Esa persona busca alegría, busca de felicidad. «¿También estás tu en busca de felicidad y alegría?» pregunta el apóstol. Muy bien, si es así, ‘sed llenos del Espíritu’. «No os embriaguéis con vino en lo cual hay disolución; mas sed llenos del Espíritu». ¿Habías pensado que esta vida cristiana es aburrida e insípida? En ese caso estás totalmente equivocado en su concepto. «Pero», dice, «esa es la impresión que me da la gente cristiana». Tanto peor para ellos. Dios tenga misericordia de nosotros si alguna vez hemos representado esta vida como aburrida e insípida. Vuelvo a decir, es una vida emocionante, es feliz, está llena de regocijo. Escucha al Antiguo Testamento: «El gozo del Señor es vuestra fortaleza». Escucha al apóstol escribiendo a los filipenses, «Regocijaos en el Señor siempre; otra vez digo: regocijaos» (Fil. 4:4). En estos grandes términos se vive la vida y la fe cristianas.
Y es más aun; esta no es solamente una vida feliz y gozosa, es también una vida que lo capacita a uno para estar feliz y gozoso aun en medio de pruebas y adversidades. Escucha al apóstol Pedro diciendo lo mismo. El apóstol ha venido hablando del evangelio y de sus bendiciones y dice: «En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas» (1P. 1:6). Aquella gente estaba viviendo tiempos muy duros y difíciles, estaban en medio de pruebas y dificultades; sin embargo, él dice, «yo sé que os regocijáis en gran manera». En el versículo ocho de este mismo capítulo, el apóstol añade algo más a sus palabras. Hablando de Cristo dice: «a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso». Esto es el cristianismo. O bien volvamos al apóstol Pablo y a la forma en que lo expresa en Romanos 5. El apóstol ha estado diciendo que siendo justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, «por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones… «Los cristianos se regocijan aun en medio de las tribulaciones. ¿Cómo es que lo hacemos? Bien, dice el apóstol, es porque tenemos una esperanza y porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado». ¿Una vida miserable, una vida sin alegría? Esta es la única vida verdaderamente feliz.
En el Salmo 4, el salmista tiene idéntico mensaje para nosotros, «Muchos son los que dicen: ¿quién nos mostrará el bien?» Aquí está la respuesta: «Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro». Esa es la respuesta. «Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto». La gente, dice el salmista, nunca está tan alegre como en el tiempo de la cosecha. Es entonces cuando han reunido el grano, han cosechado el fruto y han hecho el vino. Ha entrado la cosecha, cosa que celebran con gran alegría. Comen y beben y hablan y están alegres. Se ha terminado con el trabajo de verano y otoño, y todo el mundo está listo para el invierno. Este es un tiempo de gran alegría. Pero, dice el salmista, «Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto». Con frecuencia las alegrías naturales conducen a la miseria y a la infelicidad, conducen a la ‘mañana siguiente de la noche anterior’, conducen al remordimiento y agotamiento. Pero el gozo del Señor no sólo me da alegría para la noche, sino también para la mañana, para el día siguiente y para diez y veinte años más tarde cuando esté a punto de encontrarme con la muerte, y aun después, para siempre en gloria. «Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto». Esta es la única alegría que también continúa en la adversidad. ‘Mi gozo’, dice Cristo a la sombra de la cruz, «Mi gozo os doy y nadie lo quitará de vosotros». Gracias a Dios, el mundo no lo puede quitar, porque se trata del gozo del Señor, es el gozo del Espíritu Santo.
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Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones