En BOLETÍN SEMANAL

Estas son:

  1. De palabra
    “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34). Si hay ese temor y respeto interior en su corazón, como Dios lo requiere, será evidente en las palabras que dice. La misma ley que se aplica al corazón en este caso, también gobierna la lengua. “Y la ley de clemencia está en su lengua” (Pr. 31:26). Y, ciertamente, aquí “la lengua apacible es árbol de vida”, mientras que “la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu” (Pr. 15:4).

Este respeto de la esposa se demuestra:

a. En sus palabras acerca de su esposo: Las cuales siempre deben estar llenas de respeto y honra. Ella habla respetuosamente de él, en su ausencia. Ninguna esposa es demasiado grande ni buena como para no imitar el ejemplo piadoso de Sara: “Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien” (1 P. 3:6). Éste era el lenguaje de su corazón como lo dice antes Génesis 18:21. Todas las críticas acerca de su esposo y las palabras que lo deshonran tienen, infaliblemente, consecuencias para su propia vergüenza; su honra y respeto se mantienen o caen juntos. La mujer malvada se refiere a su marido como “el hombre” (Pr. 7:19, literalmente en hebreo). ¡Oh, que esto fuera lo peor que las esposas dijeran de sus maridos a sus espaldas!

b. Las palabras de la esposa hacia su esposo deben estar llenas de respeto. Cuídate de:

(i) Hablar en exceso e interrumpir absurdamente a tu esposo mientras él está hablando, y responder con diez palabras cuando una hubiera bastado porque el silencio demuestra más la sabiduría de una mujer que las palabras y la que es sabia, usa las palabras con moderación. Aunque parezca ser piadosa, si no controla su lengua, su piedad es en vano.

(ii) Usar palabras o un tono irrespetuoso. Ella tiene que cuidar que sus palabras sean de calidad, es decir, humildes y respetuosas porque el gran deseo de la esposa debe ser procurar tener “un espíritu afable y apacible”, sí, y del hombre también, “es de grande estima delante de Dios” (1 P. 3:4). Cuando el corazón ha sido humillado por la gracia de Dios, se notará en sus palabras… ¿Acaso no ha dicho Dios “la lengua blanda quebranta los huesos” (Pr. 25:15)? Esto es más de lo que puede hacer una lengua virulenta… Le será un consuelo indescriptible en la muerte y el juicio reflexionar en las victorias que su paciencia ha logrado y con cuánta frecuencia su silencio y sus respuestas blandas han mantenido la paz… Es indudable que si la mansedumbre y el respeto no prevalecen, menos lo harán la ira y la pasión… No temas porque esto empeore a tu marido, más bien confía en la sabiduría de Dios (1 P. 3:1; Pr. 25:15). Recuerda que Dios te escucha y te juzgará por cada palabra ociosa (Mt. 12:36). Idealmente, tanto el esposo como la esposa, deben ser lentos para airarse, no obstante esto, si uno debe ceder, lo más razonable es que sea la esposa. Ninguna mujer recibe honra por haber tenido la última palabra. Algunas mujeres argumentan que su lengua es su única arma, pero el sabio sabe que la lengua la enciende el infierno (Stg. 3:6). Observa cómo Raquel le habló impulsivamente a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (Gn. 30:1) y en cuanto tuvo dos, ¡murió! (Gn. 35:18). Por otro lado, Abigail se comportó con prudencia y recibió honra. Si el respeto no prevalece con él, el enojo tampoco. Por eso es que el marido y la esposa deberían acordar que nunca se levantarán la voz uno al otro ni se tratarán con palabras indebidas.

  1. De hecho

La demostración del respeto de la esposa hacia su esposo tiene que ser también de hecho.

a. Ella obedece sus instrucciones y sus restricciones. Sara obedeció a Abraham y ella es un ejemplo digno (1 P. 3:6). Él le dijo: “Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes” (Gn. 18:6) y ella lo hizo inmediatamente. La esposa ha de obedecer a su esposo en todo lo que no sea contrario a la voluntad de Dios. Pero si le manda hacer algo pecaminoso según la Ley de Dios —si le pide que mienta, que dé falso testimonio o algo parecido— ella tiene que negarse modesta y resueltamente. Si le prohíbe hacer algo que, según los mandatos de Dios, es un deber indispensable —si él le prohíbe orar, leer la Biblia, santificar el Día del Señor o algo parecido— entonces tiene ella que “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29). Pero en todos los demás casos, aunque ella puede presentarle respetuosamente a él sus razonamientos, si él sigue insistiendo, su mejor sacrificio será obedecer y hacer lo que le pide lo cual aliviará su yugo.

b. El hogar es el lugar porque ella es la hermosura del hogar, allí es donde se desenvuelve, es su seguridad y “su delicia” (Mi. 2:9). Cuando desaparecen el sol y la luna, el cielo está oscuro, y cuando, tanto esposo y esposa están fuera de casa, se producen muchos problemas en el hogar, y ya sabemos de quien habla esto: “Alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa” (Pr. 7:11). Sólo una necesidad urgente debe impulsarla a salir.

Donde sea que el esposo juzgue mejor vivir, allí tiene la esposa que alegremente consentir vivir, aunque quizá por los amigos de ella o de él, sea incómodo para ella. Entonces, Aquel que designa “amar a vuestros maridos” (Tit. 2:4), en el versículo que sigue, les indica: “sed prudentes, castas, cuidadosas de su casa,…” [en griego, oikouros, que significa cuidar la casa, trabajar en el hogar, quedándose en casa y atendiendo los asuntos de la familia. Concordancia de Strong], buenas, sujetas a sus maridos, para que la Palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit. 2:4-5). Porque aunque se pueden silenciar las palabras de una mujer buena, nunca se podrán silenciar sus buenas obras…


c. Ella le pide su consejo y escucha sus reconvenciones. Rebeca no mandó a Jacob donde su hermano Laban sin consultarle a Isaac (Gn. 27:46). Sara no echó a la sierva Agar sin consultarle a Abraham (Gn. 21:10). La mujer sunamita no iba a recibir al profeta en su casa sin decirle nada a su marido (2 Rey. 4:10). Su tarea más difícil es escuchar la reprensión con cariño y gratitud, especialmente, si tiene un espíritu orgulloso y contencioso. Pero ella debe recordar que tiene sus faltas y que nadie las ve mejor que su marido. Así que contestarle con dureza por sus reprensiones muestra una gran ingratitud. Si ella realmente lo respeta, esta será una píldora mucho más fácil de tragar.

d. Ella mantiene una actitud respetuosa y alegre en todo momento. No debe ceder a la irritabilidad o la depresión cuando él está contento, ni estar eufórica cuando él está triste. Debe hacer todo lo posible para que él se complazca en ella. Expresa contentamiento con lo que tienes y con tu posición, y un temperamento dulce, a fin de que él disfrute de estar en casa contigo. Estudia cómo le gustan a él sus comidas, sus ropas, su casa y obra conforme a lo que le agrada porque, aun debido a estas pequeñeces, surgen muchas agrias discusiones. Nunca debes permitir que tu exceso de confianza con él, genere desdén. El amor de él no debe hacerte olvidar tus deberes, sino aumentar tus esfuerzos. Tu cariño no debe disminuir tu respeto por él. Es mejor obedecer a un hombre sabio que a uno necio. La mayoría de los maridos se reformarán si sus esposas los respetan adecuadamente. De la misma manera, la sabiduría y el afecto de él se ganan el respeto de la esposa, en la mayoría de los casos. Pocos esposos hay tan malos que la discreción y el respeto de una esposa no los reformaría; y pocas esposas hay de tan mal genio, que la sabiduría y el afecto de un esposo no la mejoraría.

Algunos harán caso omiso a estos consejos con la excusa de que nadie puede ponerlos por obra, pero esto es una burla a Dios. Él castigará a los tales. Si su venganza no le llega en esta vida, como sucede con frecuencia con los rebeldes, entonces le llegará en la próxima. El cristiano auténtico se caracteriza por un sometimiento fundamental al consejo bíblico; sin estos, somos meros hipócritas.


Tomado de “What Are the Duties of Husbands and Wives Towards Each Other?” (¿Cuáles son los deberes mutuos de esposos y esposas?) en Puritan Sermons 1659-1689. Being the Morning Exercises at Cripplegate (Sermones puritanos 1659-1689. Estando en los ejercicios matutinos en Cripplegate), Tomo I, reimpreso por Richard Roberts, Publicadores. A su disposición en Chapel Library.


Richard Steele (1629-1692): Predicador y autor puritano; nacido en Bartholmley, Cheshire, Inglaterra.

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