En BOLETÍN SEMANAL
​Cuando hablamos de una prueba o un examen, nosotros aprobamos o suspendemos. De este modo, cada prueba que Dios permite puede convertirse en una tentación. Mucho tiempo después que los hermanos de José lo vendieron como esclavo en Egipto, él les dijo: "Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien" (Gén. 50:20). Cada lucha y prueba que experimentamos Dios lo permite para probarnos, para que ejercitemos nuestros músculos espirituales y ayudarnos a madurar (1 Pedo 5:1O). Pero si no encomiendas la situación a Dios y permaneces en tu fortaleza, Satanás la convertirá en tentación. Él atraerá su poder sobre ti para incitarte a pecar. 

  La implicación de esta parte de la oración parece ser:
«Señor, nunca nos lleves a una prueba que presente una tentación tal que no la podremos resistir. En cambio, líbranos de cualquier prueba que cause el mal en nosotros como una consecuencia natural. No nos pongas en una situación que no podamos manejar». Esto es clamar la promesa de que» … fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir» (1 Coro 10:13). Aunque Dios no nos va a tentar para que pequemos, Él traerá cosas a nuestra vida que se convierten en pruebas para nosotros.  

Mateo 4:1 dice que Jesús fue «llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo». Para Dios fue una prueba para examinar la virtud de Cristo; para Satanás fue una tentación para destruir su virtud. Job dijo: cuando Él me haya probado, saldré como oro» (Job 23:10). Él trató su prueba de la manera correcta.

Pedro dijo: «En esto os alegráis, a pesar de que por ahora, si es necesario, estéis afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego, sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo» (l Pedo 1:6, 7).

El Señor ordena nuestra vida para que nunca seamos tentados sin la fortaleza para resistir (1 Coro 10:13). Él usa nuestras  pruebas para ayudarnos a confiar más en él y fortalecer a otros que después pasarán por la misma prueba. También las usa para acercarnos a su Palabra y a la oración.
La petición en Mateo 6:13 es una protección en contra de presumir y tener un falso sentido de seguridad y autosuficiencia.
Sabemos que nunca seremos perfectos espiritualmente, y que nunca estaremos libres del peligro del pecado hasta que estemos con el Señor. Tal como oró nuestro amado Señor por nosotros en su grandiosa oración intercesora, queremos, a toda costa, que nos guarde del mal. (Juan 17:15).

TRATANDO CON LA TENTACIÓN
Cuando oramos sinceramente: «no nos metas en tentación, mas líbranos del mal», también declaramos nuestro sometimiento a su Palabra, la cual es nuestra protección en contra del pecado. Santiago 4:7 nos da una orden sencilla: «Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros». Someterse a Dios es someterse a su Palabra: «En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti» (Sal. 119:11). De modo que el creyente ora para estar protegido de la abrumadora incitación a pecar, y si cae, ora para ser rescatado.

En un mundo bajo la maldición en el que somos atacados por la perversidad que nos rodea, confesamos nuestra insuficiencia para tratar con el mal. Confesamos la debilidad de nuestra carne y la absoluta impotencia de los recursos humanos para combatir el pecado y rescatarnos de sus garras. Por encima de todo, confesamos nuestra necesidad de protección v liberación de nuestro amante Padre celestial.
 
Dios nunca permitirá que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar.  Esa es su promesa, y si cumplimos con la condición de esa promesa, la podemos reclamar. ¿Cuál es la condición? Sométete al Señor y resiste al diablo.

¿Qué hemos aprendido del Padrenuestro? Todo lo que necesitamos está a nuestra disposición. Primero debemos dar a Dios el lugar que se merece.  Luego podemos traerle nuestras necesidades, y él las suplirá.

Un autor desconocido resume muy bien el impacto de este modelo de oración:
No puedo decir «Padre» si no me esfuerzo cada día para comportarme como su hijo.
No puedo decir «nuestro» si vivo solamente para mí mismo.
No puedo decir «que estás en los cielos» si no esto guardando tesoros allí.
No puedo decir «santificado sea tu nombre» si no estoy esforzándome para permanecer en santidad.
No puedo decir «venga tu reino» si no estoy haciendo todo lo posible para estar preparado ante la llegada de ese gran día.
No puedo decir «sea hecha tu voluntad» si estoy desobedeciendo su Palabra.
No puedo decir «como en el cielo así también en la tierra» si no le voy a servir ahora mismo.
No puedo decir «el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy» si soy deshonesto o compro cosas de forma ilícita.
No puedo decir «perdónanos nuestras deudas» si guardo rencor contra alguien que me ha pedido perdón.
No puedo decir «no nos metas en tentación» si me pongo a propósito a su paso.
No puedo decir «líbranos del mal» si no me pongo toda la armadura de Dios.
No puedo decir «tuyo es el reino» si no le doy al Rey la lealtad que se merece.
No puedo atribuirle «el poder» si temo lo que pueden hacer los hombres.
No puedo atribuirle «la gloria» si sólo estoy buscando mi propia honra.
No puedo decir «por todos los siglos» si el horizonte de mi vida está limitado completamente por las cosas temporales y no por las eternas.

Este es un modelo para imitar los principios que se exponen y para captar el verdadero poder de la oración en nuestras vidas.

Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur

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