Creo que éste es uno de los puntos más vitales que hay que tener presente en estos momentos. Creo que en los últimos veinte años ha habido hombres, algunos de ellos muy conocidos, que han sufrido, y han sido encarcelados y puestos en campos de concentración por la religión. Pero no han sufrido por causa de la justicia. Hemos de tener cuidado con esta distinción. Se corre siempre el peligro de desarrollar el espíritu de mártir. Hay quienes parecen anhelar el martirio; casi lo buscan. Nuestro Señor no habla de esto.
También debemos caer en la cuenta que no significa sufrir persecución por razones religioso-políticas. No es más que la simple verdad decir que hubo cristianos en la Alemania nazi que no sólo estuvieron dispuestos a practicar y vivir la fe cristiana sino que la predicaron abiertamente y con todo no fueron inquietados. Pero sabemos de otros que fueron encarcelados y enviados a campos de concentración, y deberíamos tener cuidado de ver por qué les ocurrió así. Y creo que si se toma en cuenta esa distinción descubrirán que en general fue por algo político. No hace falta decir que no trato de excusar al nazismo; trato de recordar a los cristianos esta distinción vital. Si ustedes y yo comenzamos a mezclar religión con política, entonces no debemos sorprendernos de que se nos persiga. Pero quiero decir que esta persecución no será necesariamente por causa de la justicia. Esto es algo muy diferente y concreto, y uno de los grandes peligros que corremos es el de no distinguir entre estas dos cosas.
Hay cristianos en China y en el continente Asiático en estos momentos para quienes este problema es el más grave de todos. ¿Sufren por causa de la justicia o por una causa? Después de todo, tienen sus ideas y puntos de vista políticos. Son ciudadanos de ese país concreto. No digo que uno no tenga que salir a defender sus principios políticos; sólo recuerdo que en este caso no se aplica la promesa vinculada a esta Bienaventuranza. Si uno decide sufrir políticamente, que lo haga. Pero no le reclamen a Dios si ven que esta Bienaventuranza, esta promesa, no se cumple en su vida. La Bienaventuranza y la promesa se refieren específicamente al sufrir por causa de la justicia. Que Dios nos dé gracia y sabiduría y comprensión para distinguir nuestros prejuicios políticos de nuestros principios espirituales.
Hoy día hay mucha confusión en cuanto a esto. Mucho de lo que se dice parece ser, o se dice ser, cristiano, en cuanto que ataca ciertas cosas que suceden en el mundo; sin embargo, creo que no es sino expresión de prejuicios políticos. Desearía que nos viéramos todos libres de esta interpretación equivocada de la Escritura, que puede conducir a sufrimientos innecesarios. Otro gran peligro en estos días es que la fe cristiana pura la juzguen muchos de los de afuera en función de ciertas ideas políticas y sociales. Son completamente diferentes y nada tienen que ver la una con la otra.
Permítanme ilustrarlo; la fe cristiana como tal no es anticomunismo, y confío en que nadie sea tan necio e ignorante como para dejarse engañar por la Iglesia Católica o por cualquier otro grupo. Como cristianos hemos de preocuparnos por las almas de los comunistas, por su salvación, de la misma forma que nos preocupamos por todos los demás. Y si alguna vez damos la impresión de que el cristianismo no es más que anticomunismo nos cerramos las puertas, y les impedimos que escuchen nuestro mensaje evangélico de salvación. Seamos cristianos cuidadosos, y tomemos las palabras de la Biblia como son.
Hagamos una última consideración negativa; esta Bienaventuranza no dice tampoco, Bienaventurados los que sufren persecución por ser buenos, nobles o sacrificados.
También esta distinción es vital y, para algunos, sutil. La Bienaventuranza no dice que somos felices si sufrimos por ser buenos o nobles, por la excelente razón de que probablemente nadie sufre persecución por ser bueno. El mundo, de hecho, suele alabar y admirar y amar al bueno y noble; sólo persigue al justo. Hay quienes han hecho grandes sacrificios, que han renunciado a carreras, perspectivas y riqueza y a veces incluso la vida; y el mundo los ha considerado como grandes héroes y los ha alabado.
Por ello deberíamos sospechar de inmediato que no estamos frente a justicia verdadera. Hay ciertos hombres hoy día a los que el mundo considera como grandes cristianos porque han hecho semejantes sacrificios. Esto debería hacer de inmediato preguntarnos si practican realmente la fe cristiana o bien alguna otra cosa, quizá una nobleza general de conducta.
¿Qué significa, pues, esta Bienaventuranza? Lo diría así. Ser justo, practicar la justicia, significa en realidad ser como el Señor Jesucristo. Por tanto son bienaventurados los que son perseguidos por ser como él. Más aún, los que son como él siempre sufren persecución. Permítanme demostrarles esto primero por la enseñanza de la Biblia.
Escuchen como lo dice nuestro Señor. ‘Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán’ (Juan 15: 18-20). No hay condición ninguna, es una afirmación absoluta. San Pablo lo presenta así, escribiendo a Timoteo, quien no entendía su enseñanza y por ello se sentía infeliz ante las persecuciones. ‘Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución’ (2Tim. 3:12). También ésta es una afirmación categórica. Por esto dijo al comenzar que a veces creo que es la más penetrante de todas las Bienaventuranzas. ¿Sufren ustedes persecución?
Esta es la enseñanza. Veamos cómo se pone en práctica en toda la Biblia. Por ejemplo, a Abel lo persiguió su hermano Caín. Moisés fue sujeto a cruel persecución. Veamos la forma en que a David lo persiguió Saúl, y la terrible persecución que tuvieron que sufrir Elías y Jeremías. ¿Recuerdan la historia de Daniel, y cómo fue perseguido? Estos son algunos de los hombres justos más notables del Antiguo Testamento, y cada uno de ellos refrenda la enseñanza bíblica. Fueron perseguidos, no por qué fueran de carácter difícil, ni por ser demasiado celosos, sino simplemente por ser justos. En el Nuevo Testamento encontramos exactamente lo mismo. Piensen en los apóstoles, y en la persecución que tuvieron que soportar. Me pregunto si alguien ha sufrido jamás más que el apóstol Pablo, a pesar de su amabilidad, gentileza y justicia. Lean las descripciones que hace de sus sufrimientos. No sorprende que dijera que, ‘todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.’ El la conoció y sufrió. Pero, no cabe duda que el ejemplo supremo es nuestro Señor mismo. Ahí lo tenemos, en toda su perfección absoluta, total, con toda su amabilidad y mansedumbre, de quien se pudo decir que ‘la caña cascada no quebrará, y el pabilo que humea no apagará.’ Nunca nadie fue tan gentil y amable. Pero vean lo que le sucedió y qué le hizo el mundo.
Lean también la larga historia de la Iglesia cristiana y encontrarán que esa afirmación se ha cumplido sin cesar. Lean las vidas de los mártires, de Juan Huss, de los Padres protestantes. Lean también la historia moderna y observen la persecución que sufrieron los líderes del avivamiento evangélico del siglo XVIII. No muchos han conocido lo que es sufrir como Hudson Taylor, misionero a la China, quien vivió en este siglo. Supo qué es vivir sometido a violenta persecución. Es una comprobación de lo que dice esta Bienaventuranza.
¿Quién persigue a los justos? Cuando uno lee las Escrituras y la historia de la Iglesia, uno descubre que la persecución no sólo la lleva a cabo el mundo. Algunas de las persecuciones más violentas que han sufrido los justos han sido de manos de la Iglesia misma, de manos de la gente religiosa. A menudo ha procedido de cristianos de nombre. Tomemos al Señor mismo. ¿Quiénes fueron sus principales perseguidores?
Los fariseos y los escribas y los doctores de la ley. A los primeros cristianos, también, los que más los persiguieron fueron los judíos. Luego lean la historia de la Iglesia, y véanlo en la persecución por parte de la Iglesia católica de algunos de aquellos hombres de la Edad Media que habían visto la verdad y trataban de vivirla pacíficamente. ¡Cómo los persiguieron las personas religiosas de nombre! Así fue también la historia de los primeros puritanos. Esta es la enseñanza de la Biblia, y la historia de la Iglesia la ha corroborado, que la persecución puede llegar, no de afuera sino de adentro. Hay ideas que conciben al cristianismo en una forma distinta que el Nuevo Testamento y muchos las siguen; esto los hace perseguir a aquellos que tratan con toda sinceridad y verdad de seguir al Señor Jesucristo por el camino angosto.
Extracto del libro: El sermón dle monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones