En BOLETÍN SEMANAL
​ No hay duda alguna que a veces Dios permite que los impíos florezcan para disciplinar a su pueblo. Lamento tener que decir esto, pero necesitamos ser disciplinados. ¿Cuántas veces Dios permitió que se levanten enemigos contra el pueblo de Israel con el propósito de disciplinarlos? Ellos, su propio pueblo, decaían y se olvidaban de Dios. El les suplicó, les mandó profetas, pero hicieron caso omiso. Entonces levantó a Asiría, levantó a los Caldeos para castigarlos, para corregir a su propio pueblo. Y no me equivoco en afirmar que muchas de las cosas que pasan en este siglo, se deben, en parte, a que nosotros, el pueblo de Dios, necesitamos ser disciplinados

​Ciertamente los has puesto en deslizaderos; En asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, Así, Señor, cuando despertares, Menospreciarás su apariencia.

 Yo creo que Dios permite que el mal y los malos operen desenfrenadamente. El les da rienda suelta, licencia, como quien dice, para que su caída sea más completa y contundente. La historia bíblica es realmente la exposición de este principio. Dios parece estar dormido, y el enemigo se levanta. Blasfema el nombre de Dios. Pensemos en el caso de Asiría. Ellos se levantaron contra el Dios de Israel, y Dios permitió que así lo hicieran. Se enaltecieron casi hasta los cielos y dijeron: «Nada nos puede detener». Luego Dios intervino y todo el imperio cayó, siendo terrible la derrota final. Cuando el fanfarrón expresa su máxima jactancia, entonces es derribado. Si Dios lo hubiera humillado antes, no hubiera parecido tan maravilloso. Así Dios permite que la maldad y los poderes malignos hagan cosas increíbles en este mundo, tanto que las personas piadosas se preguntan ¿podrá Dios detener esto? Entonces, cuando el fin está ya por llegar, Dios se levanta, y vence. De esta forma la derrota del enemigo es mayor y más completa.

Luego, por otra parte, Dios permite esto para mostrar su grandeza y gloria ante el fracaso de tan grande y poderoso enemigo. Dios se levanta, los derrota y todos los que lo ven, temen al todopoderoso y glorioso Dios. Todo esto está bien ilustrado al final del capítulo 12 del libro de los Hechos. Un rey llamado Herodes, sentado en un trono hizo un gran discurso a ciertas personas y, después de arengarlos, el pueblo clamó: «¡Voz de Dios, y no de hombre!» Luego Dios, se nos dice, envió a un ángel y «le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba». Vemos el contraste. La pompa y la grandeza fueron destruidas; pero la palabra de Dios que este rey necio estaba tratando de destruir, creció y multiplicó, y así la gloria de Dios fue manifestada.

La última explicación que les daré es esta. La Iglesia misma, en mayor medida, fue culpable de debilitar la fe de los creyentes en la Palabra de Dios, y no es sorprendente que las cosas están como están. Probablemente tengamos que pasar más pruebas para que seamos humillados y nos sometamos a El y comprendamos que somos el pueblo de Dios y que tenemos que obedecerle y confiar entera y solamente en El.

Estas son, a mi entender, algunas de las respuestas en las Escrituras de por qué Dios parece a veces estar dormido.

Pero esto no es todo lo que el salmista aprendió en el santuario acerca de los caminos de Dios. Comprendió el carácter de Dios, y que Dios sólo aparenta estar dormido. Termina entonces con lo que pasa cuando Dios se despierta. «¡Cómo han sido desolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares menospreciarás su apariencia». ¿Qué es lo que está diciendo? La primera cosa es que Dios se levanta. «¡Cuando despertares!»; va a suceder. Dios no está permanentemente dormido. Cuando se realice esto… Hay un límite que Dios permite a los impíos. Ciertamente les permite hacer bastante, pero hay un fin a la libertad y aparente licencia que El da a sus enemigos. «No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre…» ¿Por cuánto tiempo ha de continuar esto? La clave a esta respuesta, dada por Dios al principio de la historia, es que los santos deben esperar, «porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí». Hay un límite. Dios se despierta.

¿Qué pasa cuando El se despierta? El salmista nos cuenta claramente lo que sucederá a estos prósperos, hombres impíos. Dice: «Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia».

¡Qué cuadro! Este hombre impío, que parece ser tan grande y maravilloso, se desvanece como un sueño cuando Dios se despierta. Es como si hubiera sido nada más que un fantasma, una imagen, una apariencia y nunca una realidad. Los impíos que parecen ser tan poderosos, tan grandes y maravillosos, tan suficientes en sí mismos y casi indestructibles, cuando Dios se levanta, se desvanecen en un instante. La Biblia está llena de esto. Leamos Isaías 40 y nos daremos cuenta que allí Dios dice que para El las naciones son como «la gota de agua que cae del cubo y como menudo polvo en las balanzas». ¡Estas grandes naciones con sus bombas atómicas y de hidrógeno, estas poderosas naciones, son como la «gota de agua que cae del cubo, o como menudo polvo en las balanzas»! Y no solamente esto. Escuchemos el sarcasmo y la burla. Todas las naciones de la tierra «son como langostas», aun Gran Bretaña, los Estados Unidos y Rusia. Ha habido otros grandes imperios, naciones y repúblicas en el pasado; pero todas desaparecieron porque no se sometieron a Dios. Todas las naciones de la tierra son como langostas cuando Dios se levanta.

Les daré otro ejemplo más; es el más notable de la historia. Hemos leído de Alejandro Magno, uno de los más hábiles generales de todos los tiempos, gran monarca y poderoso valiente. Conquistó casi todo el mundo. ¿Cómo se lo llama en las Escrituras? Leamos nuestras Biblias del comienzo al fin y no encontraremos el nombre de Alejandro Magno. No se menciona. Sin embargo, Alejandro Magno figura en las Escrituras, y podemos ver cómo Dios lo menciona en Daniel 8. Como Walter Luthi indicó: ¡Aquel que para el mundo es Alejandro Magno, para Dios es un «macho cabrío». Cuando Dios se levanta esto es lo que pasa a las naciones, a imperios, a individuos, a todos. «Cuando despertares, Señor», y El se ha despertado. Leamos la historia registrada en la Biblia y encontraremos que Dios se levanta, y cuando lo hace sus enemigos son diseminados y reducidos a la nada.

El último mensaje, sin embargo, que se deriva de todo esto es que estos grandes eventos de la historia que han sucedido, son un pálido reflejo, y al mismo tiempo un poderoso aviso, de lo que va a suceder. Este mundo es impío, está sin Cristo, ridiculiza la gracia de Dios y al Salvador del mundo y especialmente la preciosa sangre de su cruz. Este mundo es arrogante y se gloría en su pecado. No obstante, el apóstol Pablo, quien fue grandemente perseguido, escribiendo su segunda carta a los Tesalonicenses nos dice qué es lo que va a suceder: «y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)» (2 Tes. 1:7-10).

Esto es tan cierto como que estamos vivos en este momento. El Señor vendrá de entre las nubes del cielo y todos sus enemigos serán desparramados y desarraigados. Satanás, el infierno y todos aquellos que se oponen a Dios serán lanzados al lago de fuego y «sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor…» Este es el fin de los impíos. Este es el poder y la gloria de Dios a quien amamos y a quien adorarnos y servimos. Si no entendemos lo que está pasando, pongámoslo en este contexto. Dios es Dios. Dios es santo y justo. Lo que El ha prometido, ciertamente lo cumplirá. El permite estas cosas para su propósito. Llegará el día cuando se levantará y destruirá a sus enemigos, y el reino de Jesucristo será extendido de mar a mar y en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla «de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra»; y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, «para gloria de Dios Padre». Gracias a Dios que sus promesas son siempre seguras. Dios nos conceda que todos podamos ver, saber y entender los caminos de Dios, y despojarnos, de una vez por todas, de todas las dudas pecaminosas y las preguntas indignas.

Extracto del Libro: La fe a prueba, del Dr. Martin Lloyd-Jones

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