En BOLETÍN SEMANAL
​Cómo saber si tu fe es real (I):  ¿Encuentras que la lectura de la Biblia es esencial para la consolación de tu alma? ¿La lees regularmente en privado? ¿Hablas a menudo con Dios por medio de la oración? ¿O quizá te sean molestas estas prácticas y por eso las pasas por alto y las descuidas?

Plata desechada (Jeremías 6 :30). Nada halló sino hojas (Marcos 11:1). No amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad (1 Juan 3 :18). Tienes nombre de que vives, y estás muerto (Apocalipsis 3:1).

Al entrar en esta segunda parte de mi tema, desearía que mis lectores se comportaran justa y honestamente con sus almas. Abandonemos ya de una vez aquella idea tan común de que «con tal de que uno vaya a la iglesia o a la capilla todo está arreglado». Para encontrar la verdad, tu visión del cristianismo ha de ser más profunda, más alta y más amplia. Para llegar a saber si tu profesión de fe es real o no, debes contestar a las preguntas siguientes:

¿Qué lugar ocupa en tu corazón la fe que pretendes profesar?

No es suficiente que tu fe esté sólo en tu mente. Una persona puede conocer y asentir a la verdad con su intelecto, pero su corazón puede estar lejos de Dios.

Tampoco es suficiente que tu religión sea de labios. Una persona puede repetir diariamente el credo y decir «amén» a las oraciones de la iglesia, pero todo eso bien puede ser una mera profesión externa.

No es suficiente tampoco que tu religión sea sólo asunto de emociones y sentimientos. Una persona puede llorar bajo la predicación, e incluso remontarse al tercer cielo como resultado de una gozosa emoción, pero aun así puede estar espiritualmente muerta a los ojos de Dios.

Si tu religión es real, y ha sido iniciada en ti por el Espíritu Santo, entonces será una profesión religiosa de corazón; ocupará la ciudadela de tu ser, gobernará los afectos, dirigirá la voluntad, influenciará toda decisión y saciará las más íntimas y profundas necesidades de tu alma. ¿Es así tu profesión de fe? En caso de no ser así, entonces tienes buenos motivos para dudar de que sea real y verdadera (Hechos 8:21; Romanos 10:10).

¿Qué sentimientos produce hacia el pecado?

El cristianismo que procede del Espíritu Santo siempre tendrá un concepto muy positivo de la «pecaminosidad del pecado». No considerará el pecado como una mera limitación de la naturaleza humana que convierte a los hombres en objetos de lástima y compasión, sino que verá en el pecado aquello que es tan detestable a los ojos de Dios y que ha sido la causa de la culpabilidad y perdición del hombre delante de Él. El verdadero cristiano mirará al pecado como el origen de todo dolor y desgracia, de toda contienda y de toda guerra, de toda enfermedad y de toda muerte, la mancha que ha ensombrecido la bella creación de Dios, la maldición que hace que toda la creación gima y llore y aún esté de parto. El creyente sabe bien que, si Cristo no hubiera venido a ser nuestro Sustituto, el pecado nos habría arruinado y perdido para siempre. Sabe también que, si Cristo no hubiera roto las cadenas de la esclavitud, el pecado nos hubiera llevado cautivos. De ahí que en su vida diaria entable una lucha a muerte contra el pecado, el enemigo de su alma y de su felicidad. ¿Es ésta vuestra religión? ¿Despierta en vosotros estos sentimientos hacia el pecado? De no ser así, tenéis motivos para dudar de la realidad de vuestra religión.

¿Qué sentimientos hace brotar hacia Cristo?

En una religión nominal se aceptará, más o menos, que Cristo existió y que fue un gran bienhechor de la humanidad. Quizá incluso muestre cierto respeto externo hacia Su persona, se observe Sus ordenanzas y se prescriba que las rodillas se doblen ante Su Nombre, pero no irá más lejos. Sin embargo, el cristiano verdadero hace de Cristo su todo, se gloría en Él como Redentor, Salvador, Sacerdote y Amigo. Para el creyente, Cristo es fuente de amor, confianza y gozo; Él es el Mediador, el alimento, la luz, la vida y la paz de su alma. ¿Es así tu profesión de fe? ¿Produce en ti estos sentimientos hacia el Señor Jesús? De no ser así, duda de si en verdad tu profesión de fe es real.

¿Qué frutos produce en tu corazón y en tu vida?

 El cristianismo que viene de arriba se conoce siempre por sus frutos. Y en el creyente estos frutos son: el arrepentimiento, la fe, la esperanza, la caridad, la humildad, la espiritualidad, un temperamento controlado, la abnegación, un espíritu perdonador, la templanza, la veracidad en todo, la gratitud, la amabilidad fraternal, la paciencia y la clemencia. Estas gracias no aparecen en el mismo grado en todos los creyentes, pero el germen y semilla de las mismas estará en todos ellos. «Por sus frutos los conoceréis». ¿Es así tu profesión de fe? De no ser así, con razón puedes dudar de que sea real.

¿Qué frutos produce en tu alma la predicación y las ordenanzas del Señor?

 Examinad vuestra profesión de fe a la luz de las experiencias que podáis tener en el Día del Señor. ¿Asistís a los cultos de este día con desgana y por obligación? ¿O constituye para vosotros una delicia y un refrigerio, las primicias de un descanso celestial? ¿Qué sentimientos producen en vuestra alma los cultos de oración, adoración, predicación y de Santa Cena? ¿Dais a todos ellos un asentimiento frío e indiferente? ¿Os deleitáis de tal manera en la participación y asistencia a los mismos que sin ellos no podríais vivir?

Examinad también vuestra religión por los frutos que produce en vuestra alma el uso de los medios privados de gracia. ¿Encontráis que la lectura de la Biblia es esencial para la consolación de vuestra alma? ¿La leéis regularmente en privado? ¿Habláis a menudo con Dios por medio de la oración? ¿O quizá os sean molestas estas prácticas y por eso las pasáis por alto y las descuidáis? Todas estas preguntas merecen vuestra atenta consideración. Si los medios de la gracia, ya sean públicos o privados, no son tan necesarios para vuestra alma como la comida y la bebida lo son para el cuerpo, entonces bien podéis dudar de que vuestra profesión de fe sea real.

Comprobad, pues, según estos cinco puntos que os acabo de dar, si vuestra profesión de fe es real, genuina y verdadera. Haced una comparación justa y un examen honesto. Si vuestro corazón es recto delante de Dios, no hay motivo para que rechacéis hacer este examen; pero si por el contrario vuestro corazón no ha sido cambiado por el Espíritu de Dios, cuanto más pronto os percatéis de ello, mejor.

Extracto del libro: «El secreto de la vida cristiana» de J.C. Ryle

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar