(1) Acerca del deber particular de los maridos en este sentido: Del deber general de orar que es provechoso para todo, pasemos a las ramificaciones de las providencias relacionadas con el cuidado mutuo del hombre y su esposa. Comencemos con lo primero que deben procurar, a saber: El bienestar del alma del uno y del otro. El Apóstol indica que es algo que hay que procurar, donde dice: “Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Cor. 7:16). San Pedro insta a las esposas a esforzarse por ganar a sus esposos (1 P. 3:1-5). Y San Pablo establece para los maridos cómo es el amor de Cristo, que tiene un especial interés por el alma y su salvación (Ef. 5:22-32). Éste es un deber de ambos que San Pedro subraya cuando dice que son coherederos de la gracia de la vida (1 P. 3:7).
El bien más grande que uno puede hacerle a otro es ser un medio que le ayude a obtener la salvación. Y no hay nada que puede entrelazar más profunda y firmemente dos corazones que ser este medio.
Acerca de la preocupación del marido y de la esposa por ganar a su cónyuge cuando éste no es creyente: A fin de que el alma sea influenciada para bien, hay que tener muy en cuenta el estado presente del cónyuge en cuestión. Si uno es creyente y el otro no, el creyente debe usar todos los medios que pueda haber para lograr que el otro también crea. Si ambos son creyentes, su cuidado mutuo debe ser edificarse uno al otro en su fe.
En primer lugar, es el sentir principal de la exhortación de San Pedro a la esposa creyente en cuanto a su conducta a fin de atraer a su esposo a una fe auténtica… Ahora bien, si este deber es de la esposa, con más razón lo es del esposo, quien es designado como la cabeza y un salvador de su esposa. Con este fin, San Pablo aconseja a los esposos y a las esposas casados con no creyentes que vivan con ellos…
Los medios de conversión son la mejor razón para amar: Le place al Señor dar esta bendición al esfuerzo del esposo o de la esposa por ser el medio de conversión de su pareja; el que se convierte amará entrañablemente al otro y bendecirá a Dios con todo su corazón… porque han podido entrelazarse tan fuertemente…
(2) Acerca de la edificación mutua de esposos y esposas: El segundo deber relacionado con la salvación del alma es que ambos cónyuges creyentes se esfuercen mutuamente por edificarse el uno al otro. El cristiano les debe esto a los demás, cuanto más el hombre y la esposa… La edificación espiritual mutua es el mejor uso que pueden y deben hacer de las coyunturas y ligamentos que los une. En virtud de esto, el cuerpo (concretamente el cuerpo místico de Cristo) crece con el crecimiento que da Dios (Col. 2:19). Ahora bien, el vínculo matrimonial, siendo el más firme de todos los demás y por el cual estamos íntimamente entrelazados, ¿en virtud de qué otro vínculo habríamos de edificarnos el uno al otro, sino en virtud del vínculo matrimonial?…
El hombre y su esposa deben prevenir el pecado de su pareja: Hasta donde les sea posible es el deber mutuo de esposos y esposas prevenir el pecado el uno del otro, esto se hace evidente por lo que dice el Apóstol para prevenir que se engañen uno al otro “para que no [los] tiente Satanás” (1 Cor. 7:5). De estas palabras, podemos arribar a esta doctrina general: Los cónyuges tienen que tener cuidado de protegerse el uno al otro de las tentaciones de Satanás, es decir del pecado, que es a lo que llevan todas sus tentaciones…
Indicaciones para prevenir el pecado: Para un mejor cumplimiento de este deber, el esposo y la esposa tienen que estar atentos y observar en qué pecado han caído, ya sea el uno o el otro, o qué ocasiones se presentan que puede conducirlos a pecar… Si ambos se irritan y enseguida se enojan, y uno nota esto primero en el otro, el que todavía está calmo debiera más bien sosegarse y, con humildad y paciencia, mantenerse tranquilo, no sea que al explotar ambos al mismo tiempo, toda la familia sufra…
Al esposo y a la esposa les corresponde corregirse mutuamente los pecados: Ya sea que el esposo o la esposa haya pecado, el deber mutuo es que el que es inocente corrija al otro. Como si uno de ellos estuviera herido, el otro debe ocuparse de curar la herida. Esto es lo que hizo Abigail, esposa de Nabal, cuando se enteró de la furia de David contra Nabal por el desaire recibido de éste. Se apresuró a llevarle alimento y se humilló ante él (1 S. 25:23). Esto conmovió tanto a David que se tranquilizó. Sí, y Abigail se tomó el tiempo para hacerle ver a su marido su falta y el peligro en que esto lo había puesto. Más directamente y con más éxito, corrigió Jacob la superstición o idolatría de su esposa Raquel como puede verse comparando Génesis 31:19, 34 con 35:2, 4. Un hermano no debe dejar que su hermano permanezca en pecado, cuánto menos puede la pareja dejar que esto suceda entre ellos.
Es un corolario del odio ser indiferente al pecado ajeno: No debes aborrecer a tu hermano (dice la Ley) y ser indiferente a su pecado (Lv. 19:17). Hacerlo es muestra y fruto del odio. Si un esposo viera a su esposa o una esposa viera a su esposo en medio del fuego o en el agua, a punto de ser quemado o de ahogarse, y no hace todo lo que puede para rescatarlo, ¿no pensaríamos con razón que lo aborrece? El pecado es como fuego y agua que quema o ahoga a los hombres para su perdición. Este deber puede cumplirse con sugerencias humildes, expresiones concisas, mansas llamadas de atención y con la ayuda de un buen pastor o algún amigo discreto y fiel…
(3) Cómo impulsar el crecimiento en la gracia: Este deber puede cumplirse de estas maneras:
- Notando y mostrando aprobación por el comienzo y aun el paso más pequeño de adelanto en la gracia.
- Conversando frecuentemente acerca de las cosas que les conciernen: Haciéndose preguntas el uno al otro sobre el tema y contestándolas.
- Poniendo esto en práctica y siendo ejemplos mutuos:Siendo el uno para el otro un ejemplo constante de devoción.
- Realizando juntos ejercicios piadosos, tales como orar, cantar salmos, leer la Palabra y otros.
- Ejecutando ejercicios santos y religiosos en la familia: Aunque este deber corresponde especialmente al marido, a la esposa le corresponde recordárselo en caso de que se le olvide y motivarlo a hacerlos, si le faltan ganas… En este tipo de convencimiento, nadie puede prevalecer con un hombre mejor que su esposa.
- Motivándose el uno al otro a concurrir a la casa de Dios para escuchar la Palabra, participar de las ordenanzas de Cristo y, a conciencia, ser parte de todo el culto público a Dios.
Tomado de Of Domestical Duties (Acerca de los deberes domésticos) reimpreso Reformation Heritage Books, www.heritagebooks.org.
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William Gouge (1575-1653): Durante 46 años pastor en Blackfriars, Londres; poderoso en las Escrituras y la oración, predicó 30 años sobre Hebreos, los puntos fundamentales de estos sermones se plasmaron en un comentario famoso. Nació en Stratford-Bow, Condado de Middlesex, Inglaterra.