Hemos venido hablando de las formas en que Dios actúa, las formas en que ejecuta sus decretos. Los ejecuta, dijimos, primero con la obra de la creación, y, segundo, con las obras de su providencia.
Luego, en la última exposición, hablamos del problema de si la obra creadora de Dios cesó por completo después de que comenzaran las obras de la providencia. ¿Realizó Dios su obra creadora en una sola vez, y después de ello se limitó ya a utilizar el orden de la naturaleza que había creado ; o interfiere de vez en cuando en el orden de la naturaleza en una forma sobrenatural, sin emplear medio ninguno sino con su poder creador inmediato ?
Vimos que la respuesta correcta es la segunda. La Biblia contiene el relato no sólo de las obras providenciales de Dios, sino también de ciertos sucesos que Dios produjo sin emplear medios sino con el ejercicio inmediato de su poder. Estos sucesos, si ocurrieron en el mundo exterior, en contraposición a los que como el nuevo nacimiento ocurren en la esfera oculta del alma, se llaman milagros.
Los milagros que la Biblia refiere son, en su mayor parte al menos, para ser cautelosos sucesos que ocurrieron en conexión con la obra que Dios realizó para salvar a su pueblo del pecado. Creo que esto es cierto tanto de los milagros del Nuevo Testamento como de los del Antiguo. Por medio de ciertos milagros del Antiguo Testamento Dios defendió a su pueblo escogido y refrendó la comisión conferida a sus siervos, los profetas. Pero la elección de un pueblo de entre todos los pueblos de la tierra, y la necesidad de enviar profetas con mensajes específicos se debió a la entrada del pecado en el mundo.
Entonces, sin embargo, se plantea la cuestión de si no hubo más actos sobrenaturales de Dios después de la obra inicial de la creación, actos tan básicos par a la constitución misma del mundo tal como la conocemos que nos los imaginamos más como actos creadores que producen el curso de la naturaleza que como milagros que interfieren en el curso natural ya establecido.
En otras palabras, ¿fue la creación algo realizado de una sola vez, o tuvo lugar en varios actos sucesivos de Dios?
Supongo que el primer impulso de la mayoría de los cristianos, al leer el primer capítulo de Génesis, es preferir la segunda respuesta a la cuestión. El libro de Génesis parece dividir la obra de la creación en seis fases o pasos sucesivos. Desde luego que no es necesario pensar que los seis días de los que habla el primer capítulo de Génesis fueran seis días de veinticuatro horas cada uno. Podemos concebirlos más bien como períodos de tiempo muy largos. Pero ¿acaso no indican seis actos bien distintos en la creación, más que simplemente seis períodos en los que Dios dio forma al mundo ya creado por medio de actos providenciales?
No es tan fácil contestar a este interrogante como a primera vista podría parecer. John Murray, quien está al frente del Departamento de Teología Sistemática en el Seminario Westminster, a quien mucho le debo en la preparación de esta serie de conferencias, me ha llamado la atención, por ejemplo, a un interesante artículo de B. B. Warfield publicado ahora en sus obras completas sobre «La Doctrina de Calvino acerca de la Creación. » En él el Dr. Warfield señala que Calvino prefería reservar el término «creación» al acto inicial de Dios por el que hizo las cosas de la nada, y evitaba emplear dicha palabra para designar los actos posteriores de Dios que se mencionan en conexión con los seis días del primer capítulo de Génesis. Esos actos siguientes parecería pues que Calvino los consideró como acciones creadoras en el sentido estricto.
Me parece que es mejor no detenerse más a estudiar este problema algo difícil para pasar a hablar de inmediato del origen del hombre.
En este punto al menos es decir, en cuanto al origen del hombre Calvino, como el Dr . Warfield señala, vio una obra creadora en el sentido más estricto de la palabra; y creo que el lector atento de la Biblia que acepte el relato bíblico como verdadero debe estar de acuerdo con él. El origen del hombre, según la Biblia, no se debió tan sólo a la acción providencial de Dios, gobierno por parte de Dios del curso de la naturaleza ya creado, sino que se debió a un acto de Dios que fue verdaderamente sobrenatural. Dios no ordenó el curso de la naturaleza de modo que produjera al hombre, sino que El mismo lo creó.
