Dios no tiene ningún don mas precioso para conceder a una iglesia o a una época que un hombre que viva como la encarnación de Su voluntad y que inspire a los que viven a su alrededor la fe de lo que puede hacer la gracia. Hablamos del siglo diecinueve como un siglo de avivamiento misionero.
Es notable la forma en que, en el siglo anterior, Dios dio a su Iglesia dos hombres cuyas biografías no solo testifican una devoción intensa y sacrificial a la obra misionera, sino que ayudan, especialmente a aquellos que los siguen, a creer en el poder de la oración como un elemento esencial del servicio en el Reino.
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Es notable la forma en que, en el siglo anterior, Dios dio a su Iglesia dos hombres cuyas biografías no solo testifican una devoción intensa y sacrificial a la obra misionera, sino que ayudan, especialmente a aquellos que los siguen, a creer en el poder de la oración como un elemento esencial del servicio en el Reino.