​Es verdad que los cristianos ven una pluralidad en la Divinidad, porque Dios mismo nos revela que esta pluralidad existe. Pero esto no es politeísmo. Los cristianos, como los judíos creyentes, son monoteístas. Es decir, creemos en un solo Dios. 

En el capítulo anterior distinguí entre los atributos de Dios que nosotros en parte compartimos, entre los que están el amor, la sabiduría, el poder, y aquellos que son privativos de Él. Los primeros los podemos comprender; los segundos, no podemos comprenderlos. Hasta cierto punto podemos entender lo que significa la auto existencia, la auto suficiencia y la eternidad de Dios. Podemos expresarlos negativamente, diciendo que Dios no tiene origen, no necesita de nada ni de nadie, que nunca cesará de existir y que no cambia. Pero no podemos comprender lo que significan en sí y de por sí. Por lo tanto, ya nos mueven a la humildad las primeras respuestas respecto a quién es Dios y cómo es.

Antes de avanzar, vamos a considerar otra área problemática: La Trinidad.
Dios, aunque es uno, existe sin embargo en tres Personas, Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. La palabra Trinidad no figura en la Biblia. Viene de la palabra latina trinitas que significa «triplicidad». Pero aunque la palabra no figura en la Biblia, la idea trinitaria se encuentra allí, y es muy importante. Es importante porque no puede haber ninguna bendición verdadera sobre
nosotros o sobre nuestra tarea si nos desinteresamos de alguna de las personas de la Divinidad.

Para las mentes de algunas personas, la dificultad de comprender cómo Dios puede ser uno y tres al mismo tiempo es razón suficiente para rechazar la doctrina de plano. Dichas personas no pueden comprender la doctrina de la Trinidad y por lo tanto la niegan. Muchas veces argumentan que la teología debe ser «sencilla», porque lo sencillo es hermoso. Dios es hermoso y por lo tanto debe ser sencillo, y así continúan con su argumento. Pero esto no es comprender ni la realidad ni la naturaleza de Dios como se nos revela en la Biblia.

¿Por qué tiene que ser sencilla la realidad? C. S. Lewis ha señalado acertadamente en Mero Cristianismo que la realidad, por el contrario, suele ser extraña. «No es ordenada, ni obvia, ni lo que cabría esperar… La realidad suele ser por lo general algo que uno nunca se hubiera imaginado». Esto es cierto para las cosas más comunes, como una mesa o una silla. A simple vista parecen sencillas, pero si nos ponemos a hablar sobre los átomos que las componen y las fuerzas que mantienen a esos átomos unidos, aun estas cosas tan «sencillas» resultan muy difíciles de comprender. Y hay cosas mucho más complejas que resultan incluso más difíciles de comprender. Así, el carpintero que construyó la silla es más complicado que el objeto que ha construido, y Dios, que hizo al carpintero, debería ser lo más complejo e incomprensible de todo lo que hay.

Dios nos ha revelado algo de su complejidad en la doctrina de la Trinidad. Todo lo que conocemos sobre la Trinidad lo sabemos sólo a través de la revelación que Dios lleva a cabo en la Biblia, y aun así no la conocemos bien. Además, tenemos tanta facilidad para equivocamos en esta materia que debemos ser extremadamente cuidadosos de no excedemos ni malinterpretar lo que encontramos en las Escrituras.

Lo primero que debemos decir es que los cristianos creen, al igual que los judíos, que Dios es uno. Como los cristianos también creen en la Trinidad han sido equivocadamente acusados de creer en tres dioses, a manera de un politeísmo. Es verdad que los cristianos ven una pluralidad en la Divinidad, porque Dios mismo nos revela que esta pluralidad existe. Pero esto no es politeísmo. Los cristianos, como los judíos creyentes, son monoteístas. Es decir, creemos en un solo Dios. Podemos recitar al unísono con los judíos:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Dt. 6:4-9)

Aquí, en este lenguaje tan claro, tenemos la enseñanza de que Dios es uno y que esta enseñanza debe ser conocida por el pueblo de Dios, que debe hablar sobre ella, y que debe enseñársela a sus hijos.

Esta misma verdad aparece en el Nuevo Testamento, que es exclusivamente cristiano. Allí leemos que «un ídolo nada es en el mundo» y que «no hay más que un Dios» (1 Cor. 8:4). Se nos recuerda que hay «un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos» (Ef. 4:6). Santiago nos dice: «Tú crees que Dios es uno; bien haces» (Stg. 2:19).

Se ha argumentado que no hay lugar para la Trinidad porque el versículo que citamos de Deuteronomio comienza diciendo: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». Pero en este mismo versículo la palabra que se traduce «uno» no significa uno aislado, sino uno en unidad. Es más, en la Biblia hebrea no se usa nunca una palabra que signifique una entidad singular y aislada. Se trata más bien de la palabra que se usa para hablar de un racimo de uvas, por ejemplo, o cuando se nos dice que los ciudadanos de Israel respondieron como un solo hombre.

Después que Dios le ha traído su esposa, Adán dice: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del Varón fue tomada». Y el texto añade: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn. 2:23-24). No se está sugiriendo que el hombre y la mujer se conviertan en una sola persona, sino que de una manera divina se conviertan en uno. De una manera similar, pero no idéntica, Dios es un Dios, pero existe en tres «personas».

Una de las dificultades a esta altura es que no tenemos una palabra adecuada en español, ni en ningún otro idioma, para expresar la naturaleza de las distintas existencias dentro de la Divinidad. La mejor palabra que tenemos es persona, que viene de la palabra persona en latín -y que significaba la máscara que un actor usaba cuando representaba un personaje en una obra teatral griega. Pero cuando hablamos de una máscara ya nos estamos desviando del verdadero significado. Porque no debemos imaginamos a las personas de Dios como siendo meramente la manera como Dios de tiempo en tiempo se manifiesta a los seres humanos. Este error se conoce como modalismo o sabelianismo, palabra proveniente del nombre del primer hombre que popularizó esta idea en la historia de la iglesia (a mediados del siglo tercero). La palabra griega más comúnmente usada era homoousios, que literalmente significa «un ser». Pero nuevamente, este nombre es equívoco si por ello comenzamos a entender que tenemos tres seres distintos con tres naturalezas diferentes dentro de la Divinidad. Calvino no estaba satisfecho con ninguna de estas palabras. Prefería la palabra subsistencia. Sin embargo, esta palabra, si bien puede ser muy acertada, no transmite mucho significado a la mayoría de los lectores contemporáneos.

En realidad, la palabra persona es la mejor elección, siempre y cuando tengamos presente lo que entendemos por una persona. En el lenguaje cotidiano suele denotar un ser humano y, por tanto, alguien que es exclusivamente un individuo. Es el concepto que tenemos presente cuando hablamos de despersonalizar a alguien. Pero no es ese el significado que la teología le asigna a esta palabra. Es posible ser una persona completamente disgregada de una existencia corporal. Podemos, a modo de ejemplo, perder un brazo o una pierna en un accidente, pero todavía seguiremos siendo una persona con todas las marcas de nuestra personalidad. Además, de acuerdo con las enseñanzas cristianas, aun cuando hayamos muerto y nuestros cuerpos entren en descomposición, todavía seguiremos siendo personas. Lo que queremos decir, entonces, es un sentido de existencia que se expresa en conocimiento, sentimientos, y voluntad.

Tenemos así tres Personas o subsistencias dentro de Dios, cada una con conocimiento, sentimientos y voluntad. Y, sin embargo, aun después de estas precisiones, todavía no hemos podido abarcar todo el significado. En el caso de Dios, el conocimiento, los sentimientos y la voluntad de cada una de las tres Personas dentro de la Divinidad -el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo-, son idénticos.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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