Al oír esto, quizá algunos den muestras de fastidio. «¿Quiere Ud. decirnos,» dirían, «que sostiene esa anticuada teoría de la creación especial del hombre ? Si todo el mundo sabe hoy día que el hombre procede por evolución de animales inferiores ; incluso un estudio elemental de la estructura corporal del hombre en comparación con la de otros animales lo pone fuera de cualquier duda; la teoría de la evolución es ya algo definitivo, y quien la niega es un ignorante que no merece que se le preste ni un segundo de atención.»
Bien, antes de que me cierren la boca de una forma tan sumaria, me pregunto si se me permitiría decir una o dos palabras respecto a la forma en cómo yo veo que se plantea esa cuestión.
Lo que en realidad se discute es si en el origen del género humano hubo o no un acto sobrenatural de Dios.
Hemos visto que en realidad existe un curso natural. Las colas que produce este curso natural tienen a Dios come una causa primera, pero tienen causal segundas en el curse mismo de la naturaleza. Dios las produce, pero lo hace sirviéndose del curso de la naturaleza que Él ha hecho.
También hemos visto que de vez en cuando Dios interfiere en el curso de la naturaleza de una manera directa ; entonces no se sirve del curso de la naturaleza ya hecho, sino que actúa de una manera esencialmente semejante a la manera en que actuó cuando hizo todas las colas de la nada con el poder de su palabra.
Cuando tales actos sobrenaturales de Dios ocurren en el mundo exterior en contraposición, por ejemplo, a la esfera oculta del alma, se llaman, como vimos, milagros.
Ahora bien los milagros de la Biblia a menudo están en íntima conexión con sucesos que no son milagrosos, sino naturales. Así nuestro Señor frota los dedos en los oídos de un hombre cuando le curó la sordera. El poner los dedos en los oídos del hombre no fue ciertamente un milagro. Pero en íntima conexión con ese hecho perfectamente natural se produjo un milagro. No sabemos con exactitud dónde terminó lo natural y comenzó lo milagroso; pero sí sabemos que se produjo un milagro. Dios en este case sí se sirvió de medios naturales; pero estos medios por sí mismos no fueron suficientes para producir el efecto. Hubo también, además del empleo de medios naturales, un milagro.
Lo mismo ocurre, según la Biblia, en la creación del hombre. Se utilizó el curso natural ya establecido. La Biblia expresa esto de una forma sencilla cuando dice que «Dios formó al hombre del polvo de la tierra.» Pero hubo también algo además del uso del curso de la naturaleza ya establecido. La Biblia lo expresa de varias formas. Lo expresa, por ejemplo, cuando dice que Dios creó al hombre a su imagen. Parece claro que la palabra «creó» ha de tomarse en el sentido más estricto y excelso.
¿Pero time la razón la Biblia cuando dice esto? ¿Time razón cuando enseña que un acto sobrenatural de Dios intervino en el comienzo de la vida del género humano ?
Mucha gente dice que no. La ciencia moderna, afirman, ha demostrado con claridad que el hombre es producto de la evolución.
Pero yo pregunto ¿cómo lo ha demostrado?. En respuesta a esto, se me dice que hay una semejanza exactísima entre la estructura del hombre y la de los animales inferiores. En este caso se puede establecer una cadena ininterrumpida de generaciones que une al hombre con otras formal de la vida animal.
El origen del primer hombre tuvo lugar hace mucho tiempo. No sabemos con exactitud cuándo tuvo lugar ; ni siquiera la Biblia en realidad nos lo dice. Ni tampoco sabemos dónde tuvo lugar. Parece, por tanto, algo muy alejado de nosotros. El percibir esa lejanía produce en nosotros una cierta confusión.
Muy bien, entonces, tomemos algo que está mucho más a mano. El origen del primer hombre, que los que creen en la Biblia afirman que fue un acto sobrenatural, está muy alejado; pero el origen de la vida humana de otro hombre, que los creyentes en la Biblia afirman que también es un suceso sobrenatural, recibe la luz plena de los tiempos históricos y ocurrió en un país que es perfectamente conocido.
