El mundo no cree en el pecado, y necesita ser convencido. El Espíritu Santo es enviado para esa misión. A pesar de que el cristianismo ha sido predicado durante aproximadamente dos mil años, el mundo aún no cree en el pecado, no cree en la justicia, no cree en el juicio. El mundo sólo cree en sí mismo, en el hombre, en el poder del hombre y en la bondad del hombre. Esto es exactamente lo opuesto a la enseñanza de Cristo.
¿Qué más hace el Espíritu Santo? ¿Por qué fue enviado? Permítanme recordarles acerca de esta enseñanza. Después de convencernos de nuestros pecados, y después de revelarnos la salvación que es en Cristo ‘a través de su sangre’, ¿qué más hace? Nos da nueva vida, nos regenera. Esta es la enseñanza de nuestro Señor dirigida a Nicodemo. Escúchenlo. En realidad lo que le está diciendo a Nicodemo es esto: «Deja de hablar, deja de hacer preguntas. De cierto, de cierto, te digo a menos que un hombre sea nacido del Espíritu, no puede ver el reino de Dios; tú debes nacer de nuevo, tú debes nacer del Espíritu» (Jn. 3:3-8).
No puedo hablar acerca de mi Reino contigo, dijo nuestro Señor a aquel hombre culto, religioso y moral que era Nicodemo. «No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es». Estás tratando de comprender, pero no puedes. Debes nacer de nuevo antes de poder entrar a este Reino; entonces comenzarás a entender. Sin embargo, los hombres todavía abogan por la enseñanza de la ética cristiana a los estados ateos, sin Dios, y a personas que no han nacido de nuevo, y que no son cristianos.
Semejante conducta es la negación de toda la base del cristianismo. El Espíritu Santo es enviado a regenerar a los hombres, a darles una nueva naturaleza, una nueva mente, una nueva perspectiva y a hacer nuevas todas las cosas. Sin esto no hay esperanza.
Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones