Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mateo 7:24-27).
Si volvemos la atención ahora a la diferencia entre las dos casas, hay solamente dos puntos que requieren comentarios. El primero es que el momento de examen ya ha pasado. Cuando la casa ya está construida, resulta demasiado tarde. El tiempo de examen es al comienzo mismo. Hay que observar a estos dos hombres y lo que hacen cuando están planificando y escogiendo el lugar. El momento de observar al mal constructor es al comienzo, para ver qué hace respecto al fundamento. No basta mirar la casa cuando ya está terminada. De hecho, puede tener mejor aspecto que la otra.
Esto, a su vez, conduce al segundo punto que es que, si bien la diferencia entre las dos casas no es evidente, sí es vital, porque en último término lo más importante respecto a la casa es el fundamento. Esta es una verdad que se subraya a menudo en la Biblia. El fundamento, que aparece tan insignificante y poco importante porque no se ve, es la parte más vital y esencial de todas. Si el fundamento es malo, todo lo demás será malo. ¿Acaso no fue éste el gran mandamiento de Pablo cuando dijo, “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”? El fundamento, los primeros principios, son más importantes que cualquier otra cosa.
Otra razón del significado vital de esa diferencia entre las casas se pone de manifiesto cuando más adelante llegan las pruebas. Es seguro que llegarán tarde o temprano. … Son inexorables e inevitables; y en vista de lo expuesto, nada importa más que el fundamento.
Nuestro Señor presentó este cuadro gráfico y dramático de la diferencia entre los dos hombres y las dos casas porque es de importancia vital en el reino espiritual. Todo lo que hemos dicho nos ofrece medios para analizar la diferencia entre el cristianismo y el pseudo-cristianismo. ¿No es acaso significativo que hoy día oigamos hablar tan poco acerca de lo que los puritanos llamaban ‘falso profetismo’? Si se lee la historia religiosa de este país (Inglaterra), se encontrará que en grandes períodos como la época puritana y el avivamiento evangélico, prestaban mucha atención a este tema. Se puede ver en la forma en que Whitefield y Wesley y otros examinaban a los convertidos antes de que los admitieran como miembros de sus clases. Lo mismo se ve en la gran época de la iglesia de Escocia, y en los primeros cien años de la historia de la iglesia presbiteriana de Gales. En realidad, ha sido siempre la característica más destacada de todos los que piensan en la iglesia como la ‘reunión de los Santos’.
¿Cómo hay que discernir en la práctica? Adoptemos la misma técnica que hemos venido utilizando. Lo primero que hay que decir acerca del cristiano y del pseudo-cristiano es que tienen ciertos puntos en común. Del mismo modo que encontramos ciertas semejanzas entre los dos constructores y las dos casas, también hay ciertas semejanzas entre estas dos personas. La primera es que se suelen encontrar en el mismo lugar. Los dos hombres de la metáfora edificaron sus casas en la misma localidad, deseaban estar cerca el uno del otro y cerca del río. Lo mismo ocurre en el campo de la religión. El verdadero cristiano y su contraparte que no lo es, suelen encontrarse en la misma esfera. Se los suele encontrar a ambos en la iglesia. Se sientan a escuchar precisamente el mismo evangelio; y a ambos parece gustarles esto. En todos los sentidos parecen estar exactamente en la misma posición, tener la misma perspectiva e interesarse por las mismas actividades. El que se ve engañado por la falsificación no está fuera de la iglesia; está dentro de ella. Le gusta estar en conexión con la iglesia y quizá es miembro activo de la misma. Estos dos hombres son muy parecidos entre sí, en la superficie, como lo eran los dos constructores y sus casas de la metáfora.
Pero no sólo se los encuentra en el mismo lugar. Como vimos, esos hombres parecen tener los mismos deseos generales. Y en la aplicación espiritual, la dificultad básica radica en el hecho de que el cristiano nominal tiene los mismos deseos generales que el cristiano genuino. ¿Cuáles son? Desea el perdón, desea creer que sus pecados son perdonados. Desea la paz. Se sentía infeliz y no hallaba satisfacción, y por eso fue a una reunión y comenzó a escuchar. Es una gran equivocación pensar que la única persona que desea paz interior es el verdadero cristiano. El mundo de hoy está hambriento y sediento de esa paz, y la busca. Muchas personas entran bajo la esfera de influencia del cristianismo porque desean esa paz, en tanto que otras acuden a distintas sectas con el mismo fin.
Lo mismo ocurre también con el deseo de consuelo y alivio. La vida es dura y difícil y todos tendemos a la tristeza y al cansancio, de modo que el mundo anhela consuelo. El resultado es que hay muchas personas que vienen a la iglesia unicamente para recibir una droga. Se sientan durante el culto y ni siquiera escuchan lo que se dice. Dicen que hay algo en la atmósfera del edificio que es consolador. Anhelan consuelo. Esto lo comparten el verdadero y el falso cristiano.
Lo mismo se puede decir en el asunto de la dirección y el deseo de encontrar salida para los problemas y dificultades. No sólo el cristiano genuino está interesado en encontrar guía. Hay incrédulos que han cometido grandes errores en la vida y, como consecuencia de ello, se sienten infelices. Dicen, “parece que siempre me equivoco; trato de hacer las cosas bien, pero mis decisiones son equivocadas”. Luego, de repente, oyen hablar a alguien acerca de la guía que ellos precisan, alguien que ofrece una dirección infalible, a alguien que dice que si haces lo que él dice, las cosas nunca pueden andar mal, y se aferran a esa enseñanza con avidez. No hay por qué reprochárselo; es muy comprensible. Todos nosotros conocemos este anhelo de guía, de dirección infalible, para dejar de cometer errores y poder hacer siempre lo correcto, tomar siempre la decisión adecuada. El ‘falso profesante’ desea esto tanto como el verdadero cristiano.
De la misma manera quizá tenga el deseo de vivir una vida honrada. No hay que ser cristiano genuino para desear vivir una vida mejor. Hay personas de elevada moral y ética fuera del ámbito de la cristiandad las cuales están muy preocupadas por vivir una vida mejor. Por esto leen filosofía y estudian sistemas éticos. Desean vivir una vida buena y moral. La enseñanza de Emerson sigue siendo popular. No se puede esperar discernir entre estos dos hombres sólo con estas pruebas.
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Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones