Si eres la autoridad familiar, padre o madre, entonces debes considerar tu llamado como tal. Tus hijos tienen almas y tienen que nacer de Dios, al igual que tu, o de otra manera, perecerán. Y sepas también que, a menos de que seas muy sobrio en tu conducta hacia ellos y en la presencia de ellos, pueden perecer por tu culpa, lo cual debe impulsarte a instruirlos y también a corregirlos.
- Como dice la Escritura
Primero, instruirlos como dice la Escritura y “criadlos en disciplina y amonestación del Señor” y hacer esto diligentemente “estando en tu casa,… y al acostarte, y cuando te levantes” (Ef. 6:4; Dt. 6:7).
A fin de hacer esto con propósito:
- Hazlo usando términos y palabras fáciles de entender; evita expresiones elevadas porque estas confundirían a tus hijos. De esta manera habló Dios a sus hijos (Os. 12:10) y Pablo a los suyos (1 Cor. 3:2).
- Ten cuidado de no llenarles la cabeza de caprichos y nociones que de nada aprovechan porque esto les enseña a ser descarados y orgullosos, en lugar de sobrios y humildes. Por lo tanto, explícales el estado natural del hombre; conversa con ellos acerca del pecado, la muerte y el infierno; de un Salvador crucificado y la promesa de vida a través de la fe: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6)
- Tienes que ser muy suave y paciente siempre que se les enseña para que “no se desalienten” (Col. 3:21).
- Procura convencerlos por medio de una conversación responsable, que lo que les enseñas no son fábulas, sino realidades; sí, y realidades tan superiores a las que disfrutamos aquí que, aun si todas las cosas fueran mil veces mejor de lo que son, no podrían compararse con la gloria y el valor de estas cosas.
Isaac era tan santo ante sus hijos, que cuando Jacob recordaba a Dios, recordaba que era “a quien temía Isaac su padre” (Gn. 31:53). ¡Ah! Cuando los hijos pueden pensar en sus padres y bendecir a Dios por su enseñanza y el bien que de ellos recibieron, esto no sólo es provechoso para los hijos, sino también honorable y reconfortante para los padres: “Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendra sabio se gozará con él” (Pr. 23:24-25).
2. El deber de corregir
Segundo, el deber de corregir.
- Con tus palabras serenas, procura apartarlos del mal. Ese es el modo en el que Dios trata a sus hijos (Jer. 25:4-5).
- Cuando los reprendas, sean tus palabras sobrias, escasas y pertinentes, con el añadido de algunos versículos bíblicos pertinentes. Por ejemplo, si mienten, pasajes como Apocalipsis 21:8, 27. Si se niegan a escuchar la palabra, lee pasajes como 2 Crónicas 25:14-16.
- Vigilalos, que no se junten con compañeros groseros e impíos; muéstrales con sobriedad un constante desagrado por su mal comportamiento; rogándoles tal como en la antigüedad Dios rogara a sus hijos: “No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco” (Jer. 44:4).
- Mezcla todo esto con tanto amor, compasión y compunción de espíritu, de modo que, de ser posible, ellos sepan que no te desagradan ellos mismos como personas, sino que te desagradan sus pecados. Así se conduce Dios (Sal. 99:8).
- Procura con frecuencia hacer que tomen conciencia del día de su muerte y del juicio que vendrá. Así también se conduce Dios con sus hijos (Dt. 32:29).
- Si tienes que hacer uso de la vara, hazlo cuando estés calmado y muéstrales que actúan con sabiduría sus faltas y cuánto te duele tener que tratarlos de este modo; y que lo que haces, lo haces en obediencia a Dios y por amor a sus almas; díles que si existiera un mejor medio de corregirlos, no habría necesidad de haber sido severo. Esto lo sé por experiencia, es la manera de afligir sus corazones, tanto como sus cuerpos y, debido a que es la manera como Dios corrige a los suyos, es muy probable que logre su fin.
- Finaliza todo esto con una oración a Dios en favor de ellos y deja la cuestión en sus manos. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; más la vara de la corrección la alejará de él” (Pr. 22:15).
- Advertencias
Por último, ten en cuenta estas advertencias:
- Cuídate de que las faltas por las cuales disciplina a tus hijos, no las hayan aprendido de ti. Muchos niños aprenden de sus padres la maldad por las cuales son disciplinados y castigados físicamente.
- Cuídate de ponerles buena cara cuando cometen faltas pequeñas porque dicha conducta hacia ellos será un aliento para que cometan otras más grandes.
- Cuídate de usar palabras desagradables e impropias cuando los castigas, como insultos, groserías y cosas similares, esto es satánico.
- Cuídate para no acostumbrarlos a reprensiones y amenazas mezclados con liviandad, poca seriedad y risas; esto endurece sus corazones. No hables mucho, ni con frecuencia, sino sólo lo que es apropiado para ellos con toda sobriedad.
Tomado del folleto “Christian Behavior” (Conducta cristiana).
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John Bunyan (1628-1688): Pastor y predicador inglés, y uno de los escritores más influyentes del siglo XVII. Autor preciado de El progreso del peregrino, La guerra santa, El sacrificio aceptable y muchas otras obras. Nacido en Elstow, cerca de Bedford, Inglaterra.
Vivimos en una época que se caracteriza por su irreverencia y, en consecuencia, el espíritu de anarquía, que no tolera ninguna clase de restricciones y que anhela librarse de todo lo que interfiere con la libertad de hacer lo que se le da la gana, envuelve velozmente a la tierra como una gigantesca marejada. Los de la nueva generación son los ofensores más flagrantes y, en la decadencia y desaparición de la autoridad paternal, tenemos el precursor seguro de la abolición de la autoridad civil. Por lo tanto, en vista de la creciente falta de respeto por las leyes humanas y el no querer dar honra al que honra merece, no nos asombremos de que el reconocimiento de la majestad, la autoridad y la soberanía del Todopoderoso vaya desapareciendo cada vez más, y que las masas tengan cada vez menos paciencia con los que insisten en dar ese reconocimiento.
— A. W. Pink