En BOLETÍN SEMANAL

El primer deber principal y, absolutamente indispensable entre el hombre y su esposa, es la unidad matrimonial por la que ambos se consideran una sola carne y, consecuentemente, preservan su unión inviolable. Ese es el deber que el Apóstol nos recomienda con estas palabras: “Que la mujer no se separe del marido… y que el marido no abandone a su mujer” (1 Cor. 7:10-11). Está hablando de la separación de la pareja, quebrantando e invalidando así el lazo matrimonial. Quiere que la unión se conserve firme e inviolable, y que los dos que fueron hecho uno, sigan siéndolo para que no vuelvan a ser dos. Esta unidad matrimonial es tan necesaria que no puede ser infringida ni disuelta aunque uno sea cristiano y el otro pagano. Dice el Apóstol: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone” (1 Co. 7:12-13)…

  1. Acerca de la paz entre el hombre y su esposa

Entre otros medios para mantener un afecto cariñoso interior entre esposos, algunos de los principales son: La paz mutua, armonía y el estar de acuerdo. De hecho, el Apóstol nos exhorta a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3) porque la paz es el lazo que amarra el uno al otro y hace que sean uno, aun uno en espíritu. Cuando sucede lo opuesto, la discordia exterior desune el espíritu de los hombres. La Biblia nos estimula a seguir la paz con todos. Entonces, ¿con cuánta más razón deben los maridos tener paz con sus esposas y las esposas con sus maridos? Son más cercanos que hermanos y hermanas. ¡Entonces, cuánto más bueno y cuánto más delicioso es el habitar el esposo y la esposa juntos en armonía (Sal. 133:1)! Habitar juntos es algo que tienen que hacer, pero sin paz no hay un habitar juntos. “Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa” (Pr. 21:9; 19; 25:24). Es mucho mejor que las personas que no se llevan bien permanezcan alejadas. Pero no debe ser así con el hombre y su esposa, sino que, más bien, tienen que vivir en paz. La paz entre ellos es reconfortante, habiendo sido expuestos a las discordias de otros. Se ha dicho que en este sentido, la esposa es un remanso de paz para el hombre: ¿cuánto más el hombre lo es para su esposa?…

Para mantener la paz:

  1. Evita ofender: Hasta donde sea posible, evita las ofensas. El esposo debe cuidarse de no ofender a su esposa y lo mismo la esposa. Las ofensas causan discordia.
  2. No os ofendáis: Cuando una parte ofende a la otra, la otra no debe darse por aludida. Así conservarán la paz. La reacción a las ofensas es lo que da inicio a las rencillas.
  3. Procura la reconciliación: Si ambos se enojan al mismo tiempo, el fuego se hará más grande. Por esta razón, sed rápidos en apagarlo. La ira no debe compartir la cama con los esposos, ni deben ellos dejar de compartir la cama por ella. Para que el fuego se apague más pronto, ambos tienen que esforzarse por reconciliarse. La gloria es del que da el primer paso porque, de hecho, es bienaventurado por ser conciliador. No aceptar la conciliación cuando se ofrece es peor que ser pagano; cuando surge la ira, el deber del cristiano es procurar calmar los ánimos: Una gracia que viene de lo Alto.
  4. No permitas que se formen partidos: No lleves tus desavenencias a tus hijos ni a tus sirvientes ni a ningún otro familiar con el fin de que tomen partido con uno y se pongan en contra del otro. El hecho de que el hombre hable con cualquiera en su casa en contra de su esposa o que la esposa lo haga en contra de su esposo es, por lo general, causa de problemas entre ambos.
  5. No hagas comparaciones: Debes evitar criticar constantemente a tu pareja comparándola con otras personas o con sus esposos o esposas anteriores (en caso de haberlos tenido). Las comparaciones de este tipo son muy dañinas. Suscitan muchos malos sentimientos y causan grandes discordias.
  6. No seas celoso: Sobre todo, hay que cuidarse de los celos imprudentes e injustos, que son la desgracia del matrimonio y la causa mayor de disgustos entre el hombre y su esposa. Las personas celosas son rápidas para empezar riñas y buscar ocasiones para sembrar la semilla de la discordia. Toman cada palabra, cada mirada, acción y moción de la peor manera posible y, en consecuencia, se ofenden sin razón. Una vez que se encienden los celos, son como un fuego llameante fuera de control. Es imposible sosegar al que los tiene.
  7. Deleitaos  el uno al otro: En todas las cosas buenas, tienes que esforzarte por deleitarte sacrificando tu propia voluntad y evitando causarle un disgusto al otro. San Pablo hace notar que es el deber de ambos hacerlo y describe el cariño mutuo que los esposos se tienen como un desvivirse por alegrarse mutuamente.
  • Acerca de las oraciones mutuas de los esposos

El mayor interés de los dos debe ser el bien del uno y del otro, el cual Salomón aplica en particular a la esposa; es decir, hacer bien y no mal todos los días de su vida. Recordemos que el bien del hombre incluye su alma, cuerpo, buena reputación y bienes.