Si uno va a las oficinas de una compañía marítima hoy día puede comprar un pasaje para un, pequeño país llamado Palestina, situado en la parte oriental del Mar Mediterráneo. La historia de ese país es bastante bien conocida. Ha habido períodos oscuros en su historia por ejemplo, durante la Edad Media pero hubo un período acerca del que poseemos información abundante. Fue el período civilizado y culto durante el cual Palestina estuvo bajo el Imperio Romano.
Para informarse acerca de los hombres y animales que vivieron en ese período, no hay que sacar deducciones de restos fósiles ; no hay que adquirir conocimientos acerca de la sucesión de hechos basados en la forma en que los estratos de la tierra están colocados.
No, poseemos esculturas bellísimas de ese período y otras todavía más bellas de un período algo anterior de Grecia. Poseemos además relatos históricos, y muchas descripciones vívidas de la clase de vida que los hombres de esa época llevaban. En Egipto se han descubierto muchas cartas privadas que se escribieron en esos días. De todas estas fuentes de información sacamos la impresión bastante clara de que la gente de esa época no era muy distinta de la que vive hoy día. Eran seres muy iguales a los que ahora llamamos hombres.
En esa época que nos es tan conocida, vivió en un país que todavía podemos visitar hoy día, y en un tiempo que se puede precisar bastante, un hombre que fue conocido como Jesús de Nazaret. Ningún historiador serio niega que este hombre viviera. Vivió no en un período antiquísimo sino en tiempos históricos, y hoy día podemos contemplar los paisajes que él contempló cuando recorremos las orillas del Lago de Galilea.
¿Cuál fue el origen de la vida humana de este hombre llamado Jesús? ¿Descendió de hombres anteriores por generación normal ? ¿Fue producto de la evolución ?
Bien, si tuviéramos tan sólo el tipo de prueba en la que se basa la doctrina de la evolución, sin duda responderíamos de forma afirmativa a esa pregunta; diríamos sin duda que Jesús de Nazaret sin lugar a dudas procedió de hombres por generación. A nadie le dio la impresión de ser de apariencia anormal. Fue sorprendentemente diferente, en realidad, de otros hombres en índole moral y en poderes. Pero no creo que se pueda dudar que, si su cuerpo tal como era cuando vivió en la tierra, estaría en algún lugar enterrado en la tierra lo cual, de hecho, no está y si algún arqueólogo o geólogo llegara a descubrir esos restos en algún lugar, esos restos serían sumamente similares a la estructura corpórea de los hombres que lo precedieron.
Qué conclusión se sacaría de ello si se empleara la misma forma de razonar que emplean los defensores del evolucionismo cuando argumentan en favor del origen del primer hombre de otras formas de vida animal? Sí, se deduciría que Jesús descendió naturalmente por generación de los hombres que vivieron antes de él sobre la tierra. La prueba de una descendencia corpórea ininterrumpida, que en el caso del primer hombre no es, después de todo, ni mucho menos completa, ya que, por lo menos, hay vacíos enormes entre los restos del hombre y los de otras formas de vida animal, en el caso del Jesús hombre parecería absolutamente completa. La prueba parecería ser abrumadora.
Sin embargo, a pesar de esa prueba, sostenemos, basados en el testimonio del capítulo primero de Mateo y en el primero de Lucas, que Jesús no descendió por generación normal de hecho de hombres que lo precedieron sino que al comienzo de su vida en la tierra intervino un acto creador de Dios, la concepción sobrenatural en el seno de la virgen María. Ni siquiera el cuerpo de Jesús, para no mencionar su alma, se produjo, pues, según nuestra creencia, sólo por evolución, sólo por generación normal en el curso normal de la naturaleza, sino que reprodujo también por un acto sobrenatural de Dios. Aquí tenemos un ejemplo de creación especial en medio de la misma historia.
Desde luego, mucha gente niega que el relato bíblico del nacimiento virginal sea verdadero. «Se equivocan,» nos dicen, «en sostener que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el seno de la virgen María. De hecho no fue más que el hijo de José; fue producto de generación normal después de todo.»
Muy bien; ya sé que hay gente que dice esto. Sé perfectamente bien que muchos niegan el nacimiento virginal de Cristo. Pero lo que, yo digo es que cuando se niega, y cuando al negarlo rechazan la opinión que yo tengo acerca de ello, no pueden tenerme en menos por carecer de cierta cantidad de conocimientos que ellos poseen. No pueden decirme, como los evolucionistas lo hacen respecto al origen del primer hombre: «No sabe suficiente de biología y geología como para tener derecho a opinar; nosotros somos peritos en esas materias». Es obvio que en este asunto el experto en biología no es ni un ápice más competente para juzgar que el hombre ordinario. El parecido corporal entre Jesús y los hombres que vivieron antes de él en la tierra lo admiten todo el mundo. Pero a pesar de tal parecido, basados en lo que consideramos testimonio adecuado, sostenemos que Jesús no descendió de hombre por generación normal, sino que su vida humana la causó la intervención del poder inmediato de Dios en el curso del mundo.
Pero si hubo una intervención inmediata del poder de Dios en relación con el origen de la vida humana de Jesús, ¿por qué no podría haber habido una intervención inmediata del hijo de José por generación normal?.» Si el parecido en estructura corpórea no excluye el milagro en un caso, ¿por qué debería excluirlo en el otro?
Soy perfectamente consciente del hecho de que hay una gran diferencia entre los dos casos no sólo una diferencia entre los hombres que comenzaron a vivir en ambos casos como resultado del acto sobrenatural de Dios (ya que Adán fue sólo hombre y Jesús fue Dios hombre), sino también una diferencia en el acto sobrenatural mismo de Dios. Ni por un momento admito que los seres que vivieron antes del primer hombre sobre la tierra fueran parecidos al primer hombre en apariencia externa como los hombres que vivieron antes de Jesús fueron semejantes a él en cuanto al cuerpo. Sostengo que las lagunas que desde luego existen en la prueba de la continuidad entre los animales inferiores y el hombre son muy significativas y no creo que nunca se salvarán.
Pero lo que trato de decir es que la verdadera decisión en cuanto a la opinión que hay que tener acerca del origen del primer hombre no se toma basados en la consideración de las pruebas que aducen biólogos y geólogos. Si se llegara a la misma basados en el estudio de dichas pruebas, posiblemente el hombre ordinario nunca tendría derecho a formarse una opinión. Parecería entonces que se trata de una cuestión que sólo los expertos pueden debatir, y que al hombre ordinario no le queda más que aceptar el veredicto que los expertos emitan. Pero el hecho es que la decisión se alcanza basados en otras clases de pruebas, que entran tanto dentro del ámbito de la competencia del hombre ordinario como del de los expertos.
¿Hay un Dios, Creador y Señor del mundo? ¿Tiene poder para intervenir de forma creadora en el mundo que ha hecho? ¿Ha intervenido de forma creadora en el caso de la Persona de Jesucristo y en los milagros referidos en la Biblia?
Si se responde a estas preguntas en forma negativa, entonces no cabe duda que se tendrá una idea revolucionaria acerca del origen del hombre. La, prueba biológica y geológica es obvia que por sí misma no justifica tal idea. Hay, para no decir sino lo mínimo, lagunas asombrosas en la prueba y la pertinencia de la misma se puede poner en tela de juicio. Es obvio que hay que dar un salto al vacío para aceptar la hipótesis evolucionista. Pero ese salto parecerá algo del todo natural al hombre que no cree en un Dios personal y trascendente que es siempre libre frente al mundo que El mismo ha hecho, y al hombre que no cree que en la Persona de Jesucristo Dios ha intervenido de hecho en el curso del mundo con un acto inmediato y sobrenatural.
Por otra parte, para el que no comparte esos presupuestos naturalistas, al salto de la prueba en sí a la hipótesis evolutiva le parece un salto verdaderamente temerario. Para el que no cree que Jesucristo fue un producto de la evolución, sino que cree que vino a este mundo por un milagro estupendo, el testimonio en favor de un origen igualmente sobrenatural del primer hombre le parecerá abrumador. Esa persona dirá con gran confianza no que el hombre es un producto de la evolución sino que Dios lo creó.
Extracto del libro: «el hombre» de J. Gresham Machen