amarla como a sí mismo. Esto es cómo (la Regla de Oro) y por qué ha de amarla (porque ambos son en realidad uno, amarla dará como resultado bendiciones para él).
B. El deber de cada esposa. Temer (griego) o reverenciar (RV 1909) o respetar (RV 1960) a su marido, por su persona y por su posición. Esto incluye necesariamente amor porque si ella lo ama, tratará de agradarle y evitar ofenderlo.
Doctrina: Cada esposo debe amar a su esposa como a sí mismo y cada esposa debe respetar a su esposo.
Recuerda que éste es el consejo de tu Creador, articulado claramente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y, tanto por Pablo, el Apóstol a los gentiles (Ef. 5:22ss; Col. 3:18ss) como por Pedro, el Apóstol a los judíos (1 P. 3:1ss). Estos dos deberes (marido-amor, esposa-respeto) no son absolutos, pero se mencionan particularmente porque son las faltas más comunes de cada uno o porque incluyen todos los demás deberes. Otra explicación es que respeto es lo que los maridos más necesitan y amor lo que las esposas más necesitan de sus cónyuges (Doug Wilson).
Dios aconseja, no sólo a fin de que tengamos vida eterna, sino para que seamos confortados aquí y ahora. El matrimonio piadoso es un pedacito de cielo sobre la tierra. Repasar estos deberes tiene que humillarnos por nuestros fracasos pasados y retarnos a mejorar en el futuro.
Deberes que corresponden a ambos por igual
- Viviendo el uno con el otro. Él tiene que dejar “a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24) y ella tiene que olvidar su “pueblo, y la casa de (tu) padre” (Sal. 45:10). Él tiene que “vivir con” su esposa (1 P. 3:7) y “la mujer no se separe del marido”, aunque éste sea inconverso (1 Co. 7:10). Los otros deberes del matrimonio requieren vivir juntos, teniendo relaciones sexuales regularmente, las cuales cada uno le debe al otro (1 Cor. 7:3-5). El A.T. prohíbe que los esposos vayan a la guerra durante su primer año de matrimonio (Dt. 24:5). Esto muestra la importancia de vivir juntos.
- Amándose el uno al otro. Éste es un deber, tanto del esposo (Col. 3:19) como de la esposa (Tit. 2:4). El amor es la gran razón y el consuelo del matrimonio. Este amor no es meramente romance, sino afecto y cuidado auténtico y constante y “entrañablemente de corazón puro” (1 P. 1:22) el uno por el otro. El amor matrimonial no puede basarse en belleza o riqueza, pues éstas son pasajeras y ni siquiera en la piedad, pues ésta puede menguar. Tiene que basarse en el mandato de Dios que nunca cambia. El voto matrimonial es “para bien o para mal” y los casados deben considerar a sus cónyuges como lo mejor en este mundo para ellos. El amor matrimonial tiene que ser duradero, perdurando aun después de que la muerte haya roto el vínculo (Pr. 31:12). Este amor de corazón puro produce, como consecuencia, el contentamiento y consuelo. Guarda contra el adulterio y los celos. Previene o reduce los problemas familiares. Sin él, el matrimonio es como un hueso dislocado. Duele hasta que vuelve a encajarse en su lugar.
- 3. Siendo fieles el uno al otro. Cada varón debe tener (sexualmente) su propia esposa y cada esposa, su propio esposo (1 Cor. 7:2) y sólo los suyos propios. Imita al primer Adán, quien tuvo sólo una esposa y al segundo Adán, quien tiene una sola Iglesia. El pacto matrimonial nos enlaza a nuestros propios cónyuges: Los más queridos, dulces y mejores del mundo. La infidelidad más pequeña, aun en el corazón, puede llevar a un adulterio en toda la extensión de la palabra. Sin arrepentimiento, el adulterio destruye la felicidad terrenal, al igual que la expectativa razonable del cielo. Casi disuelve el matrimonio y, en el A.T., era un crimen sancionado con la pena de muerte (Dt. 22:22). Cuídate para evitar las tentaciones de este pecado. El hombre que no se satisface con una mujer, nunca se satisfará con muchas porque este pecado no tiene límites. La fidelidad también incluye guardar los secretos del otro. Estos no deben revelarse, a menos que exista una obligación mayor. Contar los secretos del cónyuge es malo cuando sucede por accidente, peor cuando es el resultado de un enojo y peor todavía cuando es motivado por el odio.
- 4. Ayudándose el uno al otro. La esposa ha de ser “ayuda idónea” para su esposo (Gn. 2:18), lo cual implica que ambos deben ayudarse mutuamente. Deben compartir estas cosas:
- 5. Su trabajo. Si ella trabaja en casa y él trabaja fuera, el trabajo de ambos será más fácil. Para motivación, él debe prestar atención a todo el libro de Proverbios y ella, especialmente, al último capítulo.
- 6. Sus cruces. Aunque los recién casados esperan que el matrimonio sea sólo placer, las dificultades de seguro llegarán (1 Co. 7:28). Quizás tengan que enfrentar la pérdida de bienes materiales, daño a sus hijos, aflicciones causadas por amigos, tanto como por enemigos. Cada cónyuge tiene que ser un amigo para el otro, venga lo que venga.
- 7. Su consagración a Cristo. Vivan como herederos juntamente “de la gracia de la vida” (1 P. 3:7). La meta más alta del matrimonio es promover la felicidad eterna mutua. En esto, la cooperación es muy importante. Los conocimientos de él deben ayudar a vencer la ignorancia de ella y el fervor de ella, el desaliento de él. Cuando el esposo está en casa, debe instruir y orar con su familia y santificar el Día de reposo pero, en su ausencia, ella debe atender estas cuestiones.
- 8. Siendo pacientes el uno con el otro. Este deber es hacia todos, pero especialmente, hacia nuestro cónyuge (Ef. 4:31-32). ¡En el matrimonio hay muchas tentaciones para impacientarse! Perder los estribos causa guerras civiles en casa y nada bueno viene de ello. Ambos necesitan un espíritu humilde y quieto. Aprendan a estar en paz consigo mismos para mantener la paz. Retírate hasta que la tormenta haya pasado. No sois dos ángeles casados, sino dos hijos pecadores de Adán. Disimula las faltas menores y ten cuidado al confrontar las mayores. Reconoced mutuamente vuestros propios pecados y confesadlos todos a Dios. Ceded el uno al otro en lugar de ceder al diablo (Ef. 4:27).
- 9. Salvando el uno al otro. 1 Corintios 7:16 insinúa que nuestro gran deber es promover la salvación de nuestro cónyuge. ¿De qué sirve disfrutar del matrimonio ahora y luego irse juntos al infierno? Si uno deja que su cónyuge vaya a condenación, ¿dónde está su amor? Ambos deben inquirir sobre el estado espiritual del otro y usar los medios debidos para mejorarlo. Crisóstomo dijo: “Id los dos a la iglesia y luego dialogad juntos sobre el sermón”. Si los dos ya son cristianos, entonces han de hacer lo que puedan para ayudarse mutuamente a llegar a ser santos más perfectos. Hablad con frecuencia de Dios y de las cosas espirituales. Sed compañeros peregrinos a la Ciudad Celestial.
- 10 Manteniendo relaciones sexuales matrimoniales con regularidad, pero moderadas. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (He. 13:4). La relación sexual en el matrimonio ha sido establecida para remediar los afectos impuros, no excitarlos. No puedes realizar con tu cónyuge cada necedad sexual que se te ocurra, por el mero hecho de estar casados. Ser dueños de un vino, no te da permiso para emborracharte. Sed moderados y sensatos. Por ejemplo, pueden abstenerse por un tiempo para dedicarse a la oración (1 Cor. 7:5). Aun en las relaciones matrimoniales tenemos que demostrar reverencia a Dios y respeto mutuo. El amor auténtico no se comporta groseramente.
- 11. Cuidando el uno los intereses del otro, en todas las cosas. Ayudaos a mantener una buena salud y estad enfermos juntos, por lo menos en espíritu. El uno no debe ser rico, mientras el otro sufre necesidad. Promueva cada uno, la buena reputación de su cónyuge. El esposo, naturalmente y con razón, se interesa por las cosas que son del mundo, cómo puede agradar a su esposa y la esposa hace lo mismo (1 Cor. 7:33, 34). Esto da honor a tu fe, consuelo a vuestras vidas y una bendición en todo lo que teneis. Debéis ser amigos íntimos, riendo y llorando juntos, siendo la muerte, lo único que separa vuestros intereses.
- 12. Orando el uno por el otro. Pedro advierte qué hacer para que “vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 P. 3:7). Lo que sugiere es que debéis orar el uno por el otro y juntos. “Oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril” (Gn. 25:21). Tenemos que orar por todos, pero, especialmente, por nuestro cónyuge. El amor más puro se expresa en la oración sincera y la oración preserva el amor. Procurad tener momentos de oración juntos. El Sr. Bolton oraba todos los días dos veces en privado, dos veces con su esposa y dos veces con su familia. La oración eleva al matrimonio cristiano por encima de los matrimonios paganos y de la cohabitación de los animales.
Richard Steele (1629-1692): Predicador y escritor puritano; echado de su púlpito por el Acto de Uniformidad en 1662 y después por “The Five Mile Act”, nunca cesó de proclamar oralmente las riquezas de Cristo. Recordado como “un hombre muy valioso y útil, un buen erudito, un estudioso y excelente predicador”. Nació en Barthomley, Cheshire, Inglaterra.