La oración, un deber mutuo

Un deber general que incluye a todos los deberes es la oración. San Pedro exhorta que la relación entre esposos no sea un obstáculo para las oraciones. Da por sentado que la oración es un deber mutuo que uno le debe al otro, como el que Isaac demostró hacia su esposa (Gn. 25:21). Por medio de ella, el hombre y su esposa se ayudan el uno al otro en todo lo que necesitan. Es el medio en que Dios, en su sabiduría, la ha santificado para obtener todas las bendiciones necesarias para otros y para uno mismo. Muchos la consideran un deber de poca importancia y de poco provecho, pero la verdad es que orar correctamente, en verdad y con fe, es difícil, pero sus efectos son poderosos. Es el mejor deber que uno puede cumplir para bien de otros y el que menos hay que descuidar. Ya mencionamos que Isaac oró por su esposa. Para demostrar el bien que le hizo a ella, nos dicen las Escrituras que el Señor lo escuchó. Así ella, siendo antes estéril, por este medio concibió un hijo. Todos los tratamientos médicos del mundo no podían haberle hecho tanto bien. Entonces, siempre, sin cesar, hay que cumplir este deber. Cada vez que los dos eleven una oración, tienen que tenerse en cuenta el uno al otro. Sí y, a menudo, han de proponerse elevar oraciones en especial el uno por el otro, ya sea estando juntos o separados.

Esto último concierne especialmente al esposo, quien es como un sacerdote para su esposa y debe llevar los ruegos de ella a Dios cuando están juntos…

Las cosas por las que los esposos y las esposas orarán solos

Hay varias bendiciones necesarias por las que los esposos y las esposas deben orar y que tienen que ver sólo con ellos dos y corresponden ser mencionadas en las oraciones privadas entre ellos, como:

  1. Siendo ambos una sola carne, tienen que ser también un solo espíritu para que sus corazones sean como uno, entretejidos por un amor matrimonial, auténtico y espiritual, deleitándose siempre el uno en el otro, siempre dispuestos a ayudarse el uno al otro, y listos para cumplir con buena voluntad y alegría todos esos deberes que el uno le debe al otro.
  2. Que su lecho matrimonial sea santificado: Siendo que es ordenanza de Dios, les corresponde cumplirla, manteniendo su lecho sin mancilla. No hay nada tan importante por la que debe orar mutuamente el matrimonio… debido al calor de los apetitos de la carne que la mayoría tiene. Si no se contiene por medio de la oración (el mejor medio para este fin), puede suceder que el lecho sin mancilla sea mancillado, y el hombre y su esposa pueden llegar a convertirse en adúlteros. Como en otros casos, así también es esto santificado por la Palabra y la oración. La Palabra da una garantía y dirección para su uso. La oración lo sazona e, igualmente, lo bendice.
  3. Para que puedan tener hijos y que estos puedan ser herederos de la salvación y vivan en este mundo para su propio bien y el de los demás…
  4. Para que Dios les dé capacidad en lo que se refiere a los bienes de este mundo y otros buenos medios para alimentar, nutrir y darles a sus hijos un buen futuro y suficiencia para mantener a su familia y sean de ayuda a la iglesia donde Dios los colocó.
  5. Para que los dones y las gracias que necesitan y faltan en cualquiera de los dos les sean dados y que los males y las enfermedades a los cuales están sujetos puedan ser superados.

Estas cosas y muchas similares brindan ocasión para que el hombre y su esposa oren de manera especial el uno por el otro y con otros.

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William Gouge (1575-1653): Fue durante 46 años pastor en Blackfriars, Londres; poderoso en las Escrituras y la oración, predicó 30 años sobre Hebreos, los puntos fundamentales de estos sermones se plasmaron en un comentario famoso. Nació en Stratford-Bow, Condado de Middlesex, Inglaterra.